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Espartaco supo entender al público

Plaza de San Martín de Valdeiglesias. 9 de agosto. Primera de feria. Toros de Sánchez Fabrés, con algo de presencia, pero de pitones gachos y sospechosamente despuntados. Todos fueron cambiados con una vara por su flojedad. El cuarto fue devuelto precípítadamente al corral por supuesta cojera y sustituido por otro de la misma ganadería. Antoñete: estocada (palmas y algún pito). Estocada y descabello (división). Julio Robles: estocada baja (silencio). Estocada delantera (silencio). Espartaco: media tendida y descabello (ovación). Estocada caída (dos orejas).

La tarde se iba descarrilala, tan plúmbea y grisácea como el cielo que entoldaba la pequeña e incomodísima plaza de San Martín de Valdeiglesias. El público inmerso en aquel ambiente aburrido y tristón, empezaba a impacientarse y a ser consciente de que iba a volver a casa sin poder contabilizar las orejas cortadas y explicarlas ante el escéptico vecino. Pero Espartaco, que parece haber hecho un cursillo intensivo de psicología de espectadores de estas plazas, acabó con el funeral.Apenas salió el sexto toro, tan gacho de pitones y despitorrado como los demás, echó las rodillas al suelo y le arreó una larga cambiada que ahogó el conato de protesta por los pitones y disipó la tristura del espectador.

El toro fue cambiado con un picotazo a petición del experto en multitudes taurinas y pasó a los dominios de la muleta saltarín y corretón. La faena con que Espartaco encandiló a los ingenuos se compuso por rodillazos iniciales, derechazos retorcidos con el pico, circulares de corro infantil y trapazos por alto en cadena. El inevitable bajonazo desató el entusiasmo, y el rubio de Espartinas se llevó las consiouientes orejitas.

Con Antoñete ha estado el público de San Martín inexplicablemente duro. Pese a que los detalles más toreros estuvieron a su cargo y pese a que esta vez ha acabado rápidamente con sus enemigos, los espectadores del pueblo le chillaron Y le gritaron todo eso del asilo, el sillón de ruedas y el bastón por su supuesta vejez. La verdad es que no se comprende qué es lo que esperaban del madrileño, pues Julio Robles, que tuvo, dentro de su estilo, actuaciones discretas en relación con las características de sus toros, fue tratado con más ecuanimidad.

Antoñete sólo ha estado fácil y torero con el cuarto, sobrero de escasa presencia, y ha sido en este toro en el que más se ha reprochado su actuación, y, en cambio, en el primero, con el que no se confió en ningún momento, y al que pasó de muleta sin pararse, falto de temple y sufriendo un desarme. fue mucho más aplaudido que en su segundo enemigo. Pero el público de los toros es así.

Lo verdaderamente lamentable es que el público parece ya resignado a que los toros que se lidien y por los que ha pagado en taquilla una entrada de elevadísimo precio ofrezcan la apariencia de las astas en tan lamentable estado. Se limitan a comentarlo en el tendido, más o menos jocosamente, pero ninguno se atreve a iniciar una bronca que estaría muy justificada y, lo que quizá fuera más eficaz, dirigirse al juzgado denunciando la posible estafa.

El día en que esto ocurra es posible que se haya dado el primer paso para acabar con el fraude.

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