Juan Pablo II pide a los campesinos que aúnen el trabajo con la oración
Después de Fátima, baluarte del anticomunismo portugués, Juan Pablo II voló ayer en helicóptero a la pequeña ciudad de Vila Viçosa, a dos pasos de la frontera española, concretamente en el Alentejo, en la parte oriental del monte Boro, baluarte del partido comunista.
Aquí dirigió su discurso a los campesinos, quienes durante la revolución de los claveles rojos recibieron en propiedad las tierras, perdiéndolas parcialmente de nuevo en el período de la posrevolución. En este pueblo, grande, de 4.000 habitantes, que recuerda un rincón de Extremadura, con sus casas blancas, está viva una dura batalla en el campo de la reforma agraria. Los comunistas no se opusieron a que viniera el Papa, convencidos de que Juan Pablo II, conservador en Fátima, se iba a poner aquí de parte de los labradores.El papa Wojtyla, muy atento al público que tenía delante, arrancó el primer aplauso cuando empezó recordando que Juan XXIII, "hijo de una familia campesina", había sido el Papa que "más se había interesado por los problemas de la vida agrícola".
Antes, uno de los labradores presentes había dirigido unas palabras al Papa, "con nuestro lenguaje sencillo, señor santo Papa", dijo. "Vosotros", le respondió Juan Pablo II, "debéis ser los artífices del progreso de la agricultura como elemento del desarrollo económico y social del país. Haced, pues, lo posible para desarrollar el espíritu de iniciativa promoviendo la entrada de jóvenes clasificados en las empresas agrícolas".
Y el aplauso más fuerte estalló cuando pronunció la frase que tanto esperaba la izquierda más radical: "Sería magnífico", dijo, "si los labradores pudieran trabajar en tierras de su propiedad, creando empresas verdaderamente eficientes".
Gastos en armamento
E inmediatamente un pasaje dedicado a la problemática internacional: "Los gastos en el mundo deberían ser reducidos (por ejemplo, en los armamentos) para garantizar a todos los países un mínimo de condiciones necesarias para el desarrollo global, sobre todo en lo que se refiere al sector agrícola".
Si esto no se realizara, afirmó el Papa, "el mundo contemporáneo, que, a pesar de su enorme progreso científico y técnico, vive bajo el terror de una gran catástrofe, podrá invertir sus grandes éxitos si la guerra acabara prevaleciendo sobre la paz".
¿Cómo realizar un progreso armónico y progresivo de la agricultura y una auténtica reforma agraria? Según el papa Wojtyla, "deberá encuadrarse en un programa global de los diversos sectores de la economía nacional que tenga presente los objetivos humanos fundamentales", y esto, añadió el Papa, "no significa sólo un aumento de la producción, sino también una distribución *equitativa del producto del trabajo". Aquí aplaudieron fuerte también los comunistas.
Donde los dos mundos, el marxista y el católico, volvieron a dividirse fue cuando Juan Pablo II abordó los medios con los cuales los labradores podrán conseguir estos objetivos, a los que, según el Papa, tienen derecho. Juan Pablo II acabó diciendo que debían "unir al trabajo la oración para vencer con constancia y serenidad las dificultades y las incomprensiones, para estar más alegres durante el trabajo, construyendo así una sociedad mejor y más feliz".
Cantos en polaco
En la Universidad Católica, después de haber empezado a leer el discurso traído escrito desde Roma, se interrumpió diciendo que era demasiado largo, y empezó a conversar con los estudiantes con quienes acabó cantando en polaco.
Y la jornada de ayer, intensa en encuentros y discursos, acabó con la gran concentración de cientos de miles de jóvenes en el parque de Eduardo VII, en el centro de Lisboa.
El Papa recibió en audiencia privada, en Lisboa, a don Juan de Borbón, conde de Barcelona y padre del Rey de España.
Hoy será la última y más dura jornada del viaje lusitano del papa Wojtyla, que dejará temprano la capital para encontrarse, en la famosa Universidad de Coimbra, con los intelectuales; en Sameiro, con las familias, y en Porto, con los obreros.
Desde Porto regresará a Roma, donde llegará hacia las diez de la noche después de haber recorrido, en esta nueva maratón de sus viajes apostólicos, casi 5.000 kilómetros y pronunciado más de treinta discursos.
La voz del Papa se impuso a los gritos en español
Durante el encuentro con los campesinos en Vila Viçosa, ayer mañana, a sólo 50 kilómetros de la frontera, los españoles presentes eran, según el portavoz del Vaticano, unos 5.000. El entusiasmo de esta romería española dio lugar a una discusión entre el Papa y el público.A poco de iniciarse su discurso, los españoles empezaron a gritar a todo pulmón: "Juan Pablo, amigo, España está contigo". El Papa se calló y escuchó, comentando en portugués: "Oigo la voz de España" Aumentan los gritos y Juan Pablo II corta: "Quiero decir a los españoles que estamos en Portugal". En este momento, los portugueses empiezan a gritar "Juan Pablo, amigo...", pero en portugués. El Papa dice: "Ahora sí que se siente que estamos en Portugal". Se introducen de nuevo los españoles, gritando: "Juan Pablo, amigo, la Iglesia está contigo". Los gritos portugueses y españoles se confunden. El Papa empieza a ponerse un poco nervioso y zanja con voz seria: "Debe sentirse también la voz del Papa". Todos se callaron y Juan Pablo II continuó su discurso.
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