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La capital libanesa vivio el domingo una jornada apocalíptica

ENVIADO ESPECIALEscombros incandescentes y las llamas casi apagadas que emanaban de algún edificio destruido recordaban ayer de madrugada que el domingo Beirut vivió, como titulaba la Prensa, una jornada de infierno Los grandes diarios libaneses, poco propensos al sensacionalismo, titulaban ayer a toda plana: "Beirut ardió", "Apocalipsis en Beirut" o "Jornada infernal", al tiempo que señalaban que el bombardeo del domingo fue el peor que sufrió la capital desde el inicio de la invasión israelí, e incluso desde la guerra civil de 1975-1976.

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"No sabemos si el asalto a Beirut oeste ha empezado ya. Ignoramos si la negociación desembocará en una solución política. No estamos en condiciones de decir si una fuerza multinacional o internacional se interpondrá entre los beligerantes en la capital libanesa. Pero estamos seguros de una cosa: Beirut y las montañas circundantes vivieron ayer una jornada de verdadera apocalipsis; la más dramática, la más violenta, la más destructora, la más asesina de los últimos siete años. Las palabras, las imágenes nada puede expresar el horror de las quince horas de bombardeo", afirma el rotativo, en francés, L'Orient le Jour. Desde las cinco de la mañana del domingo hasta minutos des pués de las nueve de la noche -hora en que entró en vigor el alto el fuego anunciado por la radio estatal libanesa, hasta ahora más o menos respetado-, unos 10.000 proyectiles de mortero y de carros de combate; bombas incen diarias y de fragmentación, dispa radas por cañones de 130 milímetros, y misiles Grad y Sager, lanzados respectivamente por piezas de artillería palestinas o lanchas patrulleras israelíes, se abatieron so bre Beirut oeste y, por primera vez desde el principio de la guerra palestino-israelí, sobre el sector este de la capital libanesa, controlado por la milicia cristiana aliada de Israel.Cuando a última hora de la tarde los duelos de artillería se intensificaron, más de treinta bombas por minuto caían sobre determinados barrios, cuyos habitantes tenían la impresión no ya de que estaban bombardeando la ciudad, sino de que Beirut padecía un auténtico terremoto.

30 bombas por minuto

Entre las ocho y las nueve de la noche una lluvia de 2.000 proyectiles se abatió sobre algunas zonas residenciales, destruyendo o dañando gravemente 166 edificios entre los que figuran un fabuloso complejo turístico al lado del mar, los hospitales de Berbir y estatal, las embajadas de la URSS, Argelia, Libia, Kuwait, Emiratos Arabes Unidos, Tunicia y Libia, y la residencia del embajador de Francia, Paul Marc Henry, quien manifestó a la Prensa su extrañeza ante lo sucedido, "porque a través de nuestra representación en Tel Avív comunicamos al Ejército israelí nuestra situación geográfica exacta para que evitasen bombardearnos". "Supongo", agregó, "que sabían lo que hacían".

Los cañones palestinos, respaldados por algunos elementos sirios, replicaron disparando, por primera vez, sobre los barrios cristianos de Beirut este y alrededores, donde el Ejército israelí ha instalado, al parecer, algunas piezas de artillería y en los que hubo que lamentar quince muertos y 45 heridos entre la población civil. Fue, sin embargo, en el pequeño pueblecito de Baabda, donde el embajador de España posee su residencia y donde estacionan permanentemente varias unidades israelíes, donde el fuego palestino causó los mayores estragos.

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Cincuenta y cinco bombas cayeron sobre el palacio presidencial de Baabda, obligando al presidente libanés, Elías Sarkis, a pasar varias horas en un refugio; pero, sobre todo, varios proyectiles alcanzaron importantes edificios administrativos utilizados por los israelíes y un depósito de combustible y municiones, que explosionó, incendíando a su vez algunos vehículos blindados. El Ejército israelí reconoció ayer que, tres de sus hombres murieron y otros veintiocho resultaron heridos en los enfrentamientos del domingo.

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