El espíritu de nuestro tiempo
En mi infancia asistí a múltiples conversaciones sobre el único arte que era motivo de conocimiento entre las personas de humilde condición cultural. Se hablaba del nuevo cine, el cine sonoro. Mis padres se acordaban de la calidad deslumbrante de El desfile del amor, y se enfrentaban en la defensa de Charlot, él, y de Pamplinas, ella. Al paso del tiempo, creo que, si bien acertaban los dos, el énfasis que mi madre ponía en la reivindicación de la grandeza de Pamplinas, como entonces se conocía a Buster Keaton, ha merecido en mí un agradecimiento más que añadir a la infinita serie de orientación y guía a través de los años.Recuerdo este pasaje de mi niñez motivado por la magnífica idea que han tenido algunos amantes del cine -aunque empresarios- de proyectar en Madrid las obras de Keaton en una amplia y bien seleccionada muestra de su producción.
Buster-Keaton viene a reflejar, entre bromas y veras, el espíritu de nuestro tiempo, la agonía de un hombre apegado aún a la dimensión humana de la vida y el nacimiento de una nación tecnificada que se aleja de los individuos. Keaton ejemplariza en su atolondrado personaje la transición que se opera en la sociedad y en los hombres entre la vida que se enmarca en la naturaleza con límites reducidos, pero bien conocidos, y la sociedad moderna, que ofrece al hombre una amplitud inmensa, infinita, pero que, a pesar de los adelantos técnicos y científicos, no logra aprehender más que en los aspectos más superficiales, quedando en el enigma lo que más le importa: la condición de su esencia y las relaciones con los demás elementos que componen la sociedad en la que vive.
Aunque el tránsito de una sociedad cambiante puede ser rastreado en toda su produccion, es quizá en Las tres edades donde con mayor claridad puede observarse el tenaz combate entre el hombre débil que se enfrenta al forzudo (Edad de Piedra), al importante (imperio romano) y al poderoso hombre de negocios, que se ve retado por un poeta.
La tecnología y la incidencia en la vida cotidiana de los seres ha generado una extraña condición humana. El hombre actual, que accede al conocimiento, al consumo, no se resigna a continuar apareciendo como un elemento oscuro, perdido en la masa, en el conjunto de millones de seres humanos. Quiere destacar, atraer la atención hacia su persona, no ser el hombres estándar en el que otros, con intenciones programadas, le quieren convertir. Pero a la vez siente miedo de destacar tanto que pueda devenir en el punto de ataque de los demás. Es la pugna entre la aspiración a la libertad y su ejercicio, descrita en un famoso título de libro: El miedo a la libertad.
La seriedad profunda de Keaton, su aspiración por ser alguien en los filmes, y su temor a la reprimenda, su condición de antihéroe, de héroe que tropieza en su propio sable (El maquinista de la general), refleja, a mi parecer, con angustia y con visión irónica de la realidad, el espíritu de nuestro tiempo. Nada más conveniente para ver con ojos de lucidez, reflexión e ironía que un paseo casi furtivo por ese cine madrileño que se atreve a dejarnos ante la desnudez de nuestra condición humana con la filmografía del pensador Pamplinas.
Alfonso Guerra vicesecretario general del PSOE, ha sido director de teatro.
Babelia
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