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Los ayuntamientos promocionan concursos de 'rock'

Hace sólo unos pocos años, pensar que un ayuntamiento español se gastaría algún millón que otro en promocionar un concurso de rock hubiera provocado demasiadas risas. De hecho, eran esos mismos ayuntamientos los que ponían miles de trabas legales para impedir la apertura de locales, los que cerraban los ya instalados, los que consideraban a los jóvenes y a su música como una peste peligrosa a la que había de encerrarse entre cuatro paredes; a ser posible, acolchadas.Pero los tiempos están cambiando, y la semana pasada se celebraron la quinta edición del trofeo de rock Villa de Madrid y la primera del Ciudade da Coruña,a las que hay que sumar las realizadas en Gijón, Barcelona, Jerez de la Frontera, Radio Nacional de España o en el mismo Madrid, pero ahora extendido a toda la provincia y a cargo de la Diputación Provincial.

El V Trofeo Villa de Madrid se celebró en la Casa de Campo el pasado día 8, justo entre los dos conciertos de los Rolling Stones. Tal vez por ello despertó menos expectación pública que en anteriores ediciones, aunque no por parte de los grupos, que se presentaron en número de ¡cuatrocientos!

Pero el caso es que se hizo. Frente a un par de miles de personas desfilaron conjuntos pertenecientes a tres categorías para que los diferentes jurados dieran los premios a Arco Iris (jazz-rock), Tritón (rock duro) y Derribos Arias en el apartado de pop-rock. Un nivel general elevado, un ambiente nocturno de franco relajo y algún grupo, como Derribos Arias, que puede contarse entre lo mejor de nuestro país; para finalizar todo con un fin de fiesta a cargo de los ya profesionales Max Suñé, Obús y Nacha Pop.

Una edición polémica

Un par de días después tenía lugar la final del I Concurso de Rock Cidade da Coruña, que el Ayuntamiento de esta ciudad convocó en el seno de una cierta polémica. Polémica promovida por parte de quienes todavía no entienden que tanto las semifinales, con Marná y Nacha Pop, como la final, con Alaska y los Pegamoides, suponen un pacífico lugar de encuentro para los jóvenes de una ciudad que hoy por hoy no anda muy sobrada de ellos.

Personas de espíritu inquisitorial, arrolladas por las circunstancias, por el entusiasmo de los organizadores y por la apabullante respuesta de un público que llenó el Pabellón de Deportes de Riazor con una ilusión y unas ganas, de pasárselo bien conmovedoras.

Ganó allí Metro. El nivel fue asimismo bastante decente (se presentaron unos cuarenta grupos), pero lo más importante era la actitud de una gente que por ser de provincias se encuentra al margen de los circuitos habituales en el rock y que demostró con su presencia cómo el interés existe, que sólo hace falta la voluntad política, que en este caso puso el ayuntamiento, para dar a la gente lo que espera.

El pop-rock, la música joven de nuestro país, sometida a la presión de las multinacionales, encuentra en concursos como éstos una expresión propia, directa y cercana. La oportunidad, en definitiva, de hacer la fiesta con nuestros Propios medios. Hay que felicitarse por ello.

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