El tremendo ritmo del Modern Jazz Quartet
Ya se han celebrado las dos primeras jornadas del XVII Festival Internacional de Jazz de San Sebastián, con una sesión de grupos aficionados y otra de profesionales, donde dominó el tremendo swing (ritmo) del The Modern Jazz Quartet. Ya acudieron en moderado tropel quienes después de los Rolling se lanzaron a buscar la electricídad etílica sanferminera, los jóvenes profesiqnales que hacen aquí parada y fonda en su camino hacia Europa, los enviados de las sectas locales en que se agrupa el jazz en España... Las sesiones ya están animadas.Existe en San Sebastián una cierta inquietud, el gentío no es tan exagerado como pudiera preverse, pero es que un festival de jazz no es algo aislado en el limbo de lo inmutable.
Es mucho material para la atención y así, este festival, como cualquier otro que se hubiera pensado se ha visto relegado a un plano informativo posterior. Tal vez por ello, esta edición acoja más caras lugareñas que otras veces, como si la gente de esta ciudad, algo menos presionada por las hordas mochileras y de cierto regusto hippy, se hubiera hecho notar, reivindicando para sí unos días que otras veces han tetiido acento casi exclusivamente extranjero.
De todas formas la ciudad sigue siendo preciosa y la música se une al sonido del agua. El primer día, que era martes y 13, tuvo lugar el concurso de aficionados. Eran dos grupos españoles, uno francés, otro sueco y el último alemán. El jurado habitual tuvo a bien conceder los premios. Todos estuvieron de acuerdo en dar el primero al grupo Olle Bäver de Suecia y el segundo al Bk Art Ensemble de Alemanía. También tuvo premio y trofeo al mejor solista el pianista sueco Lars-Erik Nösrrström. Además de ello concedieron una mención especial a la orquesta internacional pero radicada en Madrid, Spirit of 76, que con sus diecinueve músicos es una muestra de amór militante por el jazz aficionado.
Una música de leyenda
La primera sesión profesional ya fue otra cosa. Eran el Modern Jazz Quartet, una leyenda de esta inúsica que revivió por unos ins tantes y frente a nuestros ojos. Algo distinto. Imaginarse a unos músicos del llamado jazz, que aso man sobre el enorme escenario en fundados en esmóquines negros, pañuelo rojo en el bolsillo, las sienes tendiendo a la plata. Parecían la más acabada representación del músico cortesano.
Así es también su música, la que estuvieron haciendo durante veintidós años hasta dejarlo en el 76 y volver ahora para tener un buen tiempo. Es lo que hacen. No importa tanto que algunas de sus viejas tenga estructura de fuga clásica, sino más bien la actitud. John Lewis, sentado apenas sobre el borde de la banqueta (roja) toca el piano (negro) con la reljada concentración de un pianista de baile. Su música es tan lógica, fluye tan sin aristas, que el mismo Lewis se ve metido en ella. Nunca hay enfrentamiento, lucha, tensión... Puede, sin embargo haber emoción, y sobre todo un swing tremendo.
Pero si Lewis parece el más formal ello se debe únicamente a que está detrás del piano. Porque tanto Milt Jackson al vibráfono, como Percy Heatl al bajo o Connie Kaye a la batería maneja esta especie de música sin esfuerzo, con la habilidad y contención de un mayordomo inglés que supiera hacer sonar las tumbadoras.
Babelia
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