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Pasión e ironía en el teatro de sombras

La muestra consta básicamente de las dos últimas series realizadas por el Equipo Crónica, denominadas respectivamente Los viajes y Crónica de la transición, la primera de las cuales está fechada en 1980, y la segunda, en el presente año. He de añadir que, cuando fueron presentadas al final de la temporada pasada en Barcelona, en la galería Maeght, obtuvieron una gran resonancia, que acrecentó el interés de poder ver por aquí esta obra última.Cualquier exposición o realización nueva del Equipo había creado desde siempre una situación de expectativa, pero de manera especial las de estos últimos años, en los que Rafael Solbes y Manolo Valdés, en vez de conformarse con la reiteración segura de la fórmula que les dio el éxito, siguieron su proceso de investigación. En todo caso, hay que decir que este proceso de investigación no significó ninguna dislocación en el método de trabajo de los Crónica, a pesar de que las imágenes lógicamente renovadas -los modos de plantear el problema- desconcertaran a más de uno.

Creo, en efecto, que la coherencia crítica del Equipo no ha dejado de existir, por mucho que hayan variado sus estrategias, que forzosamente van en pos de la realidad, pues subsiste una voluntad de Crónica. Pero también, como esta última es creadora sólo en cuanto experiencia, las estrategias no sólo varían, sino que también se enriquecen. ¿En qué han consistido, pues, las últimas variaciones y en riquecimientos que aparecen en estas últimas series presentadas? Contestar a esta pregunta sintéti camente es poco menos que imposible, si es que no queremos esca motear la complejidad que sostiene al argumento. Por tanto, aquí no lo pretendo, aunque sí, al menos, recrear la tensión crítica que ha justificado el origen y el desarrollo -el destino plástico- del Equipo Crónica.

Esta tensión crítica ha escenificado la consciencia especular -imágenes, reflejos- de una doble insuficiencia: la que sentían los Crónica al considerar la pintura insuficiente respecto a la realidad y, al mismo tiempo, a la realidad insuficiente respecto a la pintura. Supongo que ya habrán adivinado la inquietud vanguardista que hay detrás de todo esto, pero ahora precisamente que están tan de moda las simplificaciones a este respecto no veo, sin embargó, a nadie, cuya producción actual pueda interesar, que no siga implicado a su manera en este tipo de interrogación, que pregunta, según Merleau-Ponty, «¿qué le falta al mundo para ser pintura?».

La clave está, por lo demás, en que cada mirada ordena el mundo, aunque ello sólo se ponga circunstancialmente de manifiesto al congelar el flujo de la visibilidad mediante imágenes fijas, cuyos reflejos son -nunca mejor dicho- reflexiones. La pintura de vanguardia, como en general toda la pintura, nos proporciona en este sentido un buen caudal imaginativo, cuya completa significación se nos escapa, porque todavía está entre lo visto y lo no visto. Y entrever la realidad -nuestra realidad, la crónica de nuestra transiciónen sus entresijos, pero allí donde las imágenes son más poderosamente elocuentes, porque dicen siempre más que lo que estamos dispuestos a entender; entrever la realidad -digo- mediante la pintura es, en definitiva, el propósito que ha sostenido y sostiene al Equipo Crónica.

Un buen caudal de imágenes queridas de la historia de la pintura, aunque comparativamente cada vez más al ritmo de la pintura decisiva de nuestro siglo. ¿Tiene sentido ponerse a reconocer este álbum de sombras famosas que constituyen el teatro de nuestra visión? En cualquier parte no puede aparecer un retazo figurativo de Rafael, Velázquez, Rembrandt, Picasso, Kandinsky, Kirchner, Kitaj, Cézanne..., ¡qué sé yo!

De repente comprendemos hasta qué punto vemos el mundo desde el prisma de la pintura, que altera nuestros mismos hábitos perceptivos y fluye por dentro, pero también hasta qué punto la pintura es un escaparate y fluye por fuera. Transitar entre estos dos límites -interior y exterior- y hacérnoslo visible exige una buena dosis de pasión e ironía, los dos ingredientes con los que han cocinado siempre su pintura -y de manera soberana- el Equipo Crónica. En este teatro de sombras, atravesado por algún reflejo fulgurante, celebran estos pintores su visión del mundo e iluminan la vida. En esta magnífica exposición pueden contemplarlo, sin que pueda empañarlo la melancolía.

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