_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La oferta de Reagan

LO QUE se llama nueva actitud de Reagan con respecto a las negociaciones con la Unión Soviética en materia de reducción de armamentos nucleares equivale a las otras veces en que se ha subrayado la de Breznev en el mismo sentido; es decir, una forma de presentar su voluntad de pacifismo y un fondo de perseverancia en sus actitudes. Ninguno de los dos Estados varía su postura esencial: Reagan, al proponer la reducción de las actuales armas nucleares estratégicas por lo menos en un tercio, entiende que la URS S tiene una superioridad actual y que, por tanto, le correspondería anular mayor número de armas que a Estados Unidos para llegar al equilibrio; Breznev considera la situación al revés y pretende que Reagan renuncie a la instalación de los euromisiles. Es decir, la dificultad del diálogo continúa. Pero no es mala noticia que los dos países traten de resolver estas diferencias mediante la negociación: más o menos esta negociación se mantiene latente en Ginebra y, ahora, se reactivaría en junio para llegar a un posible acuerdo en octubre, fecha ya prevista para el encuentro personal de los dos estadistas.¿Ha podido influir en el presidente americano la nueva situación creada por las Malvinas? Probablemente sí. El incidente, que es ya casi una guerra, ha ido creciendo y creciendo, sin que la diplomacia consiga detenerlo, y ha trastocado todas las relaciones mundiales, ha obligado a Reagan a mantener una posición pro-británica y ha aumentado su sensación de aislamiento. Todo el miedo manifiesto a que la URSS esté penetrando en América Latina por la vía de las guerrillas, se convierte en verdadero pavor al pensar que pueda hacer una entrada en tromba por medio de las Malvinas, hasta a partir de Cuba. La idea de que los Mig soviéticos -cubanos o manejados por la URSS desde las bases cubanas- pudieran entrar en acción contra los barcos británicos es, efectivamente, pavorosa. Una Unión Soviética paladina de la lucha anticolonialista que reconquistara el puesto perdido dentro del Tercer Mundo es lo que menos puede desear Reagan. Su aproximación actual a un diálogo con Moscú ancla forzosamente algunas de sus motivaciones en esta crisis. Y no hay que descartar igualmente la enorme influencia de dos disparos, el que acabó con el General Belgrano y el que hundió al Sheffield. Estos disparos nos han dado una idea del poder destructivo de armas catalogadas como convencionales por su carga no nuclear. La imagen de una posible guerra, aún limitada, en un futuro no lejano, es tan fuerte ahora que va a contribuir a potenciar los movimientos pacifistas, lo mismo en los Estados Unidos que en Europa. Pues el pacifismo mismo no es sólo fruto de un sentido moral o de un tipo de militancia sino que también procede de un sentimiento de miedo y angustia que abarca a toda la humanidad.

Por todo ello, y aunque se mantengan las posturas de fondo, puede decirse que la nueva oferta del presidente americano supone de hecho un intento de distensión y un cierto viraje de su actitud. Nada definitivo ni nada trascendente, sin embargo, si sólo se habla de número de cohetes y cabezas nucleares y no se dice nada sobre cuales sean los verdaderos caminos que nos permitan recorrer la utopía de que estas bombas atómicas no van a ser utilizadas jamás. Pero el mundo tiene derecho a agarrarse, aunque sea como a un palo ardiendo, a cualquier síntoma de diálogo y de tolerancia que los dirigentes de las grandes potencias aparenten. Las negociaciones sobre reducción de armamentos no son por sí mismas una oferta de paz pero pueden ayudar a reducir los riesgos de una guerra.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_