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Reportaje:

El 'superproceso' de Roma pone sobre la mesa los grandes enigmas que rodean a las Brigadas Rojas

Juan Arias

La Prensa italiana lo ha definido como el superproceso. Se calcula que no durará menos de seis meses. Los implicados que se sientan en el banquillo enjaulado son 63. La acusación principal que pesa sobre los miembros de las Brigadas Rojas es la de haber secuestrado y asesinado a uno de los personajes clave y más prestigiosos de la historia italiana contemporánea: Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, el partido de mayoría relativa que ha regido, como protagonista principal, los destinos del gobierno de esta nación durante los últimos cuarenta años.

Moro era, además, el hombre que estaba dispuesto a incorporar paulatinamente el partido comunista de Enrico Berlinguer a las tareas de gobierno en el país. De hecho, fue secuestrado la mañana en la que se iba a aprobar en el Parlamento el primer Gobierno con apoyo legislativo de los comunistas, que constituyen la segunda fuerza política en Italia a la hora de los recuentos electorales.Los implicados en este mastodóntico proceso -de los cuales 41 están detenidos, nueve huidos, diez en libertad provisional y tres detenidos por otras causas- añaden a las acusaciones de secuestro y asesinato de Aldo Moro, y de los cuatro hombres de su escolta, otras 150 acusaciones graves, entre ellas dieciséis homicidios cometidos entre 1978 y 1980.

Se trata de un juicio de imponentes características por muchos motivos. Hay unas extraordinarias medidas de seguridad, se lleva a cabo en un auténtico bunker, y algunos de los brigadistas rojos, hoy arrepentidos, han revelado que existía un proyecto para asaltar con lanzagranadas y otras armas de alto calibre la cárcel romana de Ribibbia, donde han sido concentrados los acusados, procedentes de las diversas prisiones de Italia. Según el plan terrorista, en la acción debían haber sido asesinados nada menos que diez. de los magistrados que actúan en el superproceso.

Los testigos al proceso son 399; las partes acusadoras, 130; más de cien abogados defensores, 1.500 policías, cuatrocientos periodistas acreditados. La Democracia Cristiana se ha constituido en parte civil en el juicio. Están siendo juzgados los protagonistas de los años más duros y sangrientos del terrorismo italiano de la extrema izquierda. Y, políticamente hablando, el asesinato de Aldo Moro supuso un momento crucial de la política italiana, que alguien ha querido ya dividir en antes y después de Moro.

Se trata de un proceso, por una parte, fácil, porque los acusados están prácticamente todos detenidos, al menos los protagonistas, y fueron implicados por sus mismos compañeros arrepentidos.

El proceso no tendrá sorpresas, según algunos, sobre todo porque, al parecer, no existe la voluntad política de ir al fondo de aquel misterioso delito. Están los presuntos responsables de haber secuestrado a Moro, de haberle interrogado en la cárcel del pueblo (Mario Moretti), de asesinarle dentro del ya tristemente famoso Renault 4 (Próspero Gallinari). Y están presentes también quienes, de un modo u otro, participaron en la preparación y en la ejecución de aquel atroz delito.

Sin embargo, ¿están todos los que fueron?, se preguntan los demócratas del país. ¿Quiénes estaban por encima de Moretti y de Gallinari? ¿Quién fue el verdadero cerebro de aquel proyecto terrorista? Son preguntas a las que nadie sabe aún responder. Como estas otras: ¿quiénes son de verdad las Brigadas Rojas?, o mejor dicho, ¿quién está por encima de estos brigadistas ejecutores materiales de las tristes hazañas de estos años?

Un enigma por descifrar

Hay quien piensa que quizá el proceso podrá aún reservar sorpresas si quienes saben (si es que en el proceso hay quien sabe algo más) se deciden a hablar. Pero las esperanzas son pocas y, con toda seguridad, el enigma se quedará sin descifrar. Al final no se sabrá, a pesar del superproceso, afirman muchos observadores políticos, quién es realmente ese gran viejo del que habló el líder socialista Bettino Craxi.Los mismos brigadistas arrepentidos han acusado, con insinuaciones nunca probadas, a todos: a los servicios secretos de Israel, a Libia, a los países del Este a la CIA. A todos, que es como decir a ninguno. O bien, según la tesis de algunos políticos, en la izquierda del Partido Comunista, pudo haberse tratado de un proyecto de desestabilización en el que, paradójicamente, participaron fuerzas opuestas entre sí, pero convergentes en la necesidad de que Moro desapareciera de la escena italiana.

