Pinocho
Además de ser el centenario de Juan Ramón, de D'Ors y de Picasso, es no sé qué centenarío de Pinocho o su creador, Collodi, y lo primero que tengo que decir es que yo nunca fui muy lector de Pinocho, ya que uno iba de niño redicho y se metía con Hamlet y Rubén Darío directamente. Pero hoy podemos hacerle una lectura más sociológica que psicológica a Pinocho (el otro día se la hice aquí a Cenicienta), como a todos los personajes infantiles, y llegaremos a la conclusión de que el Pinocho de la política española actual es Felipe González, el niño bueno y malo, el niño respingón, de nariz pugnaz, que mete en todo, y que tiene un padre/inventor, Pablo Iglesias/Gepetto, que nos llena de ternura con su barba blanca. Felipinocho González ha rectificado bien y a tiempo el mal eslogan que le muñeran sus publicitarios, y se lo ha soltado, con un par, a Pérez-Llorca, en el debate:-OTAN, de salida, si.
O sea, que si llega al poder, montará un referéndum invitando a salirse de la OTAN/NATO adonde ahora nos van a meter, si conseguimos forzar la puritana resistencia de los yanquis a que entremos, pues aquí pasa un poco lo que pasaba con Franco/Hitler. No es que Franco obviara sutilmente alinearse con Hitler en la guerra, sino que Hitler, después del desastre italiano de sus malas compañías cesaristas -Mussolini-, temía otra catástrofe latina por parte de España. Ahora, esta España del golpismo y la colza parece que no entusiasma demasiado a Reagan, o que su entusiasmo es perfectamente descriptible.
He venido/ido a Barcelona, en estos días, y parece que la Generalidad se resiste a celebrar la cercana fiesta del Descubrimiento de América: teniendo en cuenta que en América ya estaba Reagan, les comprendo. Felipe González, como Pinocho, tiene algo tierno, simpático, osado, de personaje recién inventado por su inventor, de carpintería lozana que hemos visto construirse ante nuestros ojos, urgentemente, porque hacía falta, y ésa es su debilidad y su fuerza, y hay que decir que el PSOE no es el hundimiento del Titanic municipal, porque esa maniobra está aislada y resulta lóbrega/lúgubre desde su origen, o sea, de mala fe, y si algo no se le puede suponer a Pinocho es mala fe. La nariz priápica de Pinocho es lo que le hace ser la envidia de todos los niños del mundo, pues lo que más les gusta a los niños es ponerse grandes narices de cartón, como sexos inquisitivos que dan al menor una capacidad de inmiscuirse en el tupido mundo adulto. Felipe, que gusta a las señoras, no ha cultivado su priapismo político como Adolfo Suárez, por ejemplo, lo que revela una, mayor conciencia pudenda. h4e llaman de las radios y los periódicos para hablar de Pinocho, pero uno lo que quisiera es hablar de Felipe, a quien sus amigos se lo montan mal por inexperiencia y sus enemigos le montan campañas intoxicadoras, en plan mejillonera. Es viejo esto de hacer les lecturas freudoadultas a los mitos infantiles, pero siempre funciona, y yo, por otra parte, me limito a considerar que siempre hay un Pinocho en la vida española, un héroe hecho a mano, intrépido y reciente, cuyo olor honrado de madera fresca trascienden en todo lo que dice. (Mentiras verdaderas de Pinocho).
El gran prosista Juan Marsé y el gran poeta Gil de Bicáma, en un espectáculo catalán, juegan hábilmente con las fantasías infantiles y sanjuaneras. Los mitos del niño son fijos y repetitivos, porque el niño es conservador de lo poco que tiene (el tiempo no le ha dado tiempo a más). Y el pueblo, en lo que tiene de niño inmenso y repartido, necesita un mito cordial, ingenuo y audaz, necesita esa nariz excesiva de Felipe en las caricaturas, que es la nariz de la honradez agresiva y burlada, la nariz del Cyrano infantil de madera. Felipe no es mala opción entre Pinocho y Pinochet.
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