Fracasa la Conferencia de la ONU sobre Desarme
Aunque nadie esperaba resultados milagrosos cuando hace cinco semanas comenzó en Nueva York la Asamblea especial de la ONU para el Desarme, sí al menos cabía la esperanza de un mayor interés general de los 157 Gobiernos representados por los asuntos del desarme.Pero, en realidad, la reunión acabó sin pena ni gloria, aprobando unánimemente un documento insípido, que no vincula a una política de desarme en el mundo. "Hemos conseguido demasiado poco y demasiado inconsistente", reconoció el presidente de la Asamblea General extraordinaria sobre el desarme, el iraquí Ismat Kitani.
No es que faltaran las vedettes en la asamblea de la ONU a lo largo de casi todo el mes de junio. Desfilaron, desde el presidente norteamericano, Ronald Reagan, hasta el ministro soviético de Asuntos Exteriores, Andrei Groiniko, pasando por la primera ministra británica, Margaret Thatcher; el canciller de la República Federal de Alemania, Helmut Schmidt, e incluso el primer ministro de Israel, Meiriájem Beguín, quien habló de.desarme en plena invasión de Líbano.
Falló, para las coordenadas de la Administración norteamericana del presidente Reagan, la presencia del primer mandatario de la Unión Soviética, Leónidas Breznev. Presencia que la Casa Blanca había sugerido para organizar un primer contacto informal entre Reagan y Breznev.Pero, Moscú, al parecer, prefiere terreno neutral (Viena, Ginebra o Helsinki) para la futura cumbre entre los dos supergrandes, a celebrar en otoño próximo.
Quienes deben, marcar el comienzo de una política de desarme, o al menos de control en la carrera de armas, son Washington y Moscú. Por eso, la mayor esperanza de la asamblea de la ONU fue la coincidencia del inicio, el pasado 29 de junio en Ginebra, de las negociaciones START, destinadas a intentar un nuevo compromiso Este-Oeste para la reducción de armas nucleares.
Mientras en los pasillos de la sede central de la ONU, en Nueva York, se perdían diplomáticos y funcionarios en el bosque de grises documentos sobre desarme, la gente hacía oír sus inquietudes en torno al tema. Una manifestación monstruo, con más de medio millón de personas, protestó ante el rascacielos de la ONU por la ilógica carrera de armamentos para el futuro de la humanidad. La voz de la opinión pública tuvo tanto o más impacto en la Prensa norteamericana e internacional que las discusiones diplornáticas, que, pese a sus buenas intenciones, concluyeron en un rotundo fracaso, por fortuna de los prósperos conglomerados de fabricantes de armas de todo tipo y de los Gobiernos de países que sólo conocen el lenguaje de la guerra para aplicar su política.
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