Centroamérica puede convertirse en un nuevo Vietnam
Los nicaragüenses denuncian que la dotación de armamento que poseen los enemigos del régimen sandinista no es posible si no es con la complicidad del Ejército hondureño. Los somocistas disponen ya de morteros, lanzagranadas y fusiles automáticos. Al menos en dos ocasiones han empleado pequeños aviones para operaciones de sabotaje en Nicaragua. En repetidas ocasiones soldados de Honduras dispararon contra las patrullas sandinistas que perseguían- a los contrarrevolucionarios, cubriendo a éstos la retirada.Todo esto hace que el canciller nicaragüense, Miguel D'Escoto, hable en las últimas notas oficiales de "complicidad del Ejército de Honduras", y que el comandante Daniel Ortega amenace con prestar apoyo a las guerrillas que ya comienzan a actuar en territorio hondureño. A la promesa de Sergio Ramírez de que su país "no perderá la paciencia y nunca pondrá un pie en territorio de Honduras" se le concede escasa credibilidad en Tegucigalpa, cuyos gobernantes creen que Nicaragua está apoyando ya de hecho a la guerrilla.
Las voces que piden un arreglo negociado parecen clamar en un desierto de sordos. Nicaragua acusa a Estados Unidos de ser la principal desestabilizadora de la región y pide un diálogo directo con la Administración Reagan para llegar a un tratado de no agresión en línea con la propuesta presentada meses atrás por el presidente de México, José López Portillo. Los sandinistas proponen como mediadores a Venezuela, México, Francia y España.
Pero el Gobierno norteamericano insiste en su vieja acusación de que Nicaragua está prestando ayuda militar a la guerrilla centroamericana, y exige, por tanto, una renuncia expresa de los sandinistas antes de sentarse a dialogar. Esta condición es inaceptable para Managua.
Muchos países, incluido México, opinan que sólo de una negociación directa entre Estados Unidos, Nicaragua y Cuba podría salir una paz estable para Centroamérica.
La Administración Reagan se niega por ahora a un diálogo sin condiciones previas.
Rehén de Estados Unidos
Mientras la negociación global con la potencia espera mejores tiempos, el Gobierno de Managua ha propuesto al de Tegucigalpa que se efectúe un patrullaje conjunto de la frontera para evitar incidentes y prevenir el paso de las bandas contrarrevolucionarias.
Honduras rechaza esta proposición y plantea, por su parte, una supervisión internacional, no sólo de la frontera común, sino de todo el territorio, incluidos los enclaves militares. "De esta forma", dice, podría llegarse a una efectiva desmilitarización de la zona.
Managua argumenta que la defensa forma parte de su soberanía y que no está dispuesto a permitir una supervisión internacional que no haría otra cosa que aportar nuevos datos a los servicios norteamericanos de inteligencia. Para resolver los problemas fronterizos no es preciso, opinan, renunciar a un tema tan esencial de la soberanía nacional.En este clima de acusaciones y ataques armados, la cancillería, nicaragüense acaba de pedir al vecino país una reunión en la cumbre del presidente Suazo y los miembros de la Junta Sandinista, seguida de un encuentro entre los comandantes de los dos Ejércitos. Por parte hondureña, aún no ha llegado la respuesta, pero todo parece indicar que será negativa. Honduras se niega a salir de su propuesta de paz con supervisión internacional.
Tegucigalpa es ahora mismo un rehén de Estados Unidos, con una economía en bancarrota que necesita como el aire de los 55 millones de dólares (más de 5.500 millones de pesetas) que la Administración Reagan le ha prometido en préstamos comerciales. Si la guerra llega, cree que contará también con el apoyo de Estados Unidos, además de los catorce millones de dólares en armas que le va a entregar el próximo año y de los 21 que ya está invirtiendo en sus aeropuertos civiles por si se generaliza el conflicto.
En opinión del ministro nicaragüense del Interior, comandante Tomás Borge, la Administración Reagan trata de suplir a la Guardia Nacional somocista, que durante medio siglo fue su gendarme centroamericano, por el Ejército de Honduras.
El interés de Estados Unidos por Honduras lo revela el hecho de que su Embajada haya pasado de la clase D a la B, equiparándose a las de países intermedios como Bélgica. El embajador, John Negroponte, es hombre de brillante carrera administrativa y se mueve por Tegucigalpa con aires de procónsul.
Hace poco más de una semana se permitía hacer una evaluación pública de las Fuerzas Armadas de Honduras y Nicaragua, señalando una abierta superioridad por parte de éstas últimas, lo que justificaría el aumento de la ayuda militar norteamericana a Honduras. Insistió en que la Embajada no interfiere en los asuntos internos de Honduras, "aunque si ha hecho algunas recomendaciones a su Gobierno para salir de la crisis económica".
Actividad guerrillera
Algunos sectores hondureños, incluso del partido en el poder, han llamado la atención sobre los riesgos que supone entrar en la espiral belicista que existe en la zona. "La guerra sólo conseguiría importar la revolución a Honduras".
Grupos del Ejército opinan, sin embargo, que la guerra ya está dentro, con unas guerrillas cada vez más activas, y que es preciso derrocar a los sandinistas para acabar con este peligro.
La amenaza de la subversión provoca tal nerviosismo en el seno de los cuerpos de seguridad que el pasado 20 de julio se montó una intensísima operación antiterrorista en el centro de la capital, cerca de un cuartel, porque a un borracho que discutía con una mujer se le escaparon dos tiros. La caza del supuesto terrorista terminó con un feroz tiroteo en el que se produjeron dos muertos y dos heridos.
Por parte nicaragüense se maneja también la teoría de que la invasión ya ha empezado y que para detenerla hay que limpiar el territorio hondureño de campamentos somocistas. No es extraño, pues, que a un lado y otro se hable hoy de guerra más que de cualquier otra cosa. Sólo la pobreza de ambos países, que no haría sino agudizarse con un conflicto armado, podría frenarla.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.