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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El arte severo del organista José Manuel Azcue

Teatro Real Ciclo de cámara y polifonía. Organista: José Manuel Azcue. Obras de Bach, Mozart, Franck, Guridiy Messiaen. 29 de septiembre.El curso musical madrileño ha comenzado con un excelente concierto del organista José Manuel Azcue, primero de la serie de cámara y polifonía que organiza la Orquesta Nacional de España en el teatro Real. La categoría del intérprete y el interés del programa eran evidentes y, sin embargo, la asistencia fue mediana. Lo que no deja de extrañar tratándose de un instrumento predilecto hoy de los públicos juveniles. La carrera de Azcue, nacido en Oyarzun (Guipúzcoa) es intensa y brillante, con largos capítulos norteamericanos -iglesia de la Concepción, de Fulton; Universidad de Syracuse, Nueva-York; Universidad del Estado, también de Nueva York-, actuaciones constantes y cursos en los principales centros musicales europeos. Desde 1975 es organista titular de Santa María del Coro, de San Sebastián, en donde goza de un espléndido instrumento construido en 1862 por el francés Arístides Cavaillé-Coll, autor, entre otros, del órgano de Santa Clotilde de París, en el que tocara César Franck. (Para los interesados en el tema, recordará el estudio de Angel María sobre el órgano de Santa María del Coro, publicado en 1973 por la Caja de Ahorros y la Sociedad Vascongada de Amigos del País.)

El arte de José Manuel Azcue es severo y expresivo, su imaginación a la hora de disponer las combinaciones de registros es, a la vez, rica y sobria, de modo que los necesarios contrastes se obtengan dentro de una general personalidad sonora adecuada a cada una de las obras interpretadas.

Así quedó patente en la actuación que comentamos, iniciada con dos obras de Juan Sebastián Bach (Toccata, adagio y fuga en do mayor y Sonata-trío en sol), que, estética e instrumentalm ente, sintetizan tanto el pasado como anunciaba el futuro.

La Fantasía en fa menor evidencia el sentimiento y la voluntad expresiva de Mozart, a cuya música podían aplicarsele, como hace Massimo Mila, los enunciados de Matisse: «Busco un arte equilibrado y puro, que no cause inquietud o turbación; deseo que el hombre fatigado encuentre en mi piritura calma y reposo».

Si en la obra de Mozart se acusan resonancias bachianas, la vida de César Franck estuvo consagrada, en buena parte, a la exaltación de Juan Sebastián. En el cantor de Santo Tomás están las lejanas fuentes de la espiritualidad franckiana, tan depurada en el Preludio, fuga y variación, op. 18. Y en la franckiana Schola cantorum par¡siense de D'Indy estudió Jesús Guridí, cuyo Tríptico del buen pastor, escrito en los años ciencuenta -el decir, en el último período de la vida de Guridi- mantiene su interés y originalidad al asumir objetivamente ciertos datos descriptivos.

En fin, Olivier Messiaen, organista de la Trinidad, en la capital francesa, que fue capaz de llevar la música europea desde los cánones de su maestro, Dukas, hasta la vanguardia de sus discípulos, como Pierre Boulez y la suya propia. La religiosidad de Messiaen, en los años que compone La Natividad del Señor, discurre por cauces interiorizados y contemplativos: es un místico en la intención ideológica y en la actitud ante el fenómeno sonoro.

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