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La guerra en el Atlántico sur

El presidente panameño razona la ruptura entre las dos Américas

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Este es el texto completo de la carta enviada por el primer mandatario panameño Arístides Royo a su homólogo norteamericano Ronald Reagan referente al conflicto anglo-argentino y a lo que califica como la ruptura en el continente americano entre latinos y anglosajones.

"Señor Presidente: Me hago eco de las preocupaciones que usted me expresó en su carta del pasado 2 de mayo. Efectivamente, en poco tiempo, el conflicto anglo-argentino dejó de ser un problema bilateral y, abarcando a todos los países del área, ha sometido a grave prueba los principios y procedimientos en los cuales venía sustentándose el sistema interamericano. De hecho, se ha agregado una nueva zona de tensión internacional, añadiéndose otro problema para el mantenimiento de la paz mundial.Como usted sabe, por razones históricas mi país es particularmente sensible a cuanto atañe a la recuperación y preservación de la integridad territorial y la soberanía, así como a los principios del derecho y de las negociaciones pacíficas y constructivas para solucionar las diferencias internacionales, y para restablecer la justicia en las relaciones entre los Estados. Precisamente, su país y el mío demostramos al mundo que este camino es correcto y factible, al convenir el programa descolonizador contenido en los Tratados del Canal, que ahora se encuentran en proceso de ejecución (...)

Con ello, nuestros dos países señalaron a la comunidad mundial que, hoy por hoy, persistir en situaciones coloniales o de usurpación territorial, además de ser moralmente hiriente, constítuye un hecho antijurídico que violenta la conviviencia pacífica entre las naciones y se convierte en causa primaria de sucesivos conflictos. Significa que en la comunidad americana y mundial, el colonialismo, la alienación de los recursos patrimoniales de cada nación, así como la desigualdad y la dependencía económica, son causa de reiterados conflictos, especialmente cuando no se acompañan de negociaciones que, efectivamente, proporcionen resultados oportunos y satisfactorios.

Eliminar las causas de conflicto

Por ello, para los latinoamericanos, respetar el principio del derecho significa eliminar real y efectivamente esas causas de conflicto, ya que este es el camino más positivo para evitar tales confrontaciones.

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Es un hecho que las resoluciones sobre descolonización acordadas en el seno de la Organización de las Naciones Unidas han sido largas e irritantemente desoídas durante la ocupación británica de las Malvinas y de sus dependencias. La conducta argentina para reivindicar su honor e interés nacional no ha sido la causa, sino el resultado de una situación injusta e inaceptable, agudízada por la pertinaz negligencia del Reino Unido para llegar a un arreglo pacífico, luego de largos años de infructuosas negociaciones. Ha sido el Reino Unido quien erosionó hasta el agotamiento el principio del Derecho al negarle no sólo resultados, sino incluso esperanzas al proceso negociador.

Argentina ha actuado en legítima defensa de sus derechos históricos y lo ha hecho para canalizar su caso en la dirección solicitada por el Derecho y los acuerdos inernacionales. El empleo de la violencia ha caracterízado a la respuesta británica, no sólo por la desusada movilización de fuerzas, sino por el humillante incremento de la presión militar y por la orquestación de agresiones económicas, durante este nuevo período de negociaciones. El uso desmesurado de la fuerza ha dejado nuevamente en duda la sinceridad de la disposición británica para elaborar una solución diplomática.

La causa del colonialismo y el uso de la fuerza invariablemente asociado al mismo es una mala causa. Los latinoamericanos hemos tenido que lamentar que nuestros amigos de Estados Unidos ahora se encuentren identificados con ella por su apoyo a la violencia que los británicos están practicando en Argentina. Secundar de hecho el uso de la fuerza no es la mejor forma de defender el principio del Derecho. Antes bien, de no haber terciado este apoyo decisivo habría sido más factible lograr un acuerdo negociador para la solución pacífica de esta disputa. La búsqueda de una solución digna y justa, acorde con el principio del Derecho, requiere retirar todo respaldo al ejercicio de la fuerza por el Reino Unido, el cual lo ha convertido en su principal argumento de negociación y es la mayor dificultad para su terminación diplomática del conflicto.

