La grave crisis económica, principal tema de debate en Portugal
El voto de confianza otorgado anoche por el Parlamento portugués a Pinto Balsemão y a su Gobierno ha puesto punto final a la crisis abierta el pasado 9 de agosto. "Todo ha sido dicho, pero queda todo por hacer", ha manifestado el superministro democristiano de Agricultura, Comercio y Pesca, Basilio Horta, con una frase que resume, mejor que las largas declaraciones de voto, la situación política portuguesa.Todo está por hacer. Y no sólo por parte del nuevo ejecutivo, que sabe que cuenta con escasamente tres meses para conquistar una autoridad y una confianza cuya falta se hace. sentir (como acaban de demostrar las elecciones municipales parciales y las pérdidas de votos registradas por Alianza Democrática), sino también por parte de la oposición.
La oposición o, mejor dicho, las oposiciones no están mejor situadas. Comunistas y socialistas, irreconciliables entre sí, tienen visibles dificultades por ahora para definir su estrategia para el futuro inmediato.
El mano a mano del nuevo superministro de Hacienda, del Plan y de la Integración Europea, el socialdemócrata João Salgueiro, y del ex ministro socialista de Hacienda, Vitor Constancio, ha sido, sin embargo, el único momento realmente animado del debate parlamentario que acaba de terminar. Los dos hombres, que fueron condiscípulos y colegas en el Banco de Portugal, han defendido dos filosofías diferentes de la política económica a seguir para hacer frente a una situación que ambos consideran grave.
El socialdemócrata rechazó todo optimismo: la situación es muy seria y va a seguir siéndolo mucho tiempo. No hay perspectivas de mejoría del poder adquisitivo ni del valor real de los salarios; incluso su mantenimiento puede considerarse como un objetivo importante.
Trienio de austeridad
El ministro de Hacienda ha sido claro: lo que viene es un nuevo trienio de austeridad, porque para liberar recursos para las inversiones productivas hay que aflojar la presión ejercida por la demanda sobre la oferta. Los portugueses saben lo que significa esto de disminuir el consumo interno: lo experimentaron en 1977-1978 y les supuso una pérdida de poder adquisitivo de un 20%. Y coincidió con el acuerdo firmado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el segundo Gobierno Soares, compuesto por socialistas y democristianos.Vitor Constancio, que fue el principal negociador con el FMI en 1977, provocó un hondo malestar en la mayoría gubernamental con su demostración, bastante convincente y en ocasiones brillante, de la inoportunidad del nuevo acuerdo con el Fondo, que según él, va a retrasar aún más el despegue de una política desarrollista en Portugal, por los principios malthusianos que inspiran las clásicas recetas para los países deficitarios.
La decisión del Gobierno le parece injustificada y onerosa para el país, una opción de ortodoxia financiera conservadora, incompatible con el desarrollo de Portugal, que necesita mantener un nivel de inflación superior al de la media de la CEE para que pueda darse un cierto desarrollo económico.
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