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Encierro de pacientes y terapeutas en la Ciudad Sanitaria Provincial de Madrid

Rosa Rivas

Los pacientes del Hospital de Día de la sección psiquiátrica de la Ciudad Sanitaria Provincial de Madrid están encerrados, en asamblea permanente, desde hace cinco días, en defensa de una línea terapéutica que dura -con éxito- ocho años, y cuya continuidad peligra. Ahora, los terapeutas se han unido a los locos -desechan el eufemismo enfermos mentales-. «Queremos demostrar que esto no se hunde por la marcha del doctor González Duro», dicen de su promotor.

En junio de 1973, un equipo de psiquiatras que trabajaba en la CPS de Madrid plantearon una serie de reivindicaciones asistenciales, con objeto de ofrecer a sus pacientes una alternativa al internamiento tradicional. Así nació el Hospital de Día, al frente del cual ha permanecido hasta ahora el doctor González Duro, pero la marcha de éste y el consiguiente cambio de equipo ha sembrado el temor entre los locos y sus asistentes voluntarios, quienes se resisten al desmoronamiento de la experiencia. «No tiene por qué hundirse si él se va. Hemos recogido sus bases», dicen. Las bases del Hospital de Día consisten en la asistencia pública y gratuita en régimen abierto -para no aislar al paciente de su medio natural- de todos los necesitados de atención psiquiátrica, sin distinción de sexo, edad o sintomatología, y en la promoción de un trabajo comunitario, desjerarquizado, donde los asistidos puedan cuestionar la terapia que reciben.«No hay pastillas, ni electroshocks, ni presiones familiares de por medio. Esto es voluntario. Pero es duro. El loco se enfrenta a su propia locura, a la historia que lleva detrás», explica Concha, miembro desde hace siete meses de la comunidad, como llaman al equipo formado por pacientes y profesionales. «El término enfermo mental es proteccionista, deja la palabra loco como algo tabú», añade otro paciente.

En estos momentos, la supervivencia de la idea del Hospital de Día depende del nuevo personal que pase a integrar el equipo, y la integración -exigen los locos- «ha de ser con garantías; no queremos cambiar un sistema que nos ha resultado beneficioso». Cerca de una treintena de personas han ido formando los distintos grupos de terapia, y entre ellas se ha establecido una solidaridad: «Hemos avisado a todo el que tenía problemas y le asistían tipo manicomio».

El anuncio de nuevas contrataciones para el centro, con criterios más administrativos que asistenciales, y la prohibición de ingreso de nuevos terapeutas en calidad de asistentes voluntarios -psiquiatras, psicólogos, estudiantes, incluso algún loco, que trabajaban sin cobrar- han motivado el encierro de los afectados y su constitución en asamblea permanente.

Puntualizaciones

«No se trata de un conflicto exclusivamente laboral, defendemos una psiquiatría comunitaria», puntualizar los asistentes voluntarios actuales, quienes están dispuestos a reconsiderar su marcha del próximo día 31 «si la Diputación Provincial de Madrid o la dirección de la Ciudad Sanitaria Provincial contratasen a un mínimo núcleo de terapeutas que hayan pasado por esta experiencia durante los ocho años de su puesta en marcha, aun en el caso de que ninguno de los que actualmente trabajamos en el Hospital de Día fueramos contratados».Unos 86 terapeutas han seguido las pautas de lo que los locos reivindican como «un tratamiento no represivo, comunitario y dinámico, que aborda nuestra carga de sufrimiento y las contradicciones socioculturales».

Los pacientes, los locos, siguiendo con su régimen de terapia, exigen participación en la selección de los nuevos profesionales, pues insisten en que ellos se cuestionan el papel de poder que en la psiquiatría convencional ejercen los psiquiatras. Aunque, con el actual conflicto, se han permitido una actitud de presión: abandonar la terapia que, pese al encierro, mantenían. Quieren, por otra parte, extender su experiencia por otros lugares, y una de las actividades discutidas recientemente en asamblea es organizar una jornada nacional de locos.

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Sobre la firma

Rosa Rivas
Periodista vinculada a EL PAÍS desde 1981. Premio Nacional de Gastronomía 2010. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense. Master en Periodismo Audiovisual por Boston University gracias a una Beca Fulbright. Autora del libro 'Felicidad. Carme Ruscalleda'. Ha colaborado con RTVE, Canal +, CBS Boston y FoolMagazine.

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