Hay incluso quien ha acusado a una parte de su mismo partido (la Democracia Cristiana) de haber permitido la muerte de su líder.

Pero ¿acusar a todos no equivale, se preguntan otros observadores, a no querer descubrir al verdadero culpable?

Mientras tanto, en el proceso serán juzgados todos esos personajes, de quienes hoy se sospecha, al parecer con acusaciones contundentes, de haber sido, por lo menos, los ejecutores materiales de tantos delitos.

Cuatro categorías de detenidos

Es un proceso nada fácil, por otro lado, porque los mismos implicados se presentan divididos entre ellos, hasta el punto que el tribunal los ha distribuido en las diversas jaulas preparadas para separarlos del público, en cuatro categorías: irreductibles (los que siguen confesándose verdaderos brigadistas y defendiendo que hicieron bien en asesinar al líder democristiano), simples disociados (los que no estuvieron de acuerdo con la estrategia de matar a Moro, aunque sí en la de secuestrarlo y procesarlo), los arrepentidos (que han colaborado con la justicia acusando a sus ex compañeros y revelando muchas cosas) y los semiarrepentidos (cuantos se declaran contra la estrategia de la lucha a través de las armas, pero no denuncian ni se disocian de una acción revolucionaria contra el sistema).Entre los representantes de las dos últimas categorías figuran doce. Los dos personajes de primer plano son Patricio Peci, cuyo hermano Roberto fue asesinado por las Brigadas Rojas como represalia, y Antonio Savasta, que era el carcelero número uno del general norteamericano de la OTAN, James Dozier. De los dieciocho delitos cometidos con el secuestro y asesinato de Moro y de su escolta son acusados veintitrés imputados. Acusados de los diecisiete homicidios llevados a cabo por la "columna romana" son cinco: Moretti, Savasta, Balzerani, Braghetti y Cacciotti.

Por lo que se refiere al caso Moro, cuatro son los personajes clave, presentes en el proceso. El principal, Mario Moretti, a quien se le había llamado el fantasma porque fue el último en caer, hace un año, en manos de la policía. Se escapaba siempre y es el fundador de la "columna romana" de las Brigadas Rojas. Al parecer, fue él quien interrogó a Moro durante 55 días. Fue también el organizador material de toda la operación, en la que participaron más de cien brigadistas.

El 'duro' por excelencia

Moretti es hoy el jefe de los duros o irreductibles y quien ha amenazado de muerte a cuantos se han retractado o piensan hacerlo. Sobre este personaje estuvo puesta la mayor atención periodística desde la primera audiencia del proceso.El segundo personaje de los duros es Próspero Gallinari. Sus compañeros le habían dado el nombre de batalla de El Gallo. Fue uno de los fundadores de las Brigadas Rojas.

Según los arrepentidos, Gallinari fue el carcelero de Moro y quien le asesinó en el coche después de haberle hecho creer que iba a ser liberado. Pero su estado de salud es muy grave desde que fue cogido por la policía en un enfrentamiento armado en el que resultó gravemente herido.

Junto con estos dos personajes halcones, se presentan en el juicio, en una jaula diferente, los otros dos protagonistas durante el secuestro de Moro: Valerio Morucci y Adriana Faranda. Ambos acabaron dejando la "columna romana" de las Brigadas Rojas. No estaban de acuerdo con la estrategia política de llegar hasta el asesinato de Moro. Ellos veían más político el liberarlo después de "haberlo destruido políticamente".

En manos de Morucci la policía encontró la famosa metralleta Scorpion con la cual fue asesinado Moro. Había entrado en la organización armada en 1972. Sus relaciones con los intelectuales Pace y Piperno, de Poder Obrero, es aún hoy uno de los capítulos más oscuros de todo el proceso. Los dos intelectuales aseguran que habían ayudado a los dos brigadistas cuando supieron que deseaban dejar la organización para evitarles; represalias, pero los jueces sospechan que estos dos intelectuales: estuvieron detrás de la organización como cerebros de la operación.

Adriana Faranda es sospechosa de ser una de las brigadistas que participó directamente en el secuestro de Moro y en la matanza de su escolta.

Ahora toda la atención política del proceso está puesta en estos cuatro personajes. ¿Se enfrentarán entre ellos? ¿Revelarán cosas nuevas o volverán a estrechar los viejos lazos de complicidad por miedo o por solidaridad en la desgracia?

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