Un espectáculo viejo
El cine de aventuras de los años veinte mantenía una estructura narrativa ingenua, pero eficaz. Se trataba de preocupar al espectador sobre el destino de los protagonistas, colocando a éstos en situaciones de peligro, de las que difícilmente podían escapar con vida; cuando ese riesgo llegaba al máximo se interrumpía la película, obligando al público a volver al cine a la semana siguiente para conocer el resultado de la aventura.Que en 1980 se haya pretendido mantener viva esa fórmula es algo más ilógico. El espectador ya sabe por experiencia que el protagonista no va a morir en los primeros minutos de la película o, en todo caso, le da lo mismo, ya que tiene la seguridad de que algo más ocurrirá.
Shogun, señor de samurais
Director: Jerry London. Guión: Eric Bercovici, según la novela de James Clavell. Intérpretes: Richard Chamberlain, Toshiro Mifune y Yoko Shimada. Norteamericana, 1980. Aventuras. Local de estreno: AIbéniz.
Sin embargo, Shogun, señor de samurais se acoge al viejo truco de ese inocuo suspense hasta el punto de que la distribución española ha colocado un intermedio en el mornento en que el protagonista corre grave peligro. Bien es cierto que podía haberlo colocado en cualquier otro momento, ya que la mecánica de la historia es siempre la misma. Aburre de tanto insistir en que algo malo va a pasarle a ese inglés perdido en el Japón del siglo XVII, donde la codicia por el poder de dos importantes señores acarrea un mundo de sangre. La información histórica que en este sentido la película podría ofrecer queda sepultada por la aventura individual y por el maniqueísmo con que se ha tratado todo lo demás. Los malos tienen cara de malos, y los buenos, de ángeles custodios. Todo es previsible, nada interesa. Incluso desde el punto de vista del espectáculo se han escamoteado las batallas y los números fuertes que una película de este género parece exigir,
Babelia
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