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La difícil posición española como país anfitrión de la Conferencia de Seguridad

Francisco G. Basterra

La posibilidad de que la reapertura de la Conferencia sobre Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE) se convierta únicamente en un acto propagandístico a cargo de los ministros do Asuntos Exteriores occidentales, utilizando la capital española para sentar en el banquillo internacional a Polonia y a la Unión Soviética, es la principal preocupación de nuestra diplomacia 48 horas antes de la cumbre de Madrid. A esta inquietud se une otra de carácter material pero determinante para el futuro de la conferencia. El Mundial de fútbol necesita ocupar la sede de la CSCE, el Palacio de Congresos, no más tarde de la primera semana del mes de abril.

La postura del Gobierno español sobre Polonia, en general, y sobre la actitud a adoptar el martes en el foro de la conferencia debe tener en cuenta nuestra calidad de anfitriones de la reunión, que se prolonga tediosamente y sin resultados prácticos desde septiembre de 1980. Este dato explica, por ejemplo, que el ministro de Asuntos Exteriores, José Pedro Pérez-Llorca, haya declinado ser el "primer orador, como estaba previsto, en la sesión de reapertura del martes. Aceptar esta responsabilidad hubiera obligado a marcar una línea clara que, sobre Polonia, España prefiere que definan otros países.La posición oficial española sobre los acontecimientos polacos está contenida en una inicial declaración del Consejo de Ministros -dura y rotunda- hecha pública inmediatamente después del golpe de Jaruzelskí del pasado 13 de diciembre. Existe también una posterior resolución, de parecido talante, presentada por el partido gubernamental en el Congreso y votada unánimemente por izquierdas y derechas, y, por último, las palabras de Leopoldo Calvo Sotelo, el pasado domingo, en el espectáculo televisivo montado con tan poca fortuna por el Gobierno de Washington. Sin embargo, existe la impresión de que España no tiene una posición propia sobre la crisis polaca y, sobre todo, de que esta postura se alineará miméticamente con la de Estados Unidos. Esto es, juzgar duramente a Polonia en Madrid, emitir una sentencia condenatoria con todos los pronunciamientos favorables y cerrar las puertas de la conferencia, suspendiéndola, en el mejor de los casos, hasta el próximo otoño.

Una pequeña frase de Pérez LLorca, pronunciada el mes pasado en Stuttgart, adonde acudió a una reunión de los liberales alemanes, contradice sin embargo la impresión de un total alineamiento con Washington. "Nuestra posición sobre Polonia está más próxima a la mantenida por la República Federal de Alemania que a la de Estados Unidos". Pero esta declaración no ha sido posteriormente elaborada, y choca frontalmente con otras noticias filtradas por la delegación española en la CSCE y realizadas por el delegado español en la conferencia, Javier Rupérez, en el sentido de que España desearía un rápido fin a la conferencia tras las intervenciones condenatorias a nivel de ministros de la próxima semana.

Escaso margen de maniobra

España, que está metida de lleno en el camino que muy posiblemente nos situará esta primavera en el sillón 16 de la OTAN -es probable que Calvo Sotelo pueda asistir en Bruselas, en junio, a la cumbre de la Alianza Atlántica convocada por Reagan tiene un escaso margen de maniobra en el tema polaco.

Una alta fuente diplomática describía así la posición que adoptará el Gobierno Calvo Sotelo en los debates sobre Polonia. Aun reconociendo que la reunión de la semana entrante parte de una realidad política que no se puede ocultar, España admite que estamos ante una situación diplomática extraña y peculiar. Se reconoce que existe asimismo una segunda realidad de tipo propagandístico que intenta aprovechar Estados Unidos, que desnaturalizaría el debate, y cuyo posible estallido preocupa a Madrid.

En medios oficiales se teme que el martes se inicie en el Palacio de Congresos una segunda parte -versión corregida y aumentada- del programa de televisión Dejad que Polonia sea Polonia, que con la intervención del primer ministro turco resultó desvirtuado, según las citadas fuentes. No sabemos si el presidente del Gobierno sabía de antemano que iba a salir flanquado por el representante de la dictadura militar de Ankara y acompañado por el dorado Hollywood de los años cincuenta.

En el palacio de Santa Cruz, sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, se desmiente rotundamente el supuesto alineamiento español con las tesis más rudas de la Administración Reagan, a la vez que se recuerda que existen varias sensibilidades americanas y, en consecuencia, diversas políticas exteriores de Washington. En estos medios se quiere creer que en el tema Polonia, y en Madrid, triunfará finalmente la actitud del secretario de Estado Alexander Haig, a quien se le atribuye una actitud más realista y más conocedora de la realidad europea que a otros sectores de la Casa Blanca. Se espera, creo que sin excesiva convicción, que triunfe finalmente la actitud norteamericana no rupturista, lo que nos permitiría no perder excesivamente la cara.

En definitiva, España no hará nada contradictorio con las opciones ya tomadas por nuestra diplomacia -OTAN-, pero se asegura que tampoco realizará gestos que nos alejen de nuestro alineamiento europeo en el seno de los diez. En este contexto, España está próxima a la posición de la RFA, para quien no se debe bloquear el foro de Madrid en una situación internacional tan crítica ni poner aún más en peligro la distensión.

Hay que evitar a toda costa que la Conferencia de Madrid sea esta semana ocasión de una ruptura entre el Este y el Oeste, España entrará con toda crudeza en el análisis de la crisis polaca, pero tratará de impedir que se desnaturalice el debate.

El Gobierno de Madrid apoyaría una eventual fórmula belga, consistente en reanudar la conferencia el martes, y después de tres o cuatro semanas de trabajo, aplazarla hasta el otoño. Semana Santa sería, en cualquier caso, el tope definitivo del nuevo período de sesiones, impuesto por el Mundial. También se habla de una iniciativa, en un sentido similar, de Suiza, un país neutral. Este compromiso, que apoyaría España, debe fijarse ineludiblemente mañana, lunes, en Madrid por los países occidentales. A los ministros de Exteriores, especialmente al anfitrión, Pérez-Llorca, les queda la dura tarea de convencer a Haig, el vicario de Ronald Reagan.

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