Viaje de papel
El cine de viajes es casi un género. Al menos, son innumerables las películas que resaltan un paréntesis en la vida de un personaje central quien, perdido en la carretera o en una ciudad desconocida, establece eticuentros con quienes acaban reformando sus criterios. Por los caminos de la comedia y la nostalgia condujo Bogdanovich las aventuras del viajero en Luna de papel; por el de la crónica política lo hizo Bardem El puente; el retrato de una frustración fue para Rossellini el tema de Te querré siempre; la denuncia de una cierta violencia cotidiana constituyó el motor de Easy Ryder, Vaya movida o Messidor... cada autor ha utilizado parecido esquema argumental para definir propósitos dispares.Oscar Ladoire, en su primer largometraje como realizador, incide en la aventura del viaje relatando la leve historia del amor que un joven director de cine, decidido al aislarse para reflexionar sobre su nueva película, siente hacia una impertinente jovencita de 15 años, que irrumpe violentamente en su descanso, colocándole frente a situaciones imprevisibles. El desvalimiento del adulto se enfrente así a la vivacidad de la joven.
A contratiempo
Director: Oscar Ladoire. Guión: Ladoire Y Fernando Trueba. Fotografía: Angel Luis Fernández. Intérpreles: Oscar Ladoire, Mercedes Resino, Paco Logo, Juan Cuelo. Comedia. Española, 1981. Locales de estreno: Amaya, Tívoli y Rosales.
A contratiempo roza el humor pero no se incluye en la comedia cómica. Ladoire se mueve más en el terreno del intimismo, desconcertando probablemente a quienes confiaban ver una segunda parte de Opera prima, la película que le reveló como actor y guionista. Ahora ha pretendido una mayor sutileza, una narrativa que coloque en aparente segundo plano sus motivaciones fundamentales. Por debajo de las breves aventuras del viaje, es la crisis de su personaje lo que importa.
Poco sabemos, sin embargo, de esa crisis. La película no desarrolla elementos suficientes para que el espectador participe del mundo interno de este personaje. Algo se intuye, gracias a la interpretación del propio Ladoire, pero no lo suficiente; se demandan aventuras más divertidas, brillantes, más complejas. A contratiempo no las satisface y, en su lugar, repite con monotonía la misma información. Al no ir más lejos, el filme queda hueco, descolgado de la realidad, rodeado de personajes pintorescos.
Dentro de las inevitables torpezas de cualquier primera película, Ladoire descubre, sin embargo, un temple de director que tendrá en el futuro mejores posibilidades para desarrollarse. A contratiempo ofrece secuencias aisladas donde ese nervio queda patente como en la de la larga espera del protagonista cuando la chica ha decidido hacer el amor con un desconocido o la del insólito concierto de la tuna durante el desayuno. El resto se empeña en narrar una historia clásica pero sin impregnarse del compromiso que caracteriza a las obras que admiramos.
Babelia
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