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Reportaje:Cuba, un pueblo en estado de alerta / 2

Soldados, milicianos, reservistas, todos los cubanos están preparados para defender su isla

A los dieciséis años, el cubano entra en el Ejército para 36 meses. Sólo los estudiantes lo suplen con servicios sociales, aunque reciben también instrucción militar básica en la universidad. "Aquí todo el mundo sabe usar un fusil", comenta un estudiante de medicina.Desde hace siete meses, las milicias de tropas territoriales, un cuerpo voluntario, se han sumado al aparato defensivo de la isla. "En nuestro municipio", dice Octavio Bermúdez, presidente del poder popular (alcalde) de Rancho Boyeros, "hay personas de setenta años que son miembros de las milicias y no quieren que se les excluya de los entrenamientos físicos más duros".

Rancho Boyeros, a veinte kilómetros de La Habana, tiene 140.000 habitantes y unas exigencias especiales de defensa, porque dentro de sus límites se encuentra emplazado el aeropuerto internacional.

"Los milicianos han dedicado este año cuarenta horas al estudio y al entrenamiento". Niega Octavio Bermúdez que la población tenga miedo. "Esto no nos impide ir al cine o al cabaré".

Las calles de la capital viven una auténtica fiebre del sábado noche. Las colas ante los restaurantes y los autobuses a reventar no delatan la tensión de un país en estado de alerta. Un taxista aseguró que durante las últimas semanas en nada ha disminuido el intenso tráfico hacia el enorme parque Lenin, convertido en zona de tolerancia para las parejas que no tienen casa en la que refugiarse o que tampoco encontraron plaza en una posada.

Un camarero de Floridita, el bar que fue segunda casa de Ernest Hemingway, asegura que las cajas que hace el local se mantienen en torno a los 130.000 pesos semanales (unos quince millones de pesetas al cambio oficial). "Y todo eso es ron, chico".

"Si nos atacan", dice Eddy, militante del partido comunista, "yo estaré enfrente con un fusil; pero no quita para que vaya ahora a bailar o me eche al cuerpo una botella de ron".

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Movilización popular

Fuera de la capital, al paso por Managua, unos camiones que arrastran cañones de grueso calibre imponen respeto en la carretera. En una colina se divisa la silueta de una pieza de artillería y una instalación de radar.

En Surgidero de Batabano, un pueblo que ha vivido siempre de pescar langostas, una decena de baterías de costa se alinean frente al mar Caribe.

"El pueblo ya se ha acostumbrado a estas cosas", dice Ceferino López, subdirector de la pesquería estatal. "Ya son muchos años de amenazas".

Un total de 176 embarcaciones faenan entre la costa y la isla de Pinos. Diez días en el mar, cinco de descanso en tierra. "No hay ningún arma en los barcos, pero en caso de ataque las tendríamos en menos de cuatro horas".

A lo largo del último mes, los pescadores (seiscientos en este pueblo) han recibido instrucciones por radio para permanecer en alerta permanente. "En situaciones normales, cada barco tiene en tierra un centinela por la noche; pero estos días nos ha tocado a veces permanecer a bordo toda la tripulación". Todos los pescadores han hecho, por lo demás, al menos, una práctica de tiro.

En la fábrica de muebles de Batabano, donde trabajan seiscientas personas, no se ha interrumpido la producción, que por distintas razones funciona sólo al 30%. de su capacidad. El director dice que sólo unos pocos obreros han tenido que dedicarse de forma exclusiva a tareas de defensa en la misma fábrica.

Una vida normal

En la universidad, un estudiante de medicina dice que su profesor fue movilizado y que aún no ha regresado a dar clases. Una compañera añade que lo mismo le ocurrió a su padre,,de 55 años, aunque en este caso se trata de un oficial retirado.

Pero no ha sido esta la norma general. La mayoría ha seguido haciendo su vida normal. Algo lógico sí se tiene en cuenta que en bastantes empresas el ciento por ciento de sus plantillas pertenece, a las milicias y ya tienen normalmente un entrenamiento militar.

Amado Formoso, un pescador de sesenta años, miliciano, dice: "No le tenemos miedo a esa gente. Toda Cuba está preparada para la guerra".

Las milicias dependen en tiempo de paz, aun bajo situaciones de alerta, de las asambleas municipales, que acaban de ser renovadas por votación directa para un período de cinco años. Los 10.700 representantes de los municipios elegirán hoy, 29 de noviembre, a la Asamblea Nacional, que ejerce ciertas funciones parlamentarias.

Los Comités de Defensa de la Revolución

Este es el último paso de un largo proceso que se inició en los Comités de Defensa de la Revolución (CDR). Constituidos en cada manzana, los CDR, creados hace veinte años, proponen dos o tres candidatos por zona. Sus fotos y biografías son divulgados en pasquines antes de efectuar la votación. Cada CDR tiene un representante en el ayuntamiento y puede revocarlo cuando esté en desacuerdo con su actuación.

Los CDR, que nacieron como un órgano de vigilancia frente a la contrarrevolución, engloban hoy a cinco millones y medio de cubano s, más de la mitad de la población.

En estos cinco lustros de existencia han asumido otras muchas funciones. Un viejo bulo de que las vacunas soviéticas contenían elementos químicos para efectuar lavados de cerebro hizo que los comités se hicieran cargo de la campaña de vacunación, con resultados tan eficaces que eso se ha convertido ya en norma.

Cuba puede, en caso de necesidad, vacunar a toda su población en menos de una semana a través de los comités. La donación de sangre y el cuidado de las calles son otras tantas funciones de los CDR, que no han abandonado su cometido primitivo.

A falta de serenos, los cederistas vigilan sus manzanas por la noche: de once a dos, las mujeres, y de dos a cinco, los hombres. Se asignan las tareas por riguroso turno, y cada cederista se convierte en sereno una vez cada treinta o cuarenta días. "Hemos evitado más de un robo", dice Pedro del Castillo, encargado del frente de vigilancia en un CDR de El Vedado, en la capital.

Durante los últimos días, los Comités de Defensa de la Revolución han leído en sus reuniones las instrucciones para caso de guerra. "Las sirenas de las fábricas darían el aviso.

Los hombres que están encuadrados en alguna unidad de defensa deben trasladarse a sus respectivas bases. También se han dado algunas normas elementales, como la de no encender las luces de noche".

Con todo este dispositivo de soldados, milicianos y miembros de los Comités de Defensa no resulta extraño que ni el diario oficial, Granma, ni el Museo de la Revolución hayan tenido que adoptar medidas especiales de protección. "No se preocupe, que no nos van a pillar desprevenidos".

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