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En todo caso, una bala

La muerte nunca es agradecida. Hace exactamente un año, tiroteado por balas absurdas (todas lo son) moría en Nueva York John Lennon y a este hecho siguió la histeria. La muerte de un beatle era también la muerte de los recuerdos de una generación, el golpetazo que mostraba cómo los mitos son también de carne y hueso, como nuestras ilusiones y nuestras frustraciones.Los efectos, paradójicamente, no han sido tantos. Unos cuantos discos en relación con el héroe muerto ocuparon lugares en la cumbre de las listas, unos cuantos editores consiguieron hacer su agosto explotando ese sentimiento necrofilico que tanto nos honra a todos, pero en realidad no pasó gran cosa. Los últimos años habían contemplado a Lennon haciendo de ama de su casa, una gallarda inversión de papeles con su compañera Yoko. Su papel activo en la música ya no era fundamental, pero su pasivo era, y es, uno de los trabajos más impresionantes que se hayan realizado en la música de los jóvenes.

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Se dijo que había una cierta implicación de la CIA en su asesinato, pero, ciertamente, y como explica Mick Brown en un largo artículo sobre el tema, esa relación sólo refleja la necesidad de hallar un sentido a la locura, a la injusticia espantosa de la muerte de uno de los músicos más honestos que haya existido nunca.

Su última entrevista (con Andy Peebles, de la BBC) finalizaba de esta forma: «Pip, pip, toot, toot». Antes había opinado con su acostumbrada e irrebatible sinceridad sobre todo lo humano y lo divino, pero en esa frase como en Tutti frutti o El bote de Colón se encierra una maravillosa sinrazón que corre el riesgo de convertirse a cada paso en confusión trágica.

Muchos jóvenes no entendieron por qué se organizaba tal alharaca a su alrededor, bellamente ignorantes de la herencia que habían recogido de sus manos. Otros, no tan jóvenes, se convirtieron de repente a su memoria y llenaron su recuerdo de tristes tópicos. Pero aquí no quisiera recordar «su importancia fundamental para la música de los sesenta», sino más bien una actitud que le llevó a increpar a su reina, a ponerse al lado de los movimientos izquierdistas, a llevar su coherencia antimachista hasta el límite posible, a situarse junto a los bellos utópicos que desean la paz y ven su vida golpeada por una bala. Una bala de metal o de desengaño y derrota. En todo caso, una bala.

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