El nacionalcatolicismo
El nacionalcatolicismo, claro, es mucho más que las editoriales, los políticos y los estandartes religiosos de su sempiterna movida, o rosario de la aurora, en procesión hacia Lourdes/Pétain, Fátima/Salazar o doquiera que alumbre el milagro. El nacionalcatolicismo, hoy, está muy puesto. Está en el Opus y el Gobierno, en la teletonta y en Fraga. Está incluso en su santa casa. Aparte haber sido la división acorazada de Dios en la guerra civil, el nacionalcatolicismo, hoy, es una cosa que va de la roca Tarpeya de don Marcelo al perro pura raza de Luis Apostua (son los más inteligentes de toda la basca pietista: Apostua y su perro). Va de los liberales como Antonio Fontán (que empezaron a atacar a Franco cuando convenía pasarse ya a otra nao capitana), a los notarios como José Luis Álvarez, que me tiene invitado a un parador nacional, hombre, para hacer un artículo, y voy a ver si voy, hombre, que me apetece, o sea. Ya se lo dijo Baudelaire a un notario director de un periódico de provincias que le reprochaba tener una amante:-A veces, la amante de un poeta vale por la mujer de un notario.
Pero yo le prometo a Alvarez que no voy a ir al parador con ninguna amante, pues sé que a la puerta de todo parador/paraíso nacionalcatólico han puesto a Herrero de Miñón de ángel exterminador con espada antidisturbios de fuego para la voladura controlada de adúlteros, incestuosos, rojos, centristas, suaristas, modernas y amigos de la Unesco. Los nacionalcatólicos estaban dejando el franquismo por su pie, a la muerte de Franco, pero tuvieron su Waterloo e incluso su Watergate en las elecciones/77, cuando Gil-Robles senior/junior comprobaron que hay apellidos que Barrera de Irimo borra para siempre de la guía de teléfonos políticos. Con un par. El nacíonalcatolicismo, aquí y ahora, asiste a las voladuras controladas/eseá de los partidos democráticos de izquierda y derecha: ucedé, sin Suárez, ya no es ucedé. El europecé, si vuelan a Carrillo, ideológicamente, ya no será el europecé. Tierno Galván no hace sino disimular en figuras de ballet hegeliano el salto de la voladura municipal. A Felipe González le están pegando fuego, arrimándole material, metiéndole taller y asustándole con la madera desde la izquierda y la derecha: la Prensa épica le llama bolchevique, y la Prensa lírica le llama oportunista, de tú a tú. Cuando todas estas voladuras se hayan consumado, o mientras se consuman, el nacionalcatolicismo, como arcángel enlutado de mil cabezas, reza todo él por un solo misal, el de Calvo Sotelo, y, como dijo el poeta religioso «en el cielo se produce un gran arrodillamiento», sin duda por las almas de tanto rojo, masón, francmasón, liberal, neoliberal, demócrata, socialdemócrata, moscovita y divorciada vía Paco Ordóñez. Llamo al gran doctor Olaizola porque llevo al cuello el collar de perro de la faringitis, y oigo que la enfermera grita:
-¡También el señor Umbral! Todos los artistas están malos.
No me ha inquietado ser tan artista como Marujita Díaz, sino constatar clínicamente que «los artistas», intelectuales, compactas, izquierda festiva, superjáis y «fuerzas del trabajo y la inteligencia», según Gramsci, están con la faringitis del escepticismo y el privatismo, con el collar del miedo al! cuello de perro.
Me llama Alberto Schommer para hacerme unas fotos. Afónico total. Grabo para una emisora un Spleen que hice sobre los ciegos. Ciegos, roncos, faringíticos, privatizados, sovietizados por la Pravda, según otros. Esto se va pareciendo espantosamente a la clandestinidad. Pero el nacionalcatolicismo, ancheado, apolítico y poderoso, reza por nosotros.
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