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El gas natural de la Unión Soviética llegará a Europa occidental a través de la República Federal de Alemania

Dos días antes de la llegada a Bonn del secretario general del partido comunista y jefe del Estado de la Unión Soviética, Leonidas Breznev, se ha firmado en Essen el acuerdo sobre suministro de gas natural siberiano a la República Federal de Alemania, que incrementará sus importaciones hasta 10.500 millones de metros cúbicos anuales, a lo largo de 25 años, y a partir de 1984. El contrato ha sido firmado a pesar de las presiones norteamericanas. Estados Unidos considera que el acuerdo aumenta la dependencia energética de Europa respecto a la Unión Soviética, y podría ser utilizado por Moscú como arma de presión económica contra Europa occidental.

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Desde Siberia hasta el corazón de Europa.

El presidente norteamericano, Ronald Reagan, planteó el tema abiertamente al canciller federal alemán, Helmut Schmidt, en la cumbre de países industrializados de Ottawa, el pasado mes de julio, y ofreció a cambio de una renuncia al acuerdo suministrar otros productos energéticos a la RFA.El último intento norteamericano de impedir el acuerdo lo realizó el subsecretario de Economía norteamericano, Myer Rashish, que en varias capitales europeas expuso recientemente las ofertas norteamericanas, pero sin éxito.

El acuerdo sobre el gas cuenta con el apoyo de la industria alemana y también del Gobierno federal.

Los industriales, porque podrán realizar importantes negocios de exportación para la construcción del gasoducto previsto.

El Gobierno federal, porque desea la diversificación de las fuentes de energía.

En Bonn se repetía con frecuencia, ante las objeciones norteamericanas, que "también ellos exportan trigo, lo que, en definitiva, fortalece al régimen soviético", y "otro de los proveedores de gas es el libio Gadafi, y no creemos que esto sea más seguro que los suministros soviéticos".

Detrás del contrato sobre el gas soviético se encuentra toda una filosofía, actualmente en crisis, de la distensión política unida a las conexiones económicas. El llamado arquitecto de la política del Este, Egon Bahr, habló un día de la "función estabilizadora para la paz" de la cooperación económica entre el Este y el Oeste. El experto en temas militares ex general Baudissin considera la interdependencia tecnológica entre el Este y el Oeste como una garantía contra un conflicto bélico.

Aunque el Gobierno de Bonn estaba convencido plenamente de que el negocio del gas, al que algunos califican de "contrato del siglo", tenía que realizarse, procuró evitar al máximo todo aquello que pudiese provocar más aún las iras de Washington.

Los políticos del Gobierno federal se escudaban continuamente ante 14 preguntas sobre el acuerdo del gas en la fórmula "eso es una cuestión entre empresas privadas alemanas y una soviética, y no es asunto del Gobierno inmiscuirse en esa negociación".

A pesar de estas afirmaciones, resulta difícil creer que el Gobierno federal se mantuvo al margen de la negociación, que recibió el impulso definitivo precisamente con la visita de Breznev a Bonn, donde desde hace días se sabía que la firma del contrato era inminente.

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