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Alcoholismo en Europa, otra consecuencia de la civilización occidental

A partir de la segunda guerra mundial el consumo de vinos, licores y cervezas se extendió como una mancha de aceite por los cinco continentes, afectando incluso a países donde, antes del período bélico, estas bebidas eran totalmente desconocidas.En la Europa occidental las cifras indican una alarmante tendencia al consumo de alcohol por parte de sus habitantes. Así se puede apreciar en los datos de una encuesta realizada por un grupo de especialistas contratados por la Comisión de la CEE, datos recogidos por el Informe de la Comisión del Parlamento Europeo de Medio Ambiente, salud pública y protección de los consumidores, sobre los problemas del alcoholismo en los países que integran esta organización. El informe, que lleva fecha del 23 de febrero de 1982, dice que entre 1952 y 1972 la tasa de consumo por habitante y año creció de la siguiente forma en los países comunitarios: 276% en Holanda, 182% en Alemania occidental, 133% en Dinamarca, 69% en Luxemburgo, 66% en Irlanda, 45% en Bélgica, 40% en el Reino Unido, y 37% en Italia. Sólo en Francia la tasa fue inferior veinte años después: -7%.

Francia e Italia son los dos países donde la media de consumo por habitante es más alta: 102 y 92 litros por persona y año se registraban en 1979 (últimos datos fiables de que se dispone). Los dos países en los que menos vino se bebe son Reino Unido e Irlanda, con cinco y tres litros por cabeza y año, respectivamente. Los demás países, incluidos los dos aspirantes al Mercado Común, oscilan entre los 83 de Portugal y los once de Holanda.

Del campo a la ciudad

En algunos de estos países se han incrementado las cargas fiscales de las bebidas alcohólicas, pero la medida no ha sido en absoluto disuasoria. Los afectos al alcohol se han pasado a productos más baratos y de inferior calidad, pero no han aminorado sus dosis.

El aumento de los datos sobre consumo de alcohol por cabeza no quiere decir, por supuesto, que cada ciudadano europeo beba más alcohol cada año, sino que indica que el número de bebedores excesivos se ha multiplicado y que, incluso, han crecido las dosis de alcohol ingeridas por éstos.

Para empezar, el alcoholismo se ha propagado a sectores de población tradicionalmente alejados de su consumo: las mujeres y los jóvenes. En el sector femenino se advierte un acercamiento peligroso al alcohol de las mujeres que han pasado de los 35 años, que se dedican a las tareas del hogar y que se sienten frustradas de su vida diaria.

En cuanto a los jóvenes, el alcoholismo no es un fenómeno propio de esta edad (aunque en ella se gestan los grandes bebedores del mañana). La parte de la juventud que quiere evadirse o rebelarse contra el entorno social utiliza la droga y sólo hace uso del alcohol como acompañante de ésta. O como sustituto cuando no hay suficiente dinero para adquirir la droga habitual, pues, al fin y al cabo, el alcohol es otra droga, la más barata y la más fácil de comprar.

En segundo lugar es de notar el cambio de hábitos de los habitantes de las distintas regiones geográficas europeas. En los países mediterráneos existe la costumbre de tomar alcohol en las comida, especialmente vino, al que se considera como parte imprescindible de la alimentación diaria. En el Norte, por el contrario, el alcohol se toma fuera de las comidas, y se tiende a las bebidas fuertes, como el whisky y la ginebra.

En los últimos años se ha advertido como los nórdicos admitían el vino en sus dosis alcohólicas y los sureños los licores y la cerveza, no sustituyendo con estas bebidas las que antes consumían, sino convirtiéndolas en complemento de aquéllas. Este fenómeno de adición explicaría por sí mismo el por qué de la subida espectacular de las tasas de alcoholización en el continente.

Por último, es preciso hablar del proceso de urbanización del alcohol, que da las pautas para entender lo que es hoy día este problema en la Europa comunitaria. A principios de siglo el alcoholismo era un hábito rural. En las pequeñas comunidades de campesinos la bebida era el pánico pasatiempo asequible y el mejor punto de contacto y comunicación con los convecinos.

Posteriormente el alcohol se extendió a los obreros, procedentes del campo y portadores de las costumbres de los ámbitos rurales en los que se habían criado. Por fin, hoy el alcoholismo es un comportamiento típicamente urbano e industrial, que afecta a todas las clases socio-económicas; comerciantes, intelectuales, oficinistas, empleados, obreros.

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