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La muerte de los cuatro periodistas holandeses fue premeditada

ENVIADO ESPECIALEl Ejército conocía la hora y el lugar en que los cuatro periodistas holandeses muertos la semana pasada iban a encontrarse con la guerrilla, de forma que colocó a cuatro patrullas en torno al punto de cita para que no hubiera una mínima posibilidad de huida. Esta es la conclusión a la que ha llegado un grupo de corresponsales extranjeros que ha investigado a fondo el caso y que ha logrado algunos testimonios de militares.

Las patrullas militares fueron situadas en un cruce de caminos, para poder disparar desde todos los ángulos al grupo de guerrilleros y periodistas. En esta emboscada cayeron dos holandeses y dos combatientes. Esto explicaría que al día siguiente sólo apareciese la ropa de dos reporteros en el lugar del supuesto enfrentamiento.

Los otros seis integrantes del grupo lograron salir del cerco antes de ser tiroteados de nuevo junto a un río próximo. Aquí cayeron los dos holandeses restantes y dos guerrilleros más, en tanto que otros dos conseguían huir, aunque su paradero es desconocido tanto por la guerrilla como por el Ejército.

Esta versión difiere sustancial mente de la ofrecida por el Ejército veintiséis horas después de los hechos. Esto no impide que la Embajada norteamericana, que dice haber investigado por su cuenta, haga suyo el relato de las fuerzas armadas, que describe un enfrentamiento casual, con disparos mortales realizados desde 75 metros de distancia.

Ni siquiera el presidente salvadoreño, José Napoleón Duarte, que el sábado se presentó inesperadamente en el hotel Camino Real, en el que se aloja la mayoría de los periodistas, fue tan categórico. Lógicamente, aceptó como buena la versión deI Ejército, pero admitió que debía investigarse más a fondo, tarea que habría encomendado a un comandante.

El arzobispo de San Salvador, Arturo Rivera, condenó y lamentó en su homilía del domingo la muerte de los cuatro periodistas, hecho que, a su juicio, exige una más exhaustiva investigación. Pidió respeto para la Prensa, a la que debe permitirse acceso a los distintos frentes. Una semana antes de las elecciones, el arzobispo Rivera y Damas definió la situación por el aumento de los combates y por la violación de los derechos humanos en uno y otro bando.

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El proceso electoral plantea las siguientes dudas: falta de condiciones para unos comicios tranquilos y libres, recelo motivado por una historia de continuados fraudes, y violencia en la campaña. Pidió a la guerrilla que respete la decisión de quienes vayan a las urnas por convicción partidista, por deseo de paz o por simple temor. Reclamó al Ejército y al Gobierno que no burlen una vez más el voto popular.

A los partidos planteó, finalmente, cuatro objetivos: que no se retroceda en el esfuerzo por mejorar las condiciones del campesino, que se ponga fin al dolor de muchas familias con una amnistía para los presos y el esclarecimiento de las desapariciones, que se retorne a las garantías constitucionales, interrumpidas por el estado de sitio, y que se busque la paz mediante el diálogo. Negó que ésta pudiera llegar por el exterminio de uno de los bandos en contienda.

La petición de amnistía y un recuerdo a la memoria del asesinado arzobispo Oscar Arnulfo Romero fueron los dos únicos pasajes interrumpidos por aplausos de los asistentes.

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