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Tribuna
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Caza mayor

El Don Pasquale, Dramma buffo in tre atti, con libreto de Michele Accursi y música de Gaetano Donizetti, se estrenó en el Théatre-ltalien, de París, el 3 de enero de 1843. Forma parte, junto a La serva padrona, de Pergolesi; Il Barbiere di Siviglia, de Rossini; Falstaff (1893), de Verdi, y Gianni Schicchi, de Puccini, de las obras maestras de la ópera bufa italiana.Esta comedia, agria y lírica, hilarante y sabia, ha sido maquinada como una partida de caza. El cazador, Don Pasquale, es un anciano, de casi setenta años, que guarda, bajo sus maneras paternales, las apetencias de un fausto rentista. La presa se llama Norma, joven enamorada de Ernesto, sobrino pobre del viejísimo ricachón. Hasta el rondó final, que celebra el encuentro de los amantes y el chasco del grotesco pretendiente, se llega a través de un edificio construido con los materiales, variadísimos, del engaño. Un muestrario de mentiras muy matizado. El doctor Malatesta, para que el lobo decrépito renuncie a la avispada oveja, simula un falso matrimonio pensado para que el carcamal se asuste y retire la jaula y la red.

Más información
'Don Pasquale', de Donizetti, en la temporada madrileña de ópera

A la vez

Norma se mostrará sumisa y simplona hosca y dominante, despilfarradora y adúltera. Todo es falso, todo es auténtico. La mutación de trampas va levantando distintas piedras donde dormitaban distintos alacranes, en una operación de secretillos mohosos desvelándose a la vez. El dúo descubre el truco y la mezquindad, la simultaneidad del cuarteto permite conocer al tiempo lugares y simulaciones, la stretta (aceleración final) lleva al paroxismo un diálogo de sordos con cuatro voces y ocho oídos.

La jornada de caza ha servido para que de su guarida no salgan conejos ni gacelas, sino bichos más sinuosos, los mamíferos que mejor se camuflan: las contradicciones. ¿Y cuáles son las contradicciones del solterón burgués? Dos principales: la presunción ,vestida de respetabilidad y sobre todo, el enigma insoluble que supone pretender conciliar dos aficiones antagónicas que jamás se satisfarán juntas: la lujuria y la avaricia.

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