La noche del 'blues'
La previsible mediocridad de la programación jazzística de estas fiestas se vío rota, también previsiblemente, por la grata presencia del blues en la carpa de las Salesas. Allí, en pleno ambiente sanferminero y bajo los cristalitos de la arañas colgantes que iluminan el recinto, se nos vino encima una representación bastante extensa del blues de Chicago, entiendase blues eléctrico y urbano.Comenzó la cosa de forma discreta y tranquila, con el grupo que a lo largo de la noche serviría de soporte a los respectivos solistas. El primero de los cuales fue el joven guitarrista Melvin Taylor, un músico con unos dedos imposibles de seguir e influido tanto por bluesmen ortodoxos como por el sonido de Santana.
Cuando ya la gente estaba tan contenta, salió a escena el improbable Lefty Dizzy Williams, elegantísimo en el vestir y lleno de trucos a la guitarra. Había quienes pensaban que esto del blues era simplemente un señor con una guitarra acústica lanzando quejas al mundo, pero Lefty Dizzy mostró por qué el rythm and blues es uno de los ancestros más directos del rock and roll. Y supuesto que la carpa contempla más presencia juvenil que otra cosa, puede calcularse lo bien recibida que fue su espectacular presencia.
Sin embargo, lo mejor estaba por llegar. En la figura del saxofonista y cantante Eddie Shaw. Como saxo, Eddie es muy correcto, pero cuando canta posee una expresividad y una vitalidad verdaderamente exultantes. Tanto es así, que de vez en cuando dejaba los micrófonos y se acercaba a las primeras filas cantando sin amplificación, como una especie de demostración de fuerza que la gente premiaba con un silencio absoluto seguido de una ovación estruendosa.
El último de la tanda fue Lonnie Brooks. Aquí la guitarra ya pasaba de técnica o de trucajes y se identificaba con la verdadera raíz del blues: el alma. Su guitarra explicaba las cosas dejando a la gente colgada de su discurso y plenamente dispuesta a llegar hasta donde ese señor quisiera con su técnica pausada, con su inteligencia y su sensibilidad. Fue una estupenda noche de un género que pocas veces puede escucharse en nuestro país. Lástima que el sonido no fuera tan brillante como los instrumentistas. Tal vez porque las columnas de sonido fueran de fabricación casera, tal vez por mala suerte.
Babelia
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