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La mediación del Rey

La carta dirigida por don Juan Carlos al secretario general de la ONU, en la que ofrece su ayuda para contribuir "a la consecución de la paz y de la justicia" en la guerra de las Malvinas, encierra el sentir más profundo de la generalidad del pueblo español, que, desde un primer momento, a través de su Gobierno, se ha mostrado firmemente partidario de una solución negociada del conflicto, e incluso se ha ofrecido como mediador entre los contendientes. Una vez más, por tanto, el Rey ha entroncado con el sentimiento mayoritario de nuestro pueblo y, una vez más, asimismo, se ha puesto desinteresadamente al servicio de la paz" el diálogo y el entendimiento. (...)En un momento como el presente, cualquier mortal está moralmente obligado a ponerse al servicio de la paz. Y, en este caso, más aún España, que vie con dolor cómo éste conflicto sin sentido se para a Europa, "a la que por tantas razones pertenecemos", y a la comunidad iberoamericana, "a la que nos sentimos tan vinculados por la sangre y por la Historia". Pero estos lazos que nos unen con los dos continentes constituyen, al mismo tiempo, una posición inmejorable para mediar en un conflicto que ya ha llegado demasiado lejos y ha supuesto la irreparable pérdida de cientos de vidas humanas. (... )

Como ha señalado don Juan Carlos, "todos los, problemas tienen solución justa y honorable mediante conversaciones y medios pacíficos, con espíritu de paz, sin llegar a consecuencias irreparables". Se trata precisamente, ahora que quizá estemos todavía a tiempo, de impedir que el conflicto llegue a un punto sin retorno o, al menos, sin otro retorno que la derrota de uno de los países beligerantes, después de haber provocado miles de muertes en las filas de ambos bandos. Tanto el Gobierno británico como la Junta argentina están ahora llamados a poner el ahorro de vidas humanas y la consecución de la paz negociada por encima de todo, incluso por encima de sus respectivos intereses de permanencia en el poder.

Ya fue trágico que los primeros, intentos de negociación resultaran infructuosos a causa del empecinamiento de ambas partes, pero sería más trágico aún queahora, cuando aquellos primeros empecinamientos han costado Y a cientos de vidas, se rechazara una nueva tentativa de diálogo. El Rey español, declarándose incapaz para "contemplar sin conmoverme profundamente la pérdida de vidas humanas" derivadas del conflicto y ofreciendo sus buenos oficios, ha dado un claro ejemplo de hombre de paz. Esperemos, por el bien de todos, que sus palabras no caigan en el vacío de la irresponsabilidad.

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7 de mayo

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