Disciplina y autoridad militar
Sobre los acontecimientos que han protagonizado algunas minorías militares, el autor hace un sumario diagnóstico del ambiente que observa entre sus compañeros de armas y concluye que, incluso más urgente que divulgar el contenido de la Constitución y de las Reales Ordenanzas, es necesario «elevar a las más altas cotas la autoridad y la disciplina».
Es indudable que desde antes del, 23-F, y muy singularmente desde esa fecha, la opinión pública está muy sensibilizada ante la aparente disfuncionalidad que se produce en la máquina del Estado con la presencia de algunos elementos que no sienten en tusiasmo alguno por aquellos principios que tienen que defender y, por tanto, los medios de comunicación social responden a esta inquietud dando, dentro de su propio estilo y línea editorial, información sobre este tema.Es cierto que a veces su actuación ha sido desafortunada, que cometen errores y que buscan interpretaciones políticas e intenciones ocultas a temas resueltos con la única mira de mejorar aspectos profesionales de nuestros ejércitos. Se podría citar el caso de los comentarios negativos de El Alcázar a la ley de Reserva Activa, cuando ésta puede suponer una gran mejora para un importante colectivo de nuestras Fuerzas Armadas, tan ensalzadas por dicho periódico.
Valga este ejemplo para destacar que todos debemos ser conscientes de los fallos de comunicación que todavía existen entre la Prensa y el estamento militar y, por consiguiente, tenemos que tender nuevos puentes de entendimiento y solidaridad. En este sentido considero muy positiva, y me gustaría que se plasmara en hechos concretos, una cierta autocrítica que se ha podido detectar últimamente en algunos medios de comunicación sobre la forma de tratar la temática castrense. Si esto se confirma, el servicio a la consolidación democrática no sería desdeñable. Estoy convencido de que se puede y debe opinar, analizar, criticar o alabar la realidad de nuestras Fuerzas Armadas, pero sin titulares tremendistas; sin rumores no confirmados fehacientemente; sin querer suplantar a los mandos militares en su acción disciplinaria; sin empujar a profesionales simplemente molestos Flor el trat amiento que los asuntos militares reciben en ciertos medios a posturas mucho más radicales; sin convertir a la Institución militar en una pretendida película de buenos y malos.
Lo único positivo que convulsiones como la del 23-F o la última que hemos vivido pueden aportar es que todos: clase política, periodistas, militares y pueblo en general, hagamos examende conciencia y contribuyamos a cerrar las heridas todavía abiertas en nuestro cuerpo social.
Labor pedagógica
Qué duda cabe que lo ideal sería conseguir con una varita mágica la entusiasta adhesión de todos los militares a los principios constitucionales, cuya asunción por el pueblo español es evidente y que en absoluto son contrapuestos, sino que por el contrario refuerzan, a los que siempre han sido tan queridos en la milicia como el amor a la patria, la unidad de la nación española, el sentimiento del honor, el buen orden social y el debido respeto a las personas y a las instituciones.
Los que defendemos la idea de que para integrar todos esos principios en un proyecto de paz, convivencia y progreso, debemos basarnos fundamentalmente en el respeto y acatamiento de nuestra Constitución tenemos una obligación pedagógica que desempeñar, sin desfallecer en la tarea.
Ante este planteamiento hay quienes traun de quemar etapas y desde la Prensa o con ciertos actos favorecer la dinámica de dicho proceso.
No niego que en parte sea defendible esta postura, pero tal vez desde el punto de vista del estamento militar los efectos que se consiguen son a veces contrarios a los deseados. Debemos, en consecuencia, abandonar enfoques puramente, políticos e ir, por etapas sucesivas, actuando sobre el ser y el sentir del militar a secas, sin adjetivaciones contraproducentes e innecesarias, empezando de la forma más sericilla que todos entenderemos perfectamente afianzando la autoridad. Que el Gobierno gobierne; que las Cortes legislen y controlen la acción del poder ejecutivo, y que todos los que en el Ministerio de Defensa y en las Fuerzas Armadas estén investidos de autoridad por la ley la ejerzan con una postura clara, enérgica y sin ambigüedades, asumiendo plenamente la responsabilidad que a cada uno le corresponda. En este sentido resulta esperanzadora la actitud de firmeza de nuestras máximas autoridades ante los últimos acontecimientos.
Un todo disciplinado
Actuando de esta forma estoy convencido de que el Ejército se asentará como un todo disciplinado y unido, en el que cualquier comentario sobre las altas instituciones del Estado será fulminantemente corregido; en el que la actitud partidista contraria al espíritu militar y a las Reales Ordenanzas no será tolerada; en el que las leyes y normas se cumplirán y en el que, de una vez por todas, nos dedicaremos a conseguir esas Fuerzas Armadas disciplinadas, eficaces y al servicio de todos los españoles que tanto deseamos. Sin olvidar que si se injuriare o amenazare a los Ejércitos, a sus instituciones, armas, clases o cuerpos también es necesario quepara corregir dichas conductas se apliquen sin contemplaciones el artículo 242 del Código Penal y el 317 del Código de Justicia Militar, ambos aprobados por la ley orgánica 9 del año de 1980.
Dicho lo anterior no quiero terminar sin destacar que la eficacia sin más no debe ser nuestra única meta; tenemos que profundizar también en el papel a desempeñar por las Fuerzas Armadas en un Estado y sociedad democráticos, pues no se trata de convertir al militar en una mera máquina al servicio de unos ideales que no comparte. La divulgacióny explicación de la Constitucións de las Reales Ordenanzas sería básica a estos efectos.
Pero, insisto, previamente es imprescindible elevar a las más altas cotas la autoridad y la disciplina y, desde luego, intentar entre todos, con la moderación de nuestros juicios y opiniones.
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