Mozart, interpretado como en sus tiempos, en Barcelona
Uno de los principales alicientes de la Setmana Mozart, que se está celebrando en Barcelona, era la presentación del conjunto británico The Academy of Ancient Music, especializado en música barroca y clásica.Los orígenes de esta agrupación se remontan al siglo XVIII. Desde sus inicios desarrolló una intensa actividad que duraría hasta el año 1848, siendo instaurada de nuevo en 1973 por el director Christopher Hoawood, titular de la misma.
El principal objetivo de la The Academy of Ancient Music es el de ofrecer la música «tal y como se interpretaba en la época en que fue escrita». Para ello, Hogwood cuenta con una orquesta integrada por unos veinte jóvenes músicos provistos de instrumentos originales, es decir, construidos durante la época en que fueron compuestas las obras que interpretan. La tarea para las agrupaciones de este tipo no resulta nada fácil.
Alcanzar este ideal sonoro que debe trascender la experiencia histórica para ofrecer interpretaciones que interesen por un verdadero y vivo contenido musical, es altamente comprometido. Y más teniendo en cuenta las especiales características de los viejos instrumentos que no deben ser forzados y darán su máximo resultado sonoro sólo a través de un perfecto dominio y de una fina sensibilidad por parte de los intérpretes.
La The Academy of Ancient Music convenció plenamente. Interpretaron cuatro obras de Mozart: la juvenil Sinfonía en fa mayor, el Concierto en sol mayor para flauta, el Divertimento para cuerdas en fa mayor y la Sinfonía número 35 en re mayor, Haffner.
La música surgió fácil, espontánea y llena de contastres. La sonoridad, tanto por lo que respecta a los instrumentos de viento como u los de cuerda, fue de una fascinante belleza, logrando una amplísima gama de matices. Es preciso destacar el casi imperceptible y sutilmente controlado vibrato de la cuerda que contribuyó definitivamente a crear un clima de especial nitidez. La labor del flautista Stephen Preston en el Concierto para flauta fue muy meritoria. Se expresó con elegancia y fluidez, aunque fue una lástima que la sonoridad de su instrumento resultara más bien escasa para una sala de las dimensiones del Palau. Fue en el Divertimento y en la Sinfonía Haffner donde la orquesta alcanzó su máximo nivel. Un público entusiasta aplaudió sin reservas.
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