Hugh Thomas
Lhardy. Un siglo de consolas y candelabros. Hugh Thomas, entre Juan Grijalbo y Ramón Tamames. La Prensa asilvestrada, puesta a manteles, y las especies protegidas del socialismo y el comunismo. Hugh Thomas o el hispanista hispanizado. Mayormente, porque lo que se montó anoche en tomo de él, más que de. su nuevo libro -Una historia del mundo- fue la guerra civil con artesonado. Thomas hizo una graciosa presentación de su libro, pero en seguida Ramón Tamames, que ya se ha leído el principio y el final, se levantó a decirle que, desde que es lord y consejero de la Thatcher, se ha desrepublicanizado, por lo que se refiere a España, y que, aunque su nuevo libro sea muy juvenil, Thomas se ha vuelto muy conservador.Además, cita a José Antonio Primo de Rivera y no cita a Azaña. Giral, republicano de apellido histórico, se vuelve por encima del hombro para decirle a Thomas que ya en su Guerra civil había sido injusto con Azaña, por falta de estudio de la figura, en vista de lo cual, Thomas, ahora, muy londinensemente, le suprime. Ramón vuelve sobre lo de la juvenilidad del último libro del pequeño lord (Thomas es o parece aún muy joven), y su mujer, Carmen, le avisa desde el otro lado de la mesa:
-Que eso ya lo has dicho antes, Ramón.
Serrano Súñer no ha venido al conocer la lista de comensales. "Y qué pinto yo ahí", le había dicho a Grijalbo. Múgica recuerda, a quienes acusan de desrepublicanización a Thomas, que Largo Caballero, en su última carta a los trabajadores españoles, les decía que más que "República" hay que pedir "Libertad". Y que ahora la tenemos.
Tamames le recuerda a Múgica las lecturas comunes de la Universidad, irónicamente, y Carlos Zayas recoge el cuero servido a los extremos para decir que también él padeció los consejos de Enrique Múgica. Luego, se manifiesta el amigo más antiguo y entrañable de Thomas en España, para seguidamente dejar a este amigo en la leprosería de su conservatismo. Thomas no ha citado a Azaña, pecado mortal republicano en la España monárquica, pero sí a Lerroux, en la conversación, y alguien con mala memoria me quiere recordar una canción que rimaba Lerroux con Pidoux. Yo la recuerdo perfectamente y en seguida la cantamos a dos voces, con el whisky de la sobremesa: "Un viejo de Pidoux / amigo de Lerroux". Aquí el personal es que no ha vivido.
El corresponsal de Newsweek hace saber desde atrás que el actual libro de Thomas ha obtenido un importante premio oficial en Gran Bretaña. En Gran Bretaña, como aquí, un premio oficial es una daga damasquinada en el corazón del autor. Por eso uno no se presenta. Me pregunta Grijalbo si tengo algo que decir:
-Yo, como soy más de izquierdas que Tamames, no he ido personalmente a recoger el libro, porque los libros me los lleva a casa el motorista.
Thomas me dice que hay un capítulo para mí. Cuando el rojerío quiere ir más allá que Tamames (el guerracivilismo se ha generalizado y esto es ya la toma del Cuartel de la Montaña, pero en Lhardy), Ramán se defiende muy madriles:
-Que os veo el plumero, tíos.,
Ana Dexeus, de Grijalbo, sufre por su autor, por su amigo, por su pequeño lord: "Es un hombre ideal, nunca quiere cobrar", me dice. Thomas, muy británico, nos advierte que el representante de su Embajada -plata planchada del pelo, cuello almidonado de la camisa/pijama- ha venido para contarle a Thatcher si el escritor bebe demasiado.
Efectivamente, el hombre l casi (como decía Ortega de los diplomáticos) pierde sus ojos en la copa. A todos nos honra el que no hemos leído el libro. Thomas sonríe como un lord a este pueblo de cabras locas.
El otro y yo seguimos con la copla borracha: "Un viejo de Pidoux / amigo de Lerroux..."
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