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EE UU amenaza a las empresas europeas que construyan el gasoducto siberiano con multas de hasta 100.000 dólares

Las declaraciones más contundentes corrieron a cargo del secretario de Prensa de la Casa Blanca, Larry Speakes, quien declaró que el Departamento de Comercio de EE UU ha empezado ya a estudiar la legislación norteamericana sobre exportaciones, que "tiene prevista una variada gama de sanciones para los que violen" una prohibición de venta de equipos, entre las que destacan multas por valor de 10.000 a 100.000 dólares. Speakes añadió, amenazador, que Washington está considerando "diversos modos" de reforzar el embargo. La Administracción Reagan considera la prohibición de negociar en su país e, incluso, de procesar y encarcelar a los 'violadores del embargo'.El portavoz del Departamento de Comercio estadounidense precisó, por su parte, que las sanciones serían aplicadas contra las compañías extranjeras, pero no contra General Electric u otras empresas norteamericanas que hubiesen concedido licencias a sociedades que las utilicen en fabricar rotores o turbinas para la construcción del gasoducto. "No hay intención de ir contra nadie que no sea directamente culpable", añadió.

La situación ha creado una seria inquietud en las empresas europeas afectadas por el embargo de Washington. Este es el caso de la francesa Alsthom Atlántica, que tiene contratos con los soviéticos por valor de 59 millones de dólares y que, en caso de entregar el material contratado se vería expuesta a las sanciones norteamericanas o envuelta en un importante y complicado pleito internacional. Lo mismo ocurre con la siderúrgica Creusot Loire, que también tiene patentes norteamericanas.

Otra de las empresas afectadas es el complejo industrial germano occidental AEG, a la que el embargo obligaría a despedir inmediatamente a 2.000 obreros. AEG está en estos momentos al borde de la quiebra, que el Estado alemán quiere evitar mediante la concesión de unos créditos suplementarios cifrados en 39.000 millones de pesetas.

Firmeza de Schmidt

El canciller federal, Helmut Schmidt, ratificó en la noche del jueves su actitud de firmeza y de apoyo a la actitud francesa de hacer oídos de mercader a la orden norteamericana de embargo. "Estoy de acuerdo con los franceses", declaró ante una asamblea de empresarios en San Francisco (California), "y los Gobiernos británico, francés y el mío han adoptado la misma actitud". El canciller federal desmintió la versión del portavoz de la Casa Blanca, según la cual la Administración Reagan había consultado a sus colegas europeos previamente a decidir el embargo. Pese a esta firme actitud, Schmidt quitó importancia al asunto, opinando que no debía ser "excesivamente dramatizado" por tratarse solamente de una "querella de familia".

Más rotundo en su opinión -haciendo bueno el habitual reparto diplomático en estos casos- fue su ministro de Economía, para quien las sanciones norteamericanas "amenazan los lazos políticos de la Alianza Atlántica". Su colega francés de Asuntos Exteriores, Michel Jobert, ironizó sobre el asunto diciendo que "si EE UU quiere respetar su embargo, mejor será que empiece por embargar su exportación de ocho millones de toneladas de trigo".

El Gobierno británico, mientras tanto, calla y otorga un discreto apoyo a sus socios europeos. Una fuente autorizada de Downing Street afirmó que Londres reprobaba el embargo, pero que había acogido "con prudencia" la decisión francesa de eludir el embargo, y por el momento no se sumaba a ella. Los italianos, finalmente, prefieren intentar erigirse en impulsores de un diálogo que evite una mayor crispación euronorteamericana que tomar posturas de dureza.

Satisfacción soviética

La satisfacción soviética por el enfrentamiento entre los aliados occidentales se hizo, finalmente, oficial ayer. La agencia Tass se hizo eco con cierta complacencia de un comentario de la televisión francesa, según el cual "el viento frío que sopla en las relaciones entre Europa y Estados Unidos se transformará pronto en una tempestad de invierno". Y el órgano de las Juventudes Comunistas acusó a EE UU de "grosera violación" del Derecho internacional y de "abierta injerencia" en los asuntos internos de sus aliados.

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