Significación de un proyecto de homenaje
El homenaje, proyectado para ser ofrecido al general Gutiérrez Mellado, le era debido, por los españoles, desde el 23 de febrero: aquella tarde, ante la pasividad de la guardia del Palacio del Congreso y de la escolta, numerosa, de muchos de los diputados allí congregados, más, todo hay que decirlo, la actitud no demasiado gallarda de gran parte de éstos, él fue quien salvó el honor del Gobierno, y el primer militar que dio testimonio de oposición frente a la insurrección.Sí, eso es indiscutible. Se tratará, pues, evidentemente, si es que llega a materializarse, de un homenaje directo a él. Pero ¿por qué ha surgido la idea justamente a raíz de la carta ofensiva, injuriosa, del "general Milans del Bosch? Evitando a toda costa reducir la significación del homenaje a ocasión de manifestación nacional contra los golpistas, y desvinculando, por tanto, con la mayor nitidez, este acto del juicio militar al que ellos serán sometidos, ¿no es ya significativa en sí misma como reflejo, por debajo de la grosería de los términos en que la carta está redactada, de un modo de entender la profesión de las armas? La filtración de las actuaciones sumariales nos permite distinguir netamente tres talantes golpistas diferentes: el soez y brutal de su ejecutor material más destacado que en la grabación de sus palabrotas dichas al teléfono mostró la increíble y totalmente inarticulada tosquedad de su espíritu y la imposibilidad, dicho sea de paso, de que fuese él quien redactara aquel artículo -el cual pecaba justamente de todo lo contrario, es decir, de cursilería-, que, intentando dar gato, no por liebre, sino, quizá, por pato (patosería) nos sirvió el diario Abc; en el otro extremo, el talante artero que, con falsía, y una vez que ve fracasado el golpe duro, intenta, burdamente, convertirlo en el golpe blando de un compromiso o "arreglo" entre la sublevación y la constitucionalidad, con su "sacrificada" designación de sí mismo como presidente del Gobierno, sólo, claro, "para salvar al país"; y, en fin, el talante puramente militar que, entre insultos, quiere revelar la carta en cuestión.
Yo no sé si, dentro de su estilo, el general Milans del Bosch posee, o poseyó, alguna valía militar. Lo que sí sé es que se manifiesta en esta carta una formación totalmente anticuada y una mentalidad "africanista", como se decía, de estrecho y elemental sentido "legionario", dejada atrás, hace ya muchos años, y desde dentro de la Legión misma, por el propio Franco en cuanto militar. El general Milans del Bosch es, en el mejor de los casos, una reliquia milítar del pasado. Incluso su tan cacareado monarquismo es también anacrónico: legitimista, irracionalmente hereditario en su "consagración, del principio monárquico. No sólo eso: yo diría que el sentido de "casta", la casta militar como aparte y superior, con el Rey como su jefe nato, es constitutivo de ese trasnochado monarquismo que nada tiene que ver con la Monarquía constitucional que el pueblo español se ha dado.
Por el contrario, el general Gutiérrez Mellado es el militar que comprendió bien la necesidad de modernización de las Fuerzas Armadas españolas, y su estrecho contacto con el mundo civil le ha sacado del lamentable "aislamiento militarista" español. Y a esa misma concepción de lo que ha de ser un Ejército moderno al servicio del Estado responde su respeto a la Constitución. Yo no sé cuál será el grado de popularidad de que pueda gozar en el Ejército este militar, al que ni siquiera conozco personalmente. Pero si desvinculamos las palabras "inteligencia" o "información" del seudotécnico significado que han cobrado en la jerga más o menos militar, es precisamente información, inteligencia, asimismo, capacidad tecnológica al día y estrecho contacto con el mundo civil lo que nuestro Ejército necesita para no permanecer en el estadio histórico de "guerras contra Marruecos". Pues si se me permite y no se toma a mal el juego unamuniano de palabras, es urgente la plena "civilización" de todos los militares.
El patrinionio de UCD
Por todo ello, homeajear a Gutiérrez Mellado debe cobrar el significado de que España diga al Ejército aquello que de él como institución se le pide, aquello que de él se espera. Digo bien por España y no por ningún grupo político determinado. Cuando yo, a través de una llamada telefónica de Diario 16 fui invitado a sumarme a este proyecto de homenaje, entendí que la iniciativa partía del periódico mismo, que tan gallarda y denodadarnente se manifestó cuando el goIpe -no así ahora contra la OTAN, a la que yo prefiero denominar por el nombre, totalmente ajeno a nosotros, con el que es mundialmente conocida: NATO-; y no sabía que quien estaba detrás del homenaje era UCD (de haberlo sospechado, lo habría pensado dos veces; de haberlo sabido, me habría abstenido). No tengo las menores dotes para la organización de actos tales, pero entiendo que, si verdaderamente se aspira a un homenaje nacional, UCD, renunciando a todo protagonismo, debería rehusar el aparecer en el primer plano. Patrocinar UCD -un partido y, además, hoy tan partido- el homenaje es condenarlo de antemano al fracaso. Es el pueblo español mismo quien debe ofrecerlo y, como decía antes, inseparablemente del homenaje, dirigirse al Ejército y hablar con él. En España tiene que desaparecer la cerrazón sobre sí misma de un supuesto "estamento" militar. Lo que en el fondo se quiere censurar en Gutiérrez Mellado es que no se ha encerrado nunca en esa pretendida casta, en ese presunto estamento. Y desde este punto de vista fue un error suyo, o quizá una concesión, o tal vez un tic, la apelación a una "ética militar". No hay tal ética separada. Lo único que hay para los militares, igual que para los demás, para cualquier otra profesión, es una deontología, un conjunto de deberes específicos de su oficio. Pero su ética, su moral, no puede ser otra que la de los demás ciudadanos, y es en cuanto ciudadanos como podemos y debemos pedirles moralmente cuentas. Lo demás es cosa de los jueces
¿Llegará o no a hacerse este homenaje? Los escritores que participamos en lo que ahora es todavía sólo un proyecto encontraríamos una satisfacción suplementaria en su realización: la de ofrecérselo a un militar que, en vacaciones, entretiene sus ocios leyendo, espero que en catalán, a ese buen prosista de su lengua que es Josep Pla.
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