'Ulises' y 'Luces de bohemia'
El James Joyce del profesor Richard Ellmann, además de ser el mejor libro sobre el genial autor irlandés, es una de las biografías literarias más extraordinarias editadas en lo que va de siglo. Y como cualquier biografía publicada en el mundo anglosajón, ofrece al estudioso un exhaustivo índice onomástico y de materias. En éste no consta el nombre de Ramón del Valle-Inclán. Tampoco en los libros que he leído sobre el escritor gallego abundan las referencias a Joyce. Sabemos que Valle-Inclán firmó la protesta -internacional contra la prohibición de Ulises, pero nadie, que yo sepa, ha estudiado una posible influencia de Joyce sobre su propia creación. ¿Conocía don Ramón Ulises? Más exactamente, mientras escribía Luces de bohemia, ¿pudo haber conocido algunos de los capítulos de Ulises que entre marzo de 1918 y diciembre de 1920 iban apareciendo en la Little Review, revista de la vanguardia literaria estadounidense?Luces de bohemia: Esperpento se publicó por primera vez en la revista madrileña España, entre julio y octubre de 1920. Por lo cual, teóricamente -pero no sabemos cómo-, Valle-Inclán pudo haber tenido conocimiento de los revolucionarios textos joyceanos.
El Dublín de Bloom
La figura del Ulises homérico obsesionó desde muy joven a Joyce, convirtiéndose luego para él en paradigma del héroe completo. Poco a poco fue surgiendo la idea de componer una Odisea puesta al día: la epopeya del hombre contemporáneo. Esta nueva Odisea la sitúa Joyce en Dublín, "dear, dirty Dublin" ("casi tan sucio como Madrid, entonces y ahora"). Su protagonista, Leopold Bloom, es dublinés hasta la médula, pero de extracción judía, lo cual, por haber sido errante esta raza, le relaciona con el eterno viajero Ulises.
En cuanto a la estructura de Ulises, tiene una perfecta y clásica unidad de tiempo y de sitio, digna de Boileau, puesto que la acción, circular, se desarrolla en un solo día -16 de junio de 1904-, además de en un solo lugar: vemos primero a Bloom por la temprana mañana, entregado a la noble tarea de conseguir y preparar su desayuno -riñones fritos-; luego le seguimos, paso a paso, durante un largo vagabundeo dublinés y, al final de la novela, le acompañamos en su vuelta a casa, a su particular Itaca, a eso de las tres de la madrugada. Durante este tiempo hemos tenido la sensación de ver a Dublín, de experimentar a Dublín, en toda su variadísima gama de gentes, voces, colores, olores, tacos, miserias y grandezas. Y digo grandezas también porque Bloom, a pegar de sus fallos y lacras, es esencialmente bueno, un pequeño héroe cotidiáno de la bondad que se mueve en medio de una sociedad asaz sórdida y egoísta.
El Madrid de Max Estrella
La acción del esperpento valleincianesco, situada "en un Madrid absurdo, brillante y hambriento", gemelo del Dublín de Joyce, también se desarrolla dentro de unas pocas y llenísimas horas, y a su protagonista, Max Estrella -modelado sobre la trágica persona de Alejandro Sawa-, artista fracasado, ciego, amargado, también le seguimos paso a paso, así como a Bloom, por las calles, tabernas, burdeles, calabozos, conversaciones literarias y hasta por una redacción de periódico (compárese Ulises, capítulo siete) de Madrid.
Leer Luces de bohemia, uno de los textos más alucinantes de Valle-Inclán, es recibir una impresión del Madrid de entonces de las más negras. Max está aprisionado dentro de un círculo de pobreza infernal, dantesco, del cual la única salida es la muerte (y, efectivamente, muere de frío aquella madrugada en la puerta de su casa). Pero, a pesar de sus desgracias, ha sabido mantener hasta el último momento su dignidad, y también su compasión y generosidad hacia los demás. Max, como Bloom, es esencialmente bueno.
La actitud de Valle-Inclán hacia Madrid-España, en definitiva, me parece bastante parecida a la de Joyce hacia Dublín-Irlanda: en ambos casos se trata de una mezcla de amor y de asco. Si para Joyce Irlanda es "la vieja cerda que se come su propia lechigada", Max considera que "la Leyenda Negra, en estos días menguados, es la historia de España".
Creo que a Joyce le complacería saber que en la reciente Feria del Libro de Madrid su Ulises ha sido uno de los libros más vendidos. A mí, como dublinés, tal éxito, cosechado -gracias al traductor, José María Valverde- en el centenario del nacimiento del autor, me llena de orgullo. Hoy habrá que desayunar, en conmemoración del Bloomsday, unos riñones fritos especialmente suculentos. Y yo brindaré también -con una taza de té- por el gran don Ramón de las barbas de chivo.
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