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Un público moderado llena un estadio para oír a los Rolling Stones en Rotterdam

El grupo inicia en Holanda su gira europea del 20º aniversario

Soledad Gallego-Díaz

"Time is on my side" (El tiempo está de mi lado), cantaba Mick Jagger, y casi 50.000 personas coreaban "Yes, it is". El tiempo está de parte de los Rolling Stones, los viejos Stones, que han sido capaces de abarrotar hasta la bandera, como en los mejores tiempos, el estadio del Feyenoord, en Rotterdam; daban comienzo así a su gira europea, con la que conmemoran su veinte aniversario, y que les llevará el 7 de julio a Madrid y dos días más tarde a Barcelona.

Pocos adolescentes entre el público, poco quinceañero a duro, con chaquetas claveteadas y pelos de colores. Mick sigue siendo insuperable en el escenario, pero su público no es ya aquel que se desmayaba o sufría crisis de histeria ante sus contorsiones o desplantes de clara simbología sexual. Nadie se vuelve loco ahora cuando Mick coloca el micrófono en la bragueta del pantalón para tener libres las manos y marcar el ritmo. Ahora se va a ver a los Rolling para disfrutar, no para demostrar nada. Se baila, se canta con ellos, se grita, pero todo dentro de una cómoda moderación. ¿Acaso ellos no han entrado también en el establishment? Bien es cierto, como dice Keith Richards, el guitarrista más loco del grupo, que ese establishment hizo lo que pudo para hundirles durante largos años. Era la época de la droga, y Keith y el propio Mick pasaban más tiempo ante los tribunales que subidos a un escenario. Ahora -me contaba un periodista que fue a entrevistar a Richards a Massachusetts-, cuando preparaban su gran gira norteamericana, el guitarrista fuma incasablemente marlboros, y miró con desconfianza a un fotógrafo que lió un canuto. Keith se negó a participar en la rueda.

Arrugas de la edad

En Rotterdam, la edad media de los 50.000 espectadores superaba los veinte años e incluso se podía ver un nutrido grupo de treintañeros, informalmente vestidos, pero ya con las calvas y las arrugas de la edad. Tal vez no fueron ellos los que más disfrutaron, contra lo que se podía pensar, porque los revivals hacen daño, y Jagger está demasiado bien a los 43 años como para que no le entre a uno mala conciencia por haberse dejado ir y permitir esos kilos de más o ese desfonde físico. Mick está perfecto, elástico, incansable, capaz de arrastrar a sus espectadores durante dos horas y cuarto sin dejar decaer la marcha. Time is on his side, pero puede que no estuviera del lado de muchos de los que abarrotaban el estadio holandés. Quienes más gritaban, cantaban y aplaudían eran los jóvenes de veinte años, los hermanos pequeñitos de aquellos otros que acudían a sus conciertos hace diez años. Los Rolling siguen teniendo un público incondicional en esa generación que escuchó sus discos en casa, aunque entonces fueran demasiado pequeños para reunir el dinero que costaban.El ambiente en 1982 ya no es, aquel de tensión de finales de los sesenta. El miércoles, hasta los policías a caballo que vigilaban el estadio -bajo un sol digno de climas tropicales- se colocaban entre risas una gorra de los Rolling o la chapa conmemorativa del concierto. El orden fue perfecto, asegurado no sólo por la policía holandesa, sino por un servicio interno de 250 personas con camisetas blancas, en las que se leía bien grande Seguridad, y que parecían sacados de los muelles del puerto de Rotterdam, el más importante de Europa.

Orden y facilidades. La entrada más cara costaba unas 1.600 pesetas, pero se podían conseguir otras por unas mil, sin necesidad siquiera de esperar a que comenzaran los Rolling y la reventa se viera obligada a liquidar sus existencias. Por ese módico precio, los espectadores tuvieron derecho a un espectáculo de siete horas de duración, con algunas interrupciones para buscar bocadillos y cervezas (no se podía entrar ni una lata en el estadio). Como teloneros, dos grupos de rock, uno de los cuales, la J. Geils Band, logró calentar bien el ambiente, pero lo importante eran ellos, los Stones, los Rolling, y no defraudaron: dos horas y cuarto de música a todo tren (dos toneladas de material acústico probado para la gira en el Reino Unido y, Dinamarca), con numerosas canciones de Tattoo you, y clásicos como Not fade away o el mencionado de Time is on my side. Hubo pocas novedades, pero las hubo: algunas de las canciones nuevas de disco live, que los Rolling lanzan este año en el mercado europeo. Y para terminar, un único bis y un truco formidable para lograr acallar los aplausos y gritos de "Más, más". El espectáculo finaliza con un magnífico castillo de fuegos artificiales , que distrajo a los fans y permitió que los Rolling abandonaran el estadio a toda : risa. El escenario, algo soso, con luz natural, cobra más fuerza con la estupenda iluminación eléctrica que rodeó el debú de los Rolling, tras seis años de ausencia.

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