Polonia, entre los modelos húngaro y checo de socialismo
El grupo dirigente dentro del Consejo Militar de Salvación Nacional y del Partido Obrero Unificado Polaco (POUP, comunista) desearía la implantación en Polonia de un Modelo húngaro de socialismo, a base de una pacificación política y un bienestar económico. Pero un mes después de la intervención militar parece difícil que la población, privada de las libertades conseguidas en catorce meses de lucha, preste su apoyo a las nuevas autoridades. Estas son las impresione recogidas por nuestro enviado especial a Varsovia, José Comas.
Hungría está de moda en la Polonia surgida después del 13 de diciembre. En la televisión aparecen con frecuencia reportajes sobre la rebelión húngara del año 1956, con detalles sobre el derramamiento de sangre y también sobre la situacion de bienestar posterior, con tiendas llenas de productos y consumidores satisfechos.La propaganda oficial intenta con estas informaciones mostrar lo que podía haber ocurrido en Polonia sí el 13 de diciembre no hubiese intervenido el Ejército para la salvación nacional y, al mismo tiempo, presentar un panorama feliz de un bienestar futuro.
El grupo que lleva las riendas del poder actualmente en Polonia, que no son los más duros dentro del partido, sino los antiguos reformistas, como el miembro del Buró Político Kazimierz Barcikowski y el viceprimer ministro, Mieczyslaw Rakowski, vería con buenos ojos la implantación de un modelo húngaro en Polonia. Después de la rebelión húngara del año 1956, el líder comunista Janos Kadar pronunció la célebre frase de "todos los que no están contra nosotros, están con nosotros", y a partir de ese simple esquema mental inició la recuperación del país.
En los discursos moderados del presidente del consejo militar, general Wojciech Jaruzelski; en las declaraciones del portavoz, el escritor vestido de capitán Wieslaw Gornicki; en las palabras de Rakowski en Bonn, y en lo que se trasluce en la información censurada de los medios oficiales polacos, se advierte el deseo de crear una situación similar a la húngara.
Función reivindicativa
En este modelo, los sindicatos tendrían una cierta independencia, pero quedarían limitados exclusivamente a una función reivindicativa, purgados del componente movimiento social que había adquirido Solidaridad.Este planteamiento relativamente optimista choca con las condiciones reales de Polonia en la actualidad. La economía está completamente destrozada, mucho peor que la húngara en el año 1956; el movimiento de oposición está internado, pero presente en la conciencia colectiva de todo el pueblo; el partido ha perdido los elementos más reformistas en los últimos meses y se quedó con el aparato más conservador y burocrático.
Si a esto se añade la crisis económica internacional, que repercute directamente sobre la economía polaca, la tarea de implantar un kadarismo, un modelo húngaro, en Polonia actualmente parece condenada al fracaso.
El presidente del consejo de laicos asesor del primado, el catedrático Jozef Stomma, ve la situación económica del país muy mala, pero sobre el futuro político "soy más optimista que la mayoría". Stomma considera que después del 13 de diciembre el Gobierno polaco ha creado las condiciones "para negociar desde una posición de fuerza" y espera que en el futuro se podrá llegar a un entendimiento.
El prestigioso intelectual católico cree que la Unión Soviética toleraría un compromiso entre las diferentes fuerzas sociales polacas, "porque los rusos no son tontos y se dan, cuenta de que no se puede gobernar el país con todo el pueblo enfrentado".
La necesidad de un entendimiento nacional que pueda ayudar a superar el trauma del golpe militar y ayude a motivar a la población para trabajar y alcanzar la producción necesaria para sacar al país de la ruina es una idea casi obsesiva en la dirección actual del país.
Parece difícil conseguir que todo el pueblo polaco, que alcanzó cotas increíbles de libertad en los catorce meses anteriores al golpe militar, encuentre en la situación actual la motivación necesaria para ponerse a trabajar duramente, tal como requiere la arruinada economía polaca.
La hora de los "duros"
Si fracasa este intento de implantar un modelo húngaro podría llegar la hora de los duros, de poner en marcha otra alternativa, el husakismo o modelo checo, con una fuerte represión y un régimen policial total, quizá con la expulsión obligada de los líderes sindicales e intelectuales.Tampoco este modelo garantiza el éxito, porque los dirigentes polacos no cuentan con soldados suficientes y policías para poner uno detrás de cada trabajador.
Aparentemente, la situación, un mes después del golpe, parece un callejón sin salida, y por eso las autoridades polacas están tan interesadas en conseguir un acuerdo con la Iglesia y sentar al presidente de Solidaridad, Lech Walesa, a la mesa de negociaciones.
Sólo un compromiso de este tipo podría aportar una solución a los problemas del país. Para conseguir este compromiso, el régimen actual polaco podrá apretar o soltar la tuerca represiva, conseguida con la declaración de estado de guerra.
Para los dirigentes de Solidaridad más moderados, sobre todo Walesa, y la Iglesia, la situación es también sumamente delicada: si negocian, serán acusados de traidores, y si no negocian, pueden agravar la situación del país y provocar una mayor represión.
En la situación actual resulta difícil definir la figura de Jaruzelski; "es un ruso", comenta una monja en Varsovia, lo que contrasta con las opiniones de otros, que ven en el general incluso un posible liquidador del corrompido y fracasado partido comunista.
En una de las últimas entrevistas entre Walesa y Jaruzelski, el líder sindical vio sobre una mesa del general las obras de Jozef Pilsudski, el hombre que en 1918 realizó la tarea de poner en marcha de nuevo el Estado polaco y que en 1926 dio un golpe de Estado para implantar un régimen dictatorial de sanacja (salvación) nacional. Walesa se asombré de que Jaruzelski leyese a Pilsudski y le preguntó el motivo. Jaruzelski respondió que su lectura era muy interesante.
Un viejo intelectual católico comentaba días pasados en Varsovia que "Polonia necesita un Bonaparte", y añade, con una sonrisa pícara: "Claro que Bonaparte era un general victorioso..." Jaruzelski no parece que lo sea.
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