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VALENCIA: QUINTA CORRIDA DE FERIA

Manzanares hizo 'fu" y todos salimos ganando

Manzanares hizo fu y todos salimos ganando. Manzanares se cayó del cartel en la corrida de ayer, pues la autoridad y los veterinarios habían rechazado los toros, por birrias, y en su lugar trajo la empresa otros que tenían trapío y cornalonas cabezas. Con Manzanares también se cayó del cartel Palomo, en gesto de solidaridad, seguramente por mandato de los hermanos Lozano, apoderados de ambos legionarios.Manzanares hizo fu como los gatos y, además de que la taquilla no se resintió en absoluto, su espantada nos permitió ver una faena importante de Emilio Muñoz, que vino a sustituirle. Emilio Muñoz, evidentemente con la moral alta después de su brillante actuación el pasado domingo en Barcelona, cuajó en el quinto de la tarde una de las más inspiradas faenas que haya realizado desde que tomó la alternativa.

Plaza de Valencia

28 de julio. Quinta corrida de feria. Toros de Dolores Aguirre, grandes, cornalones, aunque sospechosísimos de pitones, mansos, broncos y flojos: el primero devuelto por inválido y sustituido por otro de la misma ganadería. Niño de la Capea: pinchazo bajo y estocada (silencio). Media estocada baja (división). Emilio Muñoz: tres pinchazos y bajonazo descarado (silencio). Estocada caída delantera y dos descabellos (oreja). Tomás Campuzano: estocada caída y dos descabellos (petición y vuelta). Pinchazo hondo y dos descabellos. Al primero devuelto al corral. antes de que se lo llevaran los cabestros, un espontáneo le dio, varias docenas de muletazo,

Contó para ello con el toro mejor, o quizá debamos decir el único no malo absoluto como fueron todos los demás de la corrida, y lo toreó a placer sobre ambas manos, con más gusto en la tanda inicial de naturales, perfectamente ligados, muy ceñidos, mandones y largos. Pero lo más notable de la faena no estuvo en la ejecución de las series fundamentales, sino en la construcción de esa misma faena, en los remates y adornos, en los muletazos de recurso con los que dominaba las embestidas y engarzaba las series.

El toreo es naturalidad, inspiración, por encima de todo dominio, a cuyo fin converge la totalidad de suertes que se ponen en luego a lo largo del trasteo. Y pues así lo hizo Emilio Muñoz, está claro que toreó, y esta afirmación debería bastar para que quede suficientemente calificada y magnificada la faena, que se ha producido en plena época de decadencia del toreo, el cual languidece atenazado por la vulgaridad de los pega pases que tanto proliferan.

Además de redondos y naturales hubo, como decíamos, trincheras, pases de la firma, cambios de mano, quiquiriquíes, instrumentados con arte. Para remate se tiró sobre el morrillo, para un estoconazo. Pero no acabaría ahí la faena, pues nada más salir de la suerte, el toro se le vino encima y lo vació con un natural cadencioso y hermosísimo, en el que volcó toda la torería que lleva dentro.

El otro toro de Emilio Muñoz era peligroso, de los que se cuelan, y el torero le porfió sobre ambas manos, le pisó los terrenos y acabó por llevarse un volteretón muy serio. Todos los toros resultaron inciertos y de mal estilo. Los peores le correspondieron a El Niño de la Capea, único espada de los anunciados que permanecía en el cartel, y el diestro sólo pudo estar voluntarioso.

Tomás Campuzano se peleó con su primero, que era bronco, y así consiguió sacarle algunas series de redondos, mejores las primeras, pues el animal desarrollaba sentido y acabó haciendo hilo con el espada. Al sexto, que reculaba y escarbaba, lo porfió en diversos terrenos, muy cerca de los pitones. Quizá debió hacer al revés: dar distancia. Pero ahora es fácil decirlo. El caso es que Campuzano redondeó una actuación muy digna.

Manzanares hizo fu en Valencia, donde la autoridad se ha puesto seria. He aquí un torero que puede irse de la profesión solito y en silencio. Si la autoridad cumpliera con su deber en todas partes, estas figuritas de papel se escaparían por la gatera. El toro no les va. Lo de Dolores Aguirre le debió infundir espanto al alicantino, pese a que las astas de sus toros nos da el pálpito que habían pasado por el barbero. Tan astigordos, despitorrados y escobillados no es posible que fueran los toros de doña Dolores cuando sesteaban en la paz de los campos, regalándose a mesa y mantel gracias a una ganadera rumbosa que los crió con mimo y los puso con esos corpachones tan lucidos.

Lo que pasa es que, además de grandes, los toros de doña Dolores eran mansos, descastados y broncos. La ganadera no podrá presumir de ellos, aunque quiera apuntarse el tanto de que Emilio Muñoz logró una importante faena con uno de esos mansos. Para bravos no, pero para la alimentación si valían los toros de doña Dolores.

Además resultaron flojos. Al primero, un espontáneo entrado en años, y con gafas de miope, le dio docenas de pases antes de que lo llevaran al corral los cabestros. A buenas horas un espontáneo -ni nadie- le iba a pegar pases de muleta a un verdadero toro sin picar.

Terminado el paseíllo, el público dedicó una cerrada ovación a los tres espadas que habían aceptado el compromiso de lidiar los aparatosos toros de doña Dolores Manzanares y Palomo estaban de campo.

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