_
_
_
_
Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ayer y hoy

Anillos para una dama.

De Antonio Gala (19 73). Intérpretes: Alberto Fernández, María Asquerino, Moría Jesús Sirvent. Trini Alonso, Francisco Casares, Francisco Piquer. Director: José Luis Alonso. Reposición: 10-IV-1981.

Teatro Reina Victoria.

Antonio Gala estrenó Anillos para una dama en 1973; tenía entonces unas determinadas resonancias. Había una ironía, una burla para con los poderes absolutos, para la lectura oficial de la historia (era un momento en el que todavía la vida cotidiana estaba como almidonada por la oquedad enfátoca y falsa de lo trascendental, lo eterno, lo definitivo); un cierto cinismo para el papel del héroe. Había ya inventada en España una palabra y hasta una moda: la de la desmitificación; incluso venía reforzada por lo quedaba de mayo de 1968.En Anillos estaba una libertad forzada, que se representaba como inevitable y definitiva -porque en los relatos históricos se pueden inventar muchas cosas, menos los desenlaces- y sin embargo no era negativa ni pesimista esta consecuencia. Era una obra rebelde. Ha pasado el tiempo. ¿Ha pasado el tiempo? Muchas de sus resonancias siguen produciendo armónicos: mala señal, no para la obra sino para los espectadores. Otras tienen un carácter más dramático del que tenían entonces: todo el mundo es libre de ver otro símbolo en doña Jimena, la viuda del Cid, a la que se impide elegir lo que quiere, a la que se obliga a comportarse según las conveniencias de los otros, de aquellos que determinan la historia según su conveniencia, los que identifican la patria con ellos mismos y sus posesiones y su afán de poder; y sus tópicos, sus órdenes, sus privilegios.

El final, por tanto, podría aparecer bastante más angustioso que entonces, como una especie de fuerza del destino: "nadie puede vencer el destino", se dice en la obra, como lo decía ya Racine ("On ne peut vaincre sa destinée", Fedra) o como lo decían los griegos. Estaría, involuntariamente, puesto que escrita antes, en el armónico del desencanto, o en la perplejidad con que se siguen ciertos desarrollos del día. Y aún así, los parlamentos de libertad -o libertarios-, la razón de lo oprimido o de lo forzado, siguen teniendo su llamada.

Quizá haya pasado, también, el tiempo para la estructura teatral y para la forma de Anillos. Muchos parlamentos largos, muchas frases de autor, y un temblor lírico en ciertos momentos que inquieta. Mucho Benavente, mucho Casona, mucho de la generación anterior a la de Gala -ya quemada-. Se dice con suficiencia y sabiduría que el teatro de hoy ya no es así. No se puede comprobar: no se ve por ningún sitio el teatro de hoy -ni siquiera en el mismo Gala, que se hereda a sí mismo-, y hay mucha más teoría que práctica sobre como debe ser el teatro de hoy.

Con la armazón crítica de esa abundancia de teoría puede sentirse el peso de lo antiguo en esta obra. Pero no ha.y en la práctica con qué compararlo que esté más adelante, rr.iás allá. Con la misma pesadumbre con que se ve el fatalismo y lo inevitable de las ideas de la obra puede verse una antigüedad en el texto y en la estructura dramítica.

La culpa no es de Antonio Gala; sería más bien de los que han tenido que hacer la historia, la vida, las relaciones humanas de otra manera, de los que tendrían que hacer que el teatro fuese distinto, y no han sabido hacerlo. Mientras no se demuestre lo conrario, este teatro es válico; es socialmente claro. Aunque sea por la casualidad de que este tiempo de hoy coincida con la literatura de ayer, y se puede tener la tendencia a no creer en las casualidades, sino en las intuiciones de los autores.

Podría decirse lo mismo de la interpretación. María Asquerino tiene nueve años ás que entonces, algún actor de entonces ha pasado a hacer un papel mayor en edad. Lo que se añade es un patetismo, y el patetismo sienta bien a nuestro tiempo. Tal vez, también, la interpretación de María Asquerino no se ajusta a lo que se imagina en el actor de hoy; y el actor de hoy busca por cursillos, métodos, libros, profesores, viajes al extranjero y educaciones corporales algo que todavía no ha encontrado. Mientras lo encuentra será todavía válida esta escuela de decir las cosas con emoción y con frescura, de subrayar las intenciones del autor, de entenderse directamente con el público para sacarle de su abulia. Y la ironía fría de Francisco Piquer.

Quizá José Luis Alonso, que vuelve a dirigir lo que dirigió ya entonces, haya subrayado también ahora lo que mejor va con nuestro tiempo -que por mucho desencanto es objetivamente mejor que lo que fue, y que puede sacar esperanzas de donde parece no haberlas-, una forma de actualización. Todo ello funciona. Como los bellísimos trajes de Elio Berhanyer o el decorado de Vicente Vela, que subraya todo lo que de pesada puerta cerrada tiene la historia que se cuenta.

Toda esta einoción se transmitió al público. Ciertamente, también envejecido: Gala se dirigió a él -en unas palabras finales- seguro de que la mayor parte de los espectadores habían ya visto antes sus Anillos.

Puede ir, probablemente, un público joven, un público que pueda superar todo lo que le suene a falso o a antiguo para quedarse con lo que se le dice desde el escenario en lo que todavia, desgraciadamente -por la desgracia del inmovilismo y del eterno retorno- tiene mucho que ver con su tiempo; incluso en la formación de una rebeldía y de una esperanza.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_