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Consultas urgentes entre Reagan y Breznev sobre la invasión de Líbano

La guerra de Líbano entró ayer en una fase de consultas al más alto nivel cuando el presidente Ronald Reagan y el líder soviético Leónidas Breznev se pusieron en contacto, confirmado por el secretario norteamericano de Estado, Alexander Haig, para intentar detener la escalada militar israelí que ha provocado ya diez mil muertos y heridos entre civiles libaneses y palestinos. Fuentes oficiales judías han negado que Reagan haya dirigido un ultimátum a Menájem Beguin conminándole a un inmediato alto el fuego. En Moscú y Washington aumenta el nerviosismo, mientras los israelíes estrechan el cerco de Beirut y Tel Aviv afirma haber derribado otros 20 Mig sirios.

El Ejército israelí estrechó ayer aún más su cerco en torno a la capital libanesa y mostró claramente su intención de conquistar Beirut al lanzar un ultimátum a las tropas sirias aquí estacionadas para que evacuen la ciudad. Veinte aviones de combate Mig sirios y dos helicópteros fueron abatidos por los israelíes en los combates del jueves.Cerca de un millón de personas -habitantes de Beirut, refugiados del sur del país, milicianos palestinos y libaneses- esperan prácticamente cercados en los veinte kilómetros del sector occidental de la ciudad el asalto del Ejército más poderoso de Oriente Próximo.

La artillería y la fuerza aérea israelíes preparan intensamente este asalto bombardeando posiciones militares y núcleos de población civil.

Convencida de que la invasión judía era inminente, la población de Beirut acaparó víveres a primera hora de la mañana y después se retiró a sus casas, desde las que, con un transistor permanentemente encendido, sigue las evoluciones de los aparatos israelíes en el cielo libanés.

A media mañana de ayer, la aviación judía lanzó sobre Beirut miles de octavillas amarillas en las que el general responsable de la zona norte de Israel, Amir Drouiri, señalaba en tono paternalista al general sirio Moharrimad Omar Hallal, que manda la 89 Brigada, con base en la capital libanesa, que, dada la superioridad numérica de los israelíes, les convenía abandonar la ciudad en las próximas horas.

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Los milicianos palestinos mantienen una resistencia desesperada en suburbios del sur de Beirut

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Al dorso de las octavillas, redactadas en árabe, el general israelí aconsejaba dos itinerarios de retirada para las tropas sirias, evaluadas por fuentes militares occidentales en tan sólo 1.200 hombres.

Este intento israelí de evitar el enfrentamiento con el Ejército de Damasco en Beirut resulta tanto más sorprendente tras la destrucción , el miércoles, de diecisiete baterías de misiles Sam-6 sirios. Las baterías de cohetes con que Damasco ha repuesto las pérdidas de la víspera fueron atacadas de nuevo ayer por los cazabombarderos judíos.

Incluso ayer, la aviación hebrea atacó duramente un gran cuartel sirio situado en la capital libanesa y bombardeó a las tropas sirias en el valle de Bekaa, así como a una caravana de refugiados en la frontera entre Siria y Líbano resultando muertas 57 personas y 75 heridas. En total, según cifras facilitadas por los palestinos, el balance de los seis días de guerra asciende a 10.000 víctimas.

Momentáneamente bloqueados a la salida de Jalde, a tan sólo cinco kilómetros al sur de Beirut, por la resistencia desesperada de milicianos palestinos, nacionalistas y chiitas libaneses, los israelíes bombardearon intensamente ayer los barrios sur y sureste de la capital libanesa para poder despejar el camino y reanudar su progresión.

La radio estatal libanesa interrumpió, por primera vez, ayer, a media mañana, su programación normal para transmitir música militar y canciones patrióticas entrecortadas por llamamientos en los que se pedía a la población que resista, respondiendo así a otra octavilla lanzada el miércoles por los israelíes, en la que se aconsejaba a los habitantes de Beirut que permaneciesen en sus pisos y sacasen banderas blancas por las ventanas para demostrar que no eran hostiles a los soldados del Tshal (ejército hebreo).

Condiciones precarias

A partir de mediodía de ayer, una vez acabadas las compras y con las tiendas cerradas, el centro bullicioso y comercial de Beirut, situado en torno a la calle Hamra, ofrecía el espectáculo de una ciudad desierta cuya quietud sólo perturbaban las sirenas de las ambulancias, los vehículos de milicianos palestinos que se dirigían hacia el Sur y algunos altavoces que pedían a la población que no perdiese su sangre fría. Las condiciones de subsistencia en la ciudad son cada vez más precarias. El teléfono urbano e internacional ha dejado prácticamente de funcionar; el agua y la gasolina escasean y sólo se dispone de cuatro horas y media de luz eléctrica al día.

Las Embajadas occidentales multiplican sus llamamientos pidiendo a sus nacionales que abandonen el país, y a mediodía de ayer sólo un embajador, el de Italia, Franco Luciolli, seguía trabajando en su despacho, intentando encontrar un medio de transporte para evacuar a sus compatriotas hacia Chipre.

Con el aeropuerto internacional y el puerto cerrados, rodeados por los israelíes por el Sur y Sureste, comunicada al Este con Damasco por una carretera frecuentemente bombardeada y cortada, y con un sector cristiano al Norte reticente a acoger refugiados libaneses, musulmanes y menos palestinos, miles de milicianos en armas y probablemente gran parte de la dirección de la Organización para la Liberación de Palestina, no tenían otra salida más que la de esperar al enemigo empuñando su fusil.

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