Pretender cancelar las diferencias por medios militares sólo resultará en cargar de agravios el presente y ensombrecer el futuro con las frustraciones, resentimientos y renovadas disputas que serán consecuencia de los errores que ahora se cometen.

Uno de estos errores ha sido el de abandonar la doctrina que anunció el presidente Monroe hace siglo y medio y que, defendida por Adams, Jefferson y Clay, fue inspiración y guía de la política internacional de la subsiguientes generaciones norteamericanas. Esa doctrina, que algunas veces fue mal interpretada o utilizada para justificar intervenciones norteamericanas contra nuestros países -interpretación o mal uso que siempre rechazaremos- fue baluarte de la democracia y unidad de los pueblos del Nuevo Mundo contra los designios expansionistas de las potencias extracontinentales. Como tal, fundamentó las relaciones hemisféricas sin precedentes en la historia de los pueblos al unir Norte y Sur en un sólo haz de voluntades libertarias.

Habiendo sido rota hoy la doctrina Monroe por quienes debían ser sus principales custodios, resultan enfrentados entre sí los intereses de los pueblos de ambas Américas, en virtud de esta extraña identificación de Estados Unidos con los estertores del colonialismo europeo. Aunque pueda parecer paradójico, hemos de ser los latinoamericanos, quienes desde ahora seamos herederos y portavoces de aquel sabio principio que en otro tiempo iluminó la política norteamericana. Ello, naturalmente, afecta la comprensión que en lo sucesivo tengamos de las relaciones hernisféricas.

Reconociendo el auténtico derecho que tiene Argentina de recuperar las Malvinas y de sus dependencias, mi Gobierno ha apoyado desde siempre su descolonización. Sin apartarnos de nuestro apego a la paz, reiteramos que el encauzamiento jurídico de las soluciones sólo puede lograrse mediante el reconocimiento de la soberanía argentina y en la determinación de los derechos residuales que puedan haber adquirido sus ocupantes. Atentar contra este procedimiento por medio de la fuerza, como lo hace el Reino Unido, constituye una innecesaria e injustificable agresión contra un pueblo hermano, que la mayoría de los Gobiernos latinoamericanos ha condenado ya. Tan amplio clamor de la gran mayoría de las naciones de este continente merecería ser escuchado por Estados Unidos.

Panamá y Estados Unidos se encuentran vinculados por los Tratados del Canal, de los cuales forma parte un pacto de neutralidad que mucho apreciamos y que responde a los mejores intereses de ambas naciones. De acuerdo con el mismo, se justifica temporalmente la presencia en mi país de instalaciones y personal militar norteamericanos que, conjuntamente con la fuerza armada panameña, deben destinarse específicamente al exclusivo propósito de proteger y defender el canal de Panamá hasta el último día del año 1999.

Dados los indisolubles vínculos históricos, étnicos y culturales que nos ligan con el pueblo argentino y los demás pueblos latinoamericanos, así como nuestra adhesión a su empeño nacional, nos preocupa el estricto cumplímiento, de la letra y el espíritu de los Tratados del Canal en cuanto concierne también a las actividades militares, o relacionadas con actividades militares, que puedan tener lugar en o desde territorio soberano de Panamá. Por ello, solicitamos la formal promesa del Gobierno estadounidense de que ninguna de esas instalaciones y personal, o las áreas que utilizan, se verán relacionadas con acciones que, directa o indirectamente, contribuyan a perjudicar intereses argentinos o de cualquier otro pueblo latinoamericano, o propendan a favorecer las acciones británicas que los panameños desaprobamos.

Mi Gobierno reitera su mejor disposición para contribuir al diálogo y el entendimiento entre las partes, en bien de la paz y la concertación de acuerdos para la definitiva eliminación de las causas de conflicto (...)

Atentamente, Arístides Royo, presidente de la República de Panamá".

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