Cuatro días de "jazz" en la universidad
Cuatro días de música. Jazz, para ser más concretos. Esto ha sido el I Festival de Jazz del Colegio Mayor San Juan Evangelista, que desde el jueves 26 al domingo 29 de noviembre reunió un público formado mayoritariamente por universitarios, con el aditamento ocasional de algunos aficionados indómitos, de esos que se apuntan a un bombardeo si llegan a intuir que puede sonar a Charlie Parker.
Buen ambiente, pues, y perfecta organización de un club de aficionados que festejaba así su décimo aniversario. El festival en sí reunía bastantes atractivos. Por un lado, las bandas; por otro, la oportunidad de ver en tres jornadas a instrumentistas tan tremendos como los baterías Art Blakey, Billy Higgins o Dannie Richrmond, jóvenes ascendentes como el trompetista Wynton Marsalis o el bajista Clint Houston, o gente infravalorada como, por ejemplo, el pianista Harold Mabern. Todo ello, además de placentero, ayuda a formar criterio, algo tanto más difícil por cuanto los ejecutores de esta música suelen ser apabullantes en cuanto pillan su instrumento.El primer día, jueves, actuaban los Jazz Messengers de Art Blakey. No era ésta la primera vez que veíamos en España a esta formación, pero ocurre que, una vez más, Blakey ha amamantado a una figura. El liderazgo del grupo, que antes podía discutirse, ha recaído definitivamente en Winton Marsalys (familia con estirpe jazzística), un trompeta cuya música resulta más y más impresionante cada día. Winton parece estar en un momento de gracia tal que todas y cada una de las notas que produce poseen un sentido y una intención difíciles de explicar. Su toque, que combina la suavidad de Miles con la velocidad y el virtuosismo de un Gillespie (son sólo ejemplos) posee una expresividad distinta, sus solos son modelos de construcción, y sus composiciones y arreglos, magníficos. No es raro su actual estatus de figura. Junto a él, Blakey incendiaba los tambores con su habitual autoridad, mientras el resto del grupo funcionaba más que correctamente, exceptuando al pianista Donald Browne, aquejado sin duda de calambres en la mano izquierda, tan manco parecía.
Al día siguiente actuaba el octeto de Georges Coleman, un grupo repleto de grandes figuras. Con todo y el sonido general del grupo, lo mejor fueron los solos y el acompañamiento del pianista Harold Mabern, con un swing poderoso, una articulación perfecta y una claridad de ideas capaz de explicar cualquier complicación. La otra figura era Clint Houston, quien con el bajo de palo enseñó lo que era virtuosismo, aunque sus solos fueron demasiadas veces a piñón fijo, sin ninguna fluctuación en su imposible velocidad. Hubo un buen solo de Mario Ribera con el barítono, y una gran dirección por parte del líder George Coleman, que trató de no ocupar un excesivo primer plano, a pesar de que realizó algún gran solo.
El sábado, y con la misma tónica de puntualidad, se presentó el George Adams-Don Pullen Quartet. La impresión que produce el grupo es la de divertirse tocando juntos, después de haberse conocido con Charlie Mingus. Adams fue probablemente el mejor tenor que ha pasado por el festival. Lo tiene casi todo: inteligencia, lirismo, técnica, calor, lo que se desee. Y además cantaba. Tanto le daban al blues como al calyps, y el piano orquestal de Don Pullen lo llenaba todo de armonías preciosas, mientras la finura de Richmond a la batería le otorgaba el swing necesario.
Cerró el festival Vlady Bas, único español de la reunión. El estuvo bien, tocando clásicos de toda la vida, tanto al saxo alto como al clarinete, pero sus acompañantes, excepto el siempre entusiasta Pepe Ebano, parecían cansados o ajenos. Demasiado solos insustanciales del bajo Eduardo Medina y demasiada frialdad por parte de Agustín Serrano al piano.
VIady Bas es un muy buen instrumentista, de lo mejor que tenemos por aquí, pero no son actuaciones como ésta las que te permitirán despegar de su sempiterna situación de esperanza.
Babelia
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