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Máxima tensión diplomática en la crisis de las Malvinas

La OTAN no apoyará logísticamente al Reino Unido

Soledad Gallego-Díaz

La Alianza Atlántica sigue con gran preocupación la crisis de las Malvinas y aporta su apoyo moral al Reino Unido, basándose en las resoluciones de la ONU que con denan el uso de la fuerza, pero evi tará cuidadosamente convertir ese apoyo moral en apoyo logístico como organización -otra cosa son los acuerdos bilaterales entre países miembros-, porque ello supondría abrir la puerta a una vieja demanda norteamericana: la extensión indirecta del área de ac ción de la OTAN, algo a lo que los europeos se han sabido oponer, mal que bien, hasta ahora. Este es, al menos, el análisis que realizan fuentes diplomáticas próximas a la OTAN. La OTAN, creada para la de fensa de Europa occidental frente a la Unión Soviética, se ha mante nido siempre al margen de las gue rras coloniales de sus miembros (Francia y Argelia, Portugal y sus colonias africanas), así como de lds compromisos norteamericanos fuera del área fijada por el tratado, como la guerra de Vietnam o la crisis de Irán, más recientemente. El Reino Unido y las Malvinas no serán la excepción a la regla general, según dichas fuentes.

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Sin embargo, la crisis provoca da por la ocupación del archipiélago tiene repercusiones inmediata para la Alianza. La OTAN, en una reunión de urgencia, dio a la luz un comunicado tibio en el que hablaba de un país amigo refiriéndose a Argentina; pero poco después su secretario general, Joseph Luns, se refirió al problema más sincera mente: "Sería un ejemplo horrible para la credibilidad de Europa que uno de sus miembros aceptara sin más una intervención militar en una parte de su territorio". La cre dibilidad y el prestigio de Londres es algo importante para la Alianza, como lo son los de Estados Unidos. Las mismas fuentes aludidas indicaron que la Alianza de seaba muy sinceramente el éxito de la misión negociadora de Alexander Haig, no sólo por la necesidad de evitar enfrentamientos armados, sino también porque está en juego el prestigio de Estados Unidos como mediador, y de su secre tario de Estado en particular. Haig es considerado como uno de los interlocutores más válidos de la Administración Reagan por sus aliados europeos, bastante inquietos por los halcones de Weinberger.

El desarrollo de la crisis británico-argentina provoca además buenos quebraderos de cabeza a los estrategas militares de la Alianza Londres ha enviado al Atlántico Sur una fuerza naval no desdeñable y se ha visto precisada a utilizar barcos que estaban destinados a la vigilancia en el Atlántico blorte y en el Mediterráneo por cuenta de la Alianza Atlántica. Los expertos estiman que la Unión Soviéitica no aprovechará el momento para incrementar su presencia na,val, pero temen que una estancia prolongada de los barcos británicos en aguas latinoamericanas dé tiempo a que la crisis de las Malvinas coincida con otro foco de tensión en el Próximo Oriente. Varios miembros de la Alianza, entre ellos Francia y la República Federal de Alemania, han resaltado también el riesgo de que la crisis británico-argentina sirva de apoyo a quienes desean trasladar a Latinoamérica o a otros puntos del globo el enfrentamiento Este-Oeste, que tiene su principal escenario en Europa. Una extensíón del área de enfrentamiento entre los dos bloques beneficiaría a los fiartidarios de ampliar la zona de acción de la OTAN y colocaría a los europeos occidentales en una situación embarazosa y peligrosa. Tanto Bonn como París han intentado siempre reducir el ámbito geográfico de las relaciones Este-Oeste para no depender vitalmente de confrontaciones lejos de sus fronteras.

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