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Asturias rinde homenaje al 'espíritu tolerante y riguroso' del pensador Pedro Caravia

Fue presentado ayer en Oviedo un libro-homenaje dedicado al filósofo Pedro Caravia Hevia, descendiente de una familia de hidalgos rurales, oriunda de Caravia (Asturias), discípulo de José Ortega y Gasset y Claudio Sánchez Albornoz, crítico de arte, compañero único y amigo impar de María Zambrano, según afirma la propia escritora exiliada en Ginebra. En este homenaje se resalta el carácter tolerante, abierto y riguroso de la persona y la obra de este entrañable pensador asturiano.

En el acto de presentación de este libro de la Caja de Ahorros de Asturias intervinieron, entre otros, Matías Rodríguez Inciarte, ministro de la Presidencia del Gobierno, que fue alumno de Pedro Caravia, y Gustavo Bueno, catedrático de Filosofía de la Universidad de Oviedo. Rodríguez Inciarte escribió para el libro un artículo en el que afirma que Pedro Caravia enseñó a sus alumnos, como catedrático de Filosofia del Instituto Alfonso II, de Oviedo, "su tolerancia, su sensatez, su rigor, su fe en el diálogo como instrumento para entender primero y para intentar resolver después los problemas".El libro-homenaje incluye escritos de María Zambrano; Rafael Lapesa, Jorge Guillén, José María Quiroga Pla, Francisco Fierro, Antonio Gamoneda, Gustavo Bueno, Jorge Demersón y Jorge Bustillo.

La pensadora exiliada en Ginebra quería estar presente en este acto, celebrado en el hotel de la Reconquista, en el que volvería a encontrarse con Pedro Caravia, después de más de cuarenta años de alejamiento sin haber establecido contacto alguno. La quebrantada salud de María Zambrano impidió este reencuentro, que además hubiera sido un regreso del exilio que desde el final de la guerra civil española le mantiene alejada de nuestro país.

María Zambrano recuerda en su artículo, titulado Compañero único y amigo impar (Ginebra, 16 de abril de 1982), a Pedro Caravia, cuando ambos estudiaban en las aulas mínimas de la facultad de Filosofía de la Universidad de Madrid. Leían entonces, gracias a Ortega, El puesto del hombre en el cosmos, de Max Scheler, y escuchaban las penetrantes explicaciones del profesor Zubiri.

"Era cosa de amor, sin duda", afirma María Zambrano, "eso se me reveló sin mucho tardar, cosa de amor lo que se celebra en la ironía de Pedro Caravia y en su negativa a escribir y, hasta inusitado, a publicar". Por fin, un día, Pedro Caravia accedió a los ruegos de su amiga y le dio a leer algo sobre Don Juan. Esas hojas acompañan aún a María Zambrano. La divergencia de sus destinos les hizo perderse de vista. "A fuerza de apurar el destino que nos tocó en suerte, concluye, "hemos venido a encontrarnos de nuevo en el lugar que ya no puede perder, me digo. Un lugar claro, dado por la fidelidad y la profunda obediencia que es libertad, ganado día, donde el conocimiento y la misma vida se anuncian en verdad".

En una entrevista que incluye el mismo libro, el homenajeado dice: "Yo tuve una compañera única, que era María Zambrano", Para Gustavo Bueno, Caravia es una figura ilustrada, crítico universal, sutil e irónico. Rafael Lapesa pone de relieve su mesurada compostura, tan ejemplar como rara, la ponderación de sus juicios, su palabra limpia y noble y su mente equilibrada y clara, y Francisco Fierro revela que aprendió en sus clases a no confundir valor y precio, a desvelar la sustancia de los percales de la apariencia.

Caravia nació en Gijón el 16 de marzo de 1902. Durante su vida ha desarrollado una intensa y fecunda labor cultural. Es una de las personalidades asturianas de de mayor relieve.

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