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Gran exposición en Berlín sobre la historia y la cultura de Prusia

Se trata de una magna reflexión sobre el origen y la evolución de la nación alemana

Dos días después del veinte aniversario de la construcción del muro que divide Berlín se ha inaugurado en la parte occidental una magna exposición dedicada a la historia tan contestada, nacional e internacionalmente, de Prusia. La antigua entrada principal del edificio de la exposición está actualmente bloqueada por este muro. Enfrente, al otro lado del mismo, se puede ver el antiguo edificio del Parlamento prusiano, testigo de tradiciones democráticas. Más acá del muro, en el solar donde circulan coches viejos, se encontraba el palacete del príncipe Alberto, antigua sede de la Gestapo.

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Probablemente no existe una historia más desfasada por prejuicios, tópicos e idealizaciones que la prusiana. Por esta razón no sería de extrañar si las máquinas e instrumentos que representan en el recinto principal la hegemonía industrial del más vasto Estado alemán en el siglo XIX decepcionan al patriota prusiano clásico, más dispuesto a ver testimonios del militarismo y oír marchas enfáticas. En este recinto, en cambio, se ve además del cañón de Krupp (conocido popularmente por Berta la gorda) y un no menos masivo convertidor de acero, entre palmeras y retratos honorables, estatuas clasicistas y una torre de extracción coronada por una estatua ecuestre que parece estar suspendida de un montgolfier: reconstrucción de Prusia en la Exposición Mundial parisiense de 1867. En el fondo, la historia propiamente prusiana dejó de existir mucho antes de que el Consejo Central de los Aliados aboliese en 1947 el Estado de Prusia: a partir del Relch, la creación de Otto von Bismarck, que en 1871 culminó en la coronación del rey prusiano Guillermo I como kaiser de todos los alemanes en la sala de los Espejos del palacio de Versalles. No obstante, la revalorización que registraron algunas de las tradiciones prusianas, como el militarismo, la reacción, la censura y burocracia, que conllevaban disciplina, orden, obediencia incondicional y mando autoritario, durante el reinado de Guillermo II ( 1888-1918), para muchos una caricatura del espíritu prusiano, y además las pretensiones de continuidad del nacionalsocialismo celebrando el comienzo del III Reich en 1933 ante la tumba de Federico el Grande, en Potsdam, contribuyeron sin duda al odio de lo prusiano en el extranjero, que llevó a proclamar a Winston Churchill en la conferencia de Teherán de 1943 que «en Prusia estaba la raíz del mal».

Desde entonces parecía que esta valoración había cundido en la conciencia histórica de los alemanes tanto del este como del oeste del país. A no ser que la historia prusiana se glorificara ciegamente o se olvidara para siempre. La exposición Prusia-intento de un balance, que estará abierta durante tres meses enmarcada por los 21º Festivales de Berlín, muestra, no obstante, con su vasto programa couiplementarlo de coloquios, conciertos, conferencias, exposicíones y funciones teatrales, que la historia prusiana de 1417-1947 vive en los 2.000 objetos expuestos en 33 salas y gabinetes del fastuoso recién restaurado antiguo Museo de Artes Decorativas. Para provecho de todos los que « no se dejan obcecar ni por patriotismos exaltados ni por leyendas negras.

"El país más esclavo de Europa"

Prusia es el paradigma del Estado autoritario y del militarismo, para el dramaturgo Lessing , en 1769, «el país más esclavo de Europa» era al mismo tiempo, bajo el reinado de Federico el Grande, refugio de tolerancia religiosa para miles de protestantes y judíos de todos los Estados europeos. Entre los muchos ejemplos de las contradicciones prusianas no hay que olvidar que la máxima potencia industrial, económica y financiera del siglo XIX alemán también disponía del más poderoso y disciplinado movimiento obrero del mundo. El gran antagonista del Bismarck era Bebel, el fundador de la socialdemocracia. Bajo un enfoque que tiene en cuenta tanto a las fuerzas creadoras como al mérito individual, se presentan obras de arte, insignias reales de los Hohenzollern, documentos, fotos, artes aplicadas, juguetes, uniformes y armas en 33 salas y gabinetes. Su ambientación, a menudo muy sugestiva, ilustra en un orden cronológico el devenir de Prusia desde el siglo XV, cuando se hablaba sólo de la marca de Brandenburgo, pasando por la autocoronación del príncipe Federico III, en Königsberg, Federico el Grande hasta llegar a la hegemonía de Prusia en los siglos XVIII y XIX.

Resalta en esta presentación, complementada por textos críticos e informativos en las galerías del edificio, la sobriedad, la falta de esa pompa y ese esplendor casi de opereta que se suelen asociar con la historia prusiana, sobre todo del siglo XIX. Así, por ejemplo, la estatua de bronce de Bismarck como «forjador del Reich» está presentada al ras del suelo en un gabinete lateral discretamente Iluminado.

Especialmente bien presentado está el capítulo de la revolución fallida de 1848, que llevó a los berlineses a las barricadas. En un ambiente de paredes sin revocar y pavimento empedrado se encuentra, entre otros documentos y testimonios, el monumento a los caídos de marzo de ese año. En comparación con las salas dedicadas a Bismarck o al kaiser, luce una luz diáfana en el gabinete, donde domina el blanco, dedicado a documentos de Marx, Engels, Lasalle, etcétera. Se encuentran en unos cofres antiguos reunidos en el centro del recinto.

La exposición termina con el capítulo del nacionalsocialismo. El afán de legitimación de los nazis, como se puede ver en carteles y fotos, llevó al abuso equívoco de tópicos, mitos y leyendas de la historia prusiana.

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