_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El mundo después de Sadat

EL 3 de septiembre, Anuar el Sadat iniciaba lo que él mismo definió como una purga: el 6 de octubre ha sido asesinado en unas condiciones que permiten suponer, atravesando la muralla de confusión de las primeras noticias, que se ha podido producir una revolución y que ésta, si triunfa, puede cambiar enteramente la situación en Orienté Próximo, que es tanto como decir en el mundo. Reagan mantiene una especial atención sobre la zona, en la que se reúnen, junto al petróleo, algunos de los revolucionarismos más caracterizados del Tercer Mundo -los islámicos- y una presión soviética mantenida por los países vicarios, esencialmente Libia.En todo ello estaba la purga de Sadat del 3 de septiembre. Una purga que llenó de estupor y consternación a los amigos y aliados del propio Sadat, más que a sus enemigos, porque el nivel de subversión y la capacidad de compló del país parecían muy bajos. Pero el movimiento crítico era muy importante. Venía de las 40.000 mezquitas del país, de la enorme fuerza de los Hermanos Musulmanes y del Jamal Islam. Con ellos, la represión hacía caer también a los coptos y confinado a su Papa. Los cristianos coptos -se han conformado casi siempre con sobrevivir en un país musulmán, aunque eran también críticos; casi podría decirse que su persecución tenía por objeto equilibrar la de los musulmanes ante la opinión pública. Se cerraron periódicos, se encarcelaron periodistas -una costumbre ancestral en cada gran movimiento contrario a las libertades- y se persiguió a las organizaciones izquierdistas, que tienen en realidad muy poca fuerza en el país. Unas 1.500 personas caían en esta purga; el número se ha elevado después a 3.000, según las cifras oficiales, y a muchos miles más, según la oposición. La intención de Sadat era controlar absolutamente el país para apoyar una operación de gran envergadura fraguada en Washington: la creación de un bastión de defensa conjunta en el que armas y hombres de Estados Unidos estarían sujetando el triángulo Israel-Arabia Saudí-Egipto. Todo este gran movimiento se puso en marcha con el envío de armas a Arabia. Y su justificación es la presencia rusa en la zona y la necesidad de erradicarla. Sadat lo subrayaba bien cuando, al mismo tiempo que reprimía a la población, expulsaba del país al embajador soviético con nada menos que mil funcionarios de su embajada, cifra que explica suficientemente, por otra parte, cuál era la importancia de la presencia soviética.

Ahora es obvio que tenía razón Sadat en sospechar y prevenir cualquier movimiento de resistencia. Pero sus aliados no habían pedido una acción tan dura como la que él emprendió. Le consideraban ya un megalómano, casi un paranoico que había empezado el trágico camino que emprendió el sha en Irán: una represión histérica y una persecución de la religión, bajo la consigna, que él emitía, de "nada de política en la religión, nada de religión en la política". Consigna prácticamente incomprensible para los islámicos de cualquier secta, que jamás han dudado que Corán y Gobierno sean una misma cosa. Quizá este condenado por desconfiado que ha sido Sadat estaba ayudando a poner en marcha el compló que denunciaba; quizá la oposición comprendía en ese momento que quitar de en medio a Sadat y a su régimen era para ella cuestión de vida o muerte. El hecho de que haya sido un camión de soldados que desfilaban ante el rais los que le han asesinado indica que atentado y revolución -sea cual sea su desarrollo y sus posibilidades- parten del interior, aun si tienen apoyo extranjero.

Los beneficiarios del hecho no son pocos. Para Libia ha sido un regalo venido del cielo -literalmente lo creen así-; para la URSS, otro. A lo mejor ayudaron con sus preces a que se produjera. Los países moderados o conservadores de la vecindad árabe no tenían gran confianza en Sadat. Temían que su histeria y su rudeza complicase la situación, como así ha sido. Sadat no era un hombre de amigos, salvo en Washington y en Israel, y es a los únicos con intereses en la zona a los que se puede excluir sin vacilación de la lista de sospechosos. Muchos otros países pueden haber atizado la revolución; pueden armarla y fomentarla ahora.

Si la situación no se sujeta, si realrnente estamos ante una revolución y esta revolución triunfa, todo va a estallar en Oriente Próximo. No es imposible una intervención de Israel, y no es fácil predecir si Estados Unidos sujetaría a Arabia Saudí contra esta intervención. No es imposible tampoco una intervención libia.

Lo que queda como realidades de la jornada de ayer, en la que murió Sadat -terrorista en su juventud y muerto por un atentado terrorista, después de haber recibido en vida el Premio Nobel de la Paz- es un aumento esencial de la tensión en el mundo. En pleno rearme, en pleno caos Islámico, en, un momento en que parecen imposibles todas las conversaciones de urgencia y de contención entre Moscú y Washington, se está hoy mucho más cerca de la guerra que ayer. Y al decir guerra no hay que pensar sólo en la limitada dentro de la zona.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_