Los salvadoreños
Qué confusa, qué difusa, qué escasa, qué rala la presencia de los salvadoreños en Madrid, que no se sabe muy bien si están haciendo política en el exilio, exilio político o nostalgia crítica de emigrantes.San Salvador. Un hombre va por la calle a las ocho menos veinte de la tarde. Un guardia le dispara y le mata. Otro hombre:
-¿Por qué le ha matado usted?
-Sé dónde vivía. No le daba tiempo de estar en casa en veinte minutos. Y hay orden de recogerse a las ocho.
«Ahora ha venido de agregado militar, a la Embajada de aquí, de Madrid, un general muy señalado allá por su actividad en la represión». Y me dan un dije, una cosa, una pepita de algo, vegetal, que pone «El Salvador C. A.». Por la cara plana hay pintado un gallo que canta en las bardas mientras sale el sol. «Apriesa cantan los gallos, ya quieren quebrar albores», me dice a mí el viejo Romancero castellano, en la caracola sorda de la memoria. «Los yanquis no van a ejecutar una acción directa, esperamos, porque tienen en contra la opinión pública, la Prensa, su propio pueblo. Lo que hagan contra nosotros, pensamos que lo harán a través de Argentina». Qué,confusa, qué difusa, qué rala y lenta la presencia de los salvadoreños en Madrid. «El Gobierno no quiere prescindir de algunos civiles, tres o cuatro democristianos, para no ser exactamente igual que Chile y Argentina. Nosotros, de Cuba y Nicaragua sólo recibimos apoyo moral. El Salvador es un país muy cristiano y los revolucionarios, entre los que impera un mulatismo racial e ideológico, no aceptarían de plano el marxismo o el sovietismo».
La pepita de algo no es nada. Qué breve cosa, qué artesanía minutísima, qué medalla vegetal para él cuello curtido de los luchadores: «Los árabes están con nosotros, pero moralmente y nada más. De Israel tememos tanto como de Estados Unidos. En Argentina queda mucho dinero israelita. Nos lo jugamos todo en cuatro meses, como mucho. Y no sólo nosotros. La estrategia mundial de los Estados Unidos cambiará según que en El Salvador gane o pierda la democracia. Ahora, el Gobierno está utilizando la guerra de gases y han dejado ciegos a muchos niños. Quieren unas elecciones, que estarían amañadas, naturalmente, para justificarse contra nosotros y ante el mundo. Parece que incluso lo que ocurra con los movimientos insurgentes de Africa depende del final de nuestra guerra». Uno recibe todos los días el material escrito del pueblo salvadoreño, la sintaxis quebrada de un país en lucha. "Somos un país de cinco millones de personas y ya hay 30.000 asesinados". Uno encuentra, perdidos por Madrid, a los salvadoreños -muy pocos, un puñado, gente de suéter de ceniza-, y aprieta uno en su mano, solo también por la calle, la pepita de algún fruto cantado quizá por los cronistas de Indias. El corazón mínimo y-múltiple de las australes selvas que hoy se ponen en pie como milicia. « Peregrinó mi corazón y trajo de la sagrada selva la arnionía», dicen los versos, asombrosamente músicos, del gran Rubén. Peregrina nuestro necrosado corazón madriles y trae, de la sagrada selva del mulato, la inarmonía beligerante de un bosque al cual un Macbetch de guayabera Napoleón Duarte, ve aproximarse ominoso y sagitario: saetas naturales del negro, el rubio, el español mestizo.
«Hay una Iglesia oficial, claro, pero los curas están con nosotros, curas de base, y muchos jesuitas progresistas, y el pueblo es muy cristiano». Qué ralos, qué perdidos, los salvadoreños por Madrid, sin énfasis, sin máscara, sin mimo, sin cosmopolitismo. «Emigramos, ya ves, a otros países, incluso a Estados Unidos, y allí se pasa mal, ya nos conocen».
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