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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Estados Unidos en el mundo actual / 1

Para una mejor comprensión de la política exterior de Estados Unidos es necesario, antes de entrar en su análisis, pasar revista de la situación general del mundo en que vivimos y actuamos.Tal vez el factor más significativo y sobresaliente son los diferentes puntos de vista que distintos países tienen sobre la importancia de la persona humana y su lugar, derechos y obligaciones en la sociedad.

Estas diferencias varían en intensidad según la ideología y circunstancias de los distintos países, pero son especialmente acusadas cuando producen una división bipolar que queda representada de modo más extremado por Estados Unidos y la Unión Soviética.

El mundo occidental considera al individuo como persona libre que debe tener capacidad de escoger e influir en aquellas decisiones que le afectan. Le considera como un ser con poder para decidir acerca de su forma de vida y de su futuro. Considera enriquecedora la iniciativa privada y ve al Estado como un instrumento al servicio de la persona para facilitarle la vida en comunidad.

Los totalitarismos marxistas ejercen, por el contrario, un control sobre el individuo. No reconocen la libertad personal y consideran a la persona como un instrumento al servicio del Estado.

Para encubrir la realidad, estos totalitarismos marxistas han desarrollado una potente campaña de propaganda, manipulando el lenguaje y utilizando expresiones que son propias de las sociedades libres. De este modo han conseguido que en los países occidentales algunos se hagan eco de sus expresiones y razonamientos, bien por falta completa de convicciones, o de formación, o porque buscan una ganancia personal.

Manipulación del lenguaje

Así, hablan de paz. Pero no dicen que en los últimos quince años la Unión Soviética ha desarrollado un programa de armamentos que va mucho más allá de sus necesidades defensivas. Con este arsenal presionan a otros países, o ayudan a la guerrilla en distintos lugares del mundo, o, como ocurrió hace dos años en Afganistán, invaden y someten otros países soberanos. Nunca permiten la verificación de su arsenal ni la observación de sus ejércitos y maniobras militares, a pesar de sus compromisos en este sentido. Además abusan del verdadero anhelo de paz de todos nosotros y utilizan a algunos para promocionar sus peticiones presuntamente pacifistas y para organizar manifestaciones en contra de los programas de rearme del mundo occidental, que tienen como objetivo principal establecer un equilibrio. Pero estas manifestaciones pretendidamente pacifistas nada denuncian sobre el avance armamentístico ya realizado de la Unión Soviética ni sobre las intenciones y hechos nada pacíficos del grupo al que sirven.

Hablan de libertad. Pero las personas que viven en estos países se ven sometidas a la falta de libertad de expresión, a la falta de libertad en la organización de sindicatos y negocios, a la falta de libertad hasta para salir de sus países. Hablan de libertad, pero nada dicen de las barreras que tienen que construir y vigilar para reducir el creciente flujo de sus ciudadanos que buscan, por cualquier medio y aun arriesgando su vida, escapar del terror y miseria que significa la vida en estos países. Nunca parecen preguntarse por qué el flujo es unidireccional y por qué no se produce ningún éxodo de ciudadanos occidentales hacia ellos, cuando nada ni nadie se lo impide.

Hablan de democracia. Pero niegan la participación de sus ciudadanos en la toma de decisiones que les afectan. Para compensar la falta de democracia han incluido en el nombre de muchos países la palabra democrática, en un gesto cínico, ridículo y grotesco, como si, esto cambiara en algo la triste realidad. Aquellos partidarios que viven en países que gozan de democracia la utilizan para intentar llegar al poder y acabar con la misma democracia de la que se han aprovechado. Hasta han conseguido que algunas personas de países occidentales intenten usurpar la idea de democracia como propiedad exclusiva de los grupos de izquierda, excluyendo totalmente a los conservadores, que a veces les sobrepasan con mucho en la verdadera creencia en la democracia y en su práctica.

Hablan de derechos humanos. Pero no aceptan en las conferencias internacionales el examen de su cumplimiento dentro de sus territorios ni las acusaciones de los casos en que existen pruebas. No tienen inconveniente en internar en manicomios a los que se atreven a levantar la voz con opiniones contrarias a las del régimen. Y recientemente, cuando unos opositores en la Unión Soviética se encontraron en huelga de hambre, la explicación dada por las autoridades era en realidad que estaban llevando a cabo un régimen de adelgazamiento.

Dicen hablar en nombre del pueblo. Pero a su pueblo nunca le han permitido expresarse libremente. Usurpan y abusan del poder de los medios de comunicación para sus propios fines, criticando todo lo que no esté de acuerdo con sus opiniones.

Fortalecer la democracia

Algo que debe preocupar seriamente al mundo occidental es que todo esto no sólo ocurre dentro de los totalitarismos marxistas. En los países occidentales se encuentran personas dispuestas a seguir el juego de estos regímenes apoyando su política y difundiendo campañas de desinformación. Para ello utilizan la libertad existente en estas sociedades y que nunca podría darse en la que ellos defienden. Estas personas, por su difusión de información, patentemente falsa, o por su exageración y sensacionalismo de reconocidos males de la sociedad, contribuyen a debilitar la misma democracia que deberían tener interés en fortalecer.

Hablan de igualdad, de justicia social y de justicia en general. Pero el nivel de vida y la situación de ciertos grupos privilegiados es más acusadamente diferenciada que en cualquier país capitalista, y la población carece de cualquier derecho a un juicio público ante tribunales libres e independientes.

Hablan de desarrollo y bienestar económico. Pero no logran atender las necesidades más básicas de su población ni obtener tecnología industrial, a menos que sea copiada, y hasta robada, de Occidente.

Nunca un totalitarismo marxista ha podido llevar a cabo el desarrollo de un país ni elevar el nivel de vida de sus ciudadanos.

Su fracaso en este campo es patente. No obstante, por la eficacia de su propaganda falsa, han conseguido convencer a países en vías de desarrollo para que adopten su doctrina política y económica. Pero la elección de este socialismo infecundo ha provocado en estos países una multiplicación de sus problemas y un mayor empobrecimiento. En este mismo campo nunca ayudan de modo eficaz a otros países, sino que pretenden conseguir el establecimiento y mantenimiento de regímenes marionetas por medio de la ayuda militar a sus partidarios y la desestabilización de los Gobiernos poco proclives a seguirles.

Terence A. Todman es embajador de Estados Unidos en España.

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