EE UU baraja planes de intervención militar en El Salvador, ante una eventual caída del régimen de Napoleón Duarte
Crece la convicción, en el seno de la Administración Reagan, de que la guerra civil en El Salvador ha alcanzado un punto tal que puede provocar eventualmente la caída del Gobierno de José Napoleón Duarte, a menos que Estados Unidos adopte una acción decisiva inmediata, en opinión de altos funcionarios gubernamentales de Washington.
, De acuerdo con estas fuentes, el secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, ha estado presionando al Pentágono para que examine una serie de opciones sobre una posible acción militar en El Salvador y contra Cuba y Nicaragua Washington ha acusado a estos dos países de enviar ayuda a los izquierdistas salvadoreños.La mayoría de los funcionarios consultados asegura que este procedimiento ha sido algo más que un simple plan rutinario, dados los cortos plazos previstos para aplicar el proyecto y el sentimiento generalizado de que algo debe hacerse para prevenir el colapso del Gobierno salvadoreño del presidente José Napoleón Duarte.
Según los altos funcionarios mencionados, el departamento de Defensa se opone al empleo de fuerzas norteamericanas en América Central o en el Caribe. La postura del secretario de Defensa, Caspar Weinberger, y de su adjunto, Frank C. Carlucci, y especialmente del Alto Estado Mayor, es la siguiente: es improbable que tuvieran éxito la mayor parte de las acciones militares posibles en la zona. Resultaría altamente dudoso que la opinión pública norteamericana y el Congreso apoyaran una intervención militar, mientras la Unión Soviética podría materializar una respuesta sobre Berlín Oeste o sobre el Golfo Pérsico, sin que hubiera una verdadera reacción norteamericana.
Conforme a las mismas fuentes, las opciones militares, junto con un paquete de medidas económicas e iniciativas diplomáticas, están siendo preparadas para ser discutidas a corto plazo con el presidente Ronald Reagan. Altos funcionarios de la Casa Blanca, incluídos Edwin Meese, tercer consejero presidencial, y Richard V. Allen, consejero de Seguridad Nacíonal, han mostrado su escepticismo.
No quedó claro, según los funcionarios consultados, sí Alexander Haig estaba seriamente interesado en alguna clase de acción militar o bien, por el contrario, se inclinaría por enviar una contundente advertencia a Cuba y otros países que apoyan a la guerrilla izquierdista salvadoreña.
De acuerdo con funcionarios Gubernamentales, los planes sobre éste punto habían comenzado el pasado junio, pero fueron acelerados en las últimas semanas en respuesta a un memorándum elaborado principalmente por Robert Mac Farlane, consejero del Departamento de Estado.
Según las mismas fuentes, el memorándum establecía que Estados Unidos afronta muy serias amenazas en esta región y que la Administración Reagan debe hacer más de lo que está haciendo al respecto.
A continuación se refería a las opciones de una campaña de relaciones públicas para desacreditar al presidente cubano, Fidel Castro, y exponer su papel preponderante en el estímulo a las insurrecciones en el mundo, al tiempo que ponía énfasis en la necesidad de barajar acciones militares.
Para estas fuentes, el memorándum y otros documentos empleados por Haig se centraron en el origen" de los problemas en la región centroamericana y este origen fue situado en Cuba, con la Unión Soviética jugando en la retaguardia un importante papel.
Por su parte, el ministro de Defensa salvadoreño, coronel José Guillermo García, que visita oficialmente Washington, dijo el miércoles pasado que él no aprecia cambios sustanciales en la situación bélica de El Salvador respecto a los últimos meses, y agregó que las actividades guerrilleras continúan dirigidas sobre objetivos económicos.
Varios funcionarios gubernamentales aseguraron que si bien dudaban de que el presidente Ronald Reagan llegue a aceptar cualquier tipo de acción militar, las indicaciones de Haig y de otros en este sentido están afectando ya al comportamiento de Fidel Castro.
Entienden que sus comentarios sobre Washington son cada vez más estridentes y confían en que es a nueva presión le obligará bien a dar marcha atrás en su ayuda a los insurgentes, o bien a reforzarla más abiertament e.
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