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Reportaje:Afganistán: dos años de resistencia campesina y religiosa / y 3

El Gobierno afgano, dispuesto a discutir con Pakistán e Irán todos sus problemas territoriales

Todo el país está sobre las armas. Los tanques son los amos y señores de la situación. Helicópteros y aviones de combate guardan los aeropuertos de las capitales afganas. La vida en las ciudades es de sol a sol. Cuando anochece todo el mundo se enclaustra temeroso de un potencial enemigo. Con todo, el ministro de Asuntos Exteriores afgano, Shali Mohamed Dost, se muestra optimista y rebate los términos de nuestra pregunta cuando le decimos si es posible el próximo fin de la guerra."No hay guerra en Afganistán. Sólo podemos saber que nos atacan los enemigos desde el otro lado de la frontera con Pakistán. Es una lucha contra los terroristas, que utilizan el sabotaje contra la población. Nuestras fuerzas armadas son las fuerzas de la seguridad", aclara rotundo a los enviados especiales de EL PAÍS.

Sin embargo, se muestra más claro y dispuesto cuando le consultamos sobre la intención de solucionar lo más rápidamente posible la actual situación. "El Gobierno afgano está dispuesto a discutir todos los problemas territoriales, sin ninguna condición previa, entre Paquistán y Afganistán. Deseamos tener conversaciones a los más altos niveles con Irán y Pakistán. Creemos que el vehículo mejor es el secretario general de la ONU, quien puede hacer de negociador entre nuestros países".

El ministro Dost no se muestra tan rotundo cuando le interrogamos sobre números. En cuanto a los militares soviéticos que están en territorio afgano, que superan el número de 95.000, según hemos sabido de fuentes oficiosas de Moscú, el político afgano prefiere eludirlo: "Las cifras sólo las conoce el Ministerio de Defensa, y es un problema de secreto de Estado. Le aseguro que la Prensa occidental nunca se acerca a la realidad, pero eso es lógico, porque entra dentro de la propaganda contra nuestro país".

La conversación se hace tensa al insistir nosotros sobre los dos millones y medio de afganos que han pasado la frontera huyendo del régimen de Karmal, a tierras paquistaníes. "No sé si ustedes conocen que anualmente, desde hace siglos, los nómadas van y vienen por nuestros países. Si cada traslado lo consideran como una huída, nosotros no vamos a rectificar cada mes. También es cierto que muchos de los que pasan aceptan la propaganda y son incorporados a los contrarrevolucionarios. Lo cierto es que regresan el 90%. cada año, a pesar de la actual situación. Usted me habla de dos millones y medio. Las cifras oficiales de un organismo internacional las mantiene en menos de un millón por año que van y vienen. Saquen las conclusiones que quieran".

El desgaste de una guerra

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Las cifras manejadas por medios informativos occidentales señalan que son ya 9.000 los muertos del Ejército soviético, 20.000 en la población afganí y solamente mil entre los contrarrevolucionarios. Shah Mohamed Dost nos mira con sorpresa mientras le formulamos los datos y contesta rotundo: "No sigan los medios informativos occidentales equivocándose. Las fuerzas armadas soviéticas están para ayudarnos, y es limitada su actuación en la lucha contra los bandoleros. El Ejército afgano es el único que participa en la lucha contra los ataques del exterior. Es el pueblo afgano, como ustedes podrán comprobar durante su estancia en mi país, quien se defiende. No hay misiles, ni napalm. El Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA) orienta todas las acciones para defenderse. La Unión Soviética es el gran y único amigo de Afganistán y nuestro pueblo lo entiende, lo comprende y se lleva muy bien con aquellos que han venido para ayudarnos".

Según cifras manejadas por el Gobierno británico, cada mes son trescientos los muertos que se contabilizan en la negra lista de las bajas afganas, más del 60% pertenecientes a los soviéticos. Datos imposibles de comprobar a través del portavoz oficial que podía confirmarlo.

El ministro de Asuntos Exteriores de Afganistán no quiere entrar en estos temas y prefiere mantener la conversación sobre temas más amables, que no reflejen la guerra no declarada que, sin duda, existe en su país.

La situación actual para el ministro Dost es clara: "Nuestro país sabe que se enfrenta contra enemigos que se encierran más a la de las fronteras de Pakistán, Irán y China. Les apoyan países como Egipto y Estados Unidos. Nosotros nos defendemos solos, con la ayuda inestimable de la Unión Soviética. Queremos mantener buenas relaciones con todos los países. No sé si su periódico será el vehículo ideal, pero le agradecería que dejase bien claro que deseamos y estamos dispuestos a mantener buenas relaciones con todos los países. No consideramos, como se ha dicho, a Pakistán como enemigo natural. Sólo esperamos comprensión de todos los países occidentales, incluidos Pakistán e Irán. Estamos dispuestos a discutir cualquier problema territorial, siempre y cuando sea bajo la base de una igualdad en la que ninguno tenga que renunciar a sus derechos".

La conversación no se puede alargar. Ha durado más de una hora y el torpedeo a cualquier cuestión espinosa ha sido una constante del ministro afgano. Se ha encerrado en dos cuestiones fundamentales: resolver la lucha actual a través de conversaciones con Pakistán y evitar cualquier cifra que nos oriente sobre lo que supone esta guerra por él negada.

Nos deja con una serie de preguntas sin respuesta que confiábamos hacer al presidente afgano, Babrak Karmal, quien no parecio dispuesto a enfrentarse con un periodista occidental.

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