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Raúl Chávarri ganó el Blasco Ibáñez de novela con su libro más cuidado

"El título de mi novela responde a la visión del protagonista, puesto en libertad tras larga cárcel, y que considera a América como algo corpóreo y no lógico", manifestaba Raúl Chávarri, ganador del Premio Blasco Ibáñez, de novela en castellano, con su obra Cuerpo de América, poco después de que se hiciese público el fallo de los premios Ciutat de Valencia 1982, tras una cena celebrada el jueves. Los premios, antes llamados Blasco Ibáñez, fueron creados por Editorial Prometeo, y actualmente patrocinados por el Ayuntamiento de Valencia.Chávarri, 52 años, vasco afincado en Madrid, crítico de arte e impenitente viajero, profesor en varias universidades latinoamericanas, es autor de siete novelas, y afirma que la que acaba de ganar el Blasco Ibáñez es la más cuidada de todas. La ha redactado tres veces y, junto con otros dos títulos -Saturno Vázquez y Las leyes del olvido-, conforma una parte de su obra narrativa dedicada a América.

La novela incluye cien personajes, que en su mayor parte responden a personas que Chávarri conoció en América, con los nombres cambiados en algunos casos. Los escenarios son imaginarios, aunque con base real, excepto en los casos de Brasil y Lima, únicas referencias concretas a la realidad geográfica americana. El escritor indica que la novela refleja experiencias propias muy duras y amargas. La novela está un poco "hecha a trancos, como el diablo cojuelo", a decir del autor, y recorre ambientes diversos como la cárcel, un prostíbulo, un ring de boxeo y una misión cultural que es atacada por soldados y cuyos miembros son crucificados".

Chávarri, que califica esta obra de "torrencial", se declara gran admirador de toda la obra de Blasco Ibáñez y de Galdós.

Gonçal Castelló, ganador del Premio Jaime Roig de novela en catalán, por su obra La clau dun temps, tiene 69 años y es valenciano. "Esta novela", dice, "empieza en 1929 y termina en 1931, con la llegada de la República. Está narrada en forma de diario, en el que un muchacho que está en la universidad refiere los acontecimientos y su progresiva politización hasta que se hace comunista e influye en la llegada de la República".

La novela forma parte de una trilogía que abarcaría desde 1929 hasta 1939, siempre con la ciudad de Valencia como escenario. De esta trilogía, Castelló tiene ya publicada Sumarissim durgencia, sobre las cárceles de Franco, y le queda por escribir una tercera novela sobre la República y el inicio de la guerra civil.

Como ya informó ayer EL PAIS, tanto el Blasco Ibáñez como el Jaume Roig están dotados con 500.000 pesetas de premio. El resto de los premios Ciutat de Valencia tienen 100.000 pesetas como dotación.

El Gules, de poesía en castellano, fue ganado por la argentina Luisa Futorawsky, con su obra Partir, digo, y el Alfambra, de cuentos, que se convocaba por primera vez, fue para el valenciano Martín Pacheco por su obra In dei nomine, amen.

"Partir digo"

"Partir, digo es el libro de mi reencuentro con el castellano", dice Luisa Futoransky. "Después de diez años de no hablar español", dice, "no sabía en qué lengua estaba escribiendo. Por eso lo he presentado a un premio, que es algo objetivo. Para confirmarme que mi idioma sigue siendo común".Luisa Futoransky ha pasado los últimos diez años entre Italia, Japón y China, dedicada a diversas actividades, desde la dirección de ópera en Italia y, Japón, hasta el trabajo en radio en Tokio y Pekín. "Para un occidental, las experiencias china y japonesa, tan distintas, son muy especiales. Para mi", dice, "han sido muy enriquecedoras. En Japón pasé cuatro años, los dos primeros llorando y odiando el Japón todos los días, y los otros dos, amándole también cotidianamente".

La impresión más terrible es, según Luisa Futoransky, "llegar a un lugar donde el alfabeto, que es lo que tú amas, no existe más". Es, dice, "un golpe en la cabeza que te hace estar verdaderamente sola contigo misma. Es duro, pero creo que yo he crecido mucho".

Nacida en Buenos Aires en 1939, está considerada junto con la desaparecida Alejandra Pizarnik como la voz femenina más interesante de la poesía joven de su país, llevaba diez años sin publicar libros. En 1963 apareció su Trago fuerte, al que siguió en 1964 El corazón de los lugares y en el 1968, su libro Babel, Babel. En 1970 apareció Lo regado por lo seco.

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