Bombas 'testimoniales'
Perfectamente cronometradas, como en una traca siniestra, veintiuna explosiones de cargas de Goma-2 conmovieron al anochecer del viernes las ciudades de San Sebastián, Vitoria, Bilbao y Pamplona. Colocadas casi todas ellas en edificios públicos -delegaciones de diversos ministerios, juzgados, mutualidades- fueron estallando con distancia de minutos, con la inmensa fortuna de que no produjeran -salvo una leve- víctimas personales.Este último dato ha permitido respirar al gobernador de San Sebastián y llevarle a comentar que esas bombas "no pasan de tener un valor testimonial".
Pero... valor testimonial ¿de qué? De algo que es casi tan grave como la misma pérdida de vidas humanas: de la desprotección en que viven los ciudadanos de esas cuatro provincias; de la ausencia de la más elemental vigilancia en los edificios públicos; de la triste realidad de que una banda armada pueda reírse así de los encargados del orden público, colocando en una sola noche y en sus mismas narices -algunas bombas estaban colocadas enfrente de gobiernos civiles e instalaciones políciales- nada menos que veinte cargas explosivas. Un triste y terrible testimonio.
Hechos como éste tienen su verdadera gravedad en la condición de ridículo en que quedan los encargados de organizar el orden público y de mantenerlo en esas ciudades. Pues se comprende que no van a colocar un guardia detrás de cada uno de los ciudadanos que viven en esas martirizadas provincias; pero se supone que serán capaces, cuando menos, de una aceptable vigilancia de los lugares públicos. Que veinte de estas vigilancias se rompan en una sola noche demuestra que o esa vigilancia no existe o no es de la calidad que al adversario merece. Dejar a ETA que se ría tan claramente de quienes gobiernan la nación y esas provincias, es regalarles un "éxito testimonial" que ningún país serio puede permitirse. Esas veintiuna explosiones en una sola hora habrían tenido un desenlace más lógico con otra cadena de dimisiones a la mañana siguiente.
18 de julio